Un mes sin Periquín Niño Jero, el guitarrista que quiso ser cantaor
En plena pandemia pudimos quedar con Periquín Niño Jero gracias a la ayuda de su hijo Luis, que entendió más que necesario dejar un testimonio audiovisual de su padre. El guitarrista deja para la historia un sello propio, que es lo más difícil en este arte nuestro.
En abril de 2021 tuvimos la suerte de que Periquín (Pedro Carrasco Romero, Jerez, 1954-2023) aceptara ser entrevistado para nuestra serie audiovisual en esta revista. Es una de las entregas que cuentan con más visitas desde su publicación, más de 36.500 visualizaciones, mejorando los datos cuando nos dejó el pasado 10 de marzo cuando cerrábamos el Festival de Jerez por aquello de lo noticiable.
Contábamos con la información de su estado de gravedad semanas antes del fatal desenlace, gracias a la confianza que su familia depositó en nosotros. Pero era tan fuerte y su cuerpo estaba tan lleno de energía que la esperanza estaba viva, todos creían que había una posibilidad de que saliera de ésta. Y no fue así. A pesar de sus ganas de sobrevivir el asunto empeoró hasta que llegó la oscuridad en esa noche de viernes.
Se ha escrito sobre su figura, aunque creo que no lo bastante o lo justo. Es penoso que medios de índole nacional no hayan abordado esta pérdida con la profundidad que debían, aunque viendo lo que hicieron algunas televisiones –incluso de carácter público– con Pansequito ya nada me extraña.
Quizás el escaso interés mediático se deba a la “popularidad” del guitarrista. Parece una contrariedad, pero no. Periquín era del pueblo, no un artista dado a dejarse llevar por convencionalismos políticos. Era bohemio y caminaba por la vida conforme le vinieran los tiempos, de ahí que en sus últimos años decidiera aparecer cada vez menos en los escenarios porque, como él mismo me comentó, “qué hago yo con tantos jóvenes tocando tan bien”. Era así de humilde, aunque de sobra convencía en cada una de sus intervenciones públicas, sobre todo por su alto componente transmisor. El compás es algo que se tiene o no se tiene y Niño Jero era experto, con pocos conceptos técnicos, en levantar al público.
«El compás es algo que se tiene o no se tiene y Niño Jero era experto, con pocos conceptos técnicos, en levantar al público»
Volviendo a la entrevista, es preciso recordar que es la última que ofreció en estado óptimo. No hablamos de que se trate de la última vez que fue grabado, pues aparece en algunos testimonios más tanto cantando como hablando algo o tocando la guitarra. Pero ninguno, valga la inmodestia, se puede considerar una entrevista como tal. Es interesante comentar cómo se hizo.
Cuando nos proponemos los invitados del mes, habitualmente dos, buscamos el interés que pueda causar. No siempre vamos detrás del perfil más seguido en redes ni nos interesa sobremanera el que más festivales haga al año. En Expoflamenco, gracias a la dirección, preferimos dar voz a determinadas figuras que no son tan conocidas pero tienen un perfil distinto y cargado de experiencia. Conocer historias.
Periquín estaba en mi lista desde el principio pero, a pesar de nuestra cómplice relación, el trabajo de producción no era nada fácil porque no solía hablar por hablar. El hecho de contactar con él ya fue algo complicado, porque podemos decir que su número de teléfono no era del todo “estable”. Tenía su terminal móvil, pero no siempre estaba pendiente de él. Luis, su hijo, fue quien nos ayudó a coordinar el encuentro y todo fluyó.
Al llegar a Damajuana, donde se grabó, me esperaba con su bastón, con esa personalidad tan marcada por la elegancia de Jerez, con algunas fotos en blanco y negro y con su mascarilla, porque no nos quedaba otra. Tomamos distancia y colocamos las sillas a más de metro y medio en un espacio abierto, ventilado. Comenzamos a hablar.
Con él podría haber estado más tiempo del que se grabó, porque su trayectoria merecía más detenimiento. Solemos dedicarle a cada entrega entre los veinte y los treinta minutos, dependiendo del ritmo que se lleve. Periquín era cercano, como de la familia. Así me trató siempre en cualquier evento, coincidiendo con él en numerosos de índole profesional y en cientos en lo personal.
«Deja un legado del que muchos beben y aprenden, por lo que rara es la ocasión o recital en la que no se interpreten alguna de sus falsetas de pulgar duro. Es de esas personas que pasarán a la historia del flamenco no por su amplia discografía o sus numerosos premios en vida, sino por el carisma de su persona»
En ese encuentro aceptó ser un cantaor frustrado, incluso reconoció que odiaba la guitarra, pero a la par entendía que era lo que en su día le podía dar de comer. Todo lo que decía lo hacía con arte y gracia. Nos dijo que había ganado mucho dinero pero que nunca quiso moverse de Jerez. De hecho vivió durante años en la misma calle Nueva, en la que dejó su ritmo como bandera. Los de la nueva generación bebieron de él.
Otro de los aspectos que se trataron en esa entrevista fue su participación en la época de los festivales y la llegada de nuevas corrientes como las de Juanito Villar, Camarón o Lebrijano. “Había que parecerse a Cepero”, decía, ya que Paco era muy demandado y no siempre podía estar con el cantaor que lo reclamaba, por lo que había que tener sentido de “adaptación” para que lo llamaran a él.
Llegó a acompañar a Agujetas, a Santiago Donday, a La Paquera de Jerez, a Juan Moneo El Torta o a Capullo de Jerez. Muy requerido por todos los que buscaban esa chispa espontánea que calentaba el ambiente. Era inquieto por naturaleza y por eso no se acomodaba ni se conformaba con lo que se suponía que era su labor. Fundó una “banda” en la que contó con sus hijos Manuel, Nono, Manuela y Luis, así como con artistas por entonces emergentes como Melchora Ortega, Macarena de Jerez, José Rubichi… El componía sus letras e incluía instrumentos que no eran del todo flamencos.
Periquín estaba preparando un disco como repaso a toda su vida, con algunas importantes colaboraciones, pero no sabemos qué será de ese trabajo puesto que desconocemos en qué etapa se encontraba la grabación o edición. Entendemos que debería publicarse el material que exista siempre que tenga el nivel exigido. Conociendo a su familia, imaginamos que el material no quedará en un cajón.
El guitarrista deja para la historia un sello propio, que es lo más difícil en este arte nuestro. Deja un legado del que muchos beben y aprenden, por lo que rara es la ocasión o recital en la que no se interpreten alguna de sus falsetas de pulgar duro. Es de esas personas que pasarán a la historia del flamenco no por su amplia discografía o sus numerosos premios en vida, sino por el carisma de su persona, siempre sonriendo y sin meterse con nadie, cercano y rockero.