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La poesía culta en Vicente Soto

El flamenco en sí ya es vanguardia, y Vicente Soto 'Sordera' lo es más que otros, pues ha cargado lo jondo de la intencionalidad de la poesía culta y ha abierto ventanas al porvenir. Como aprendí de su padre, Sordera de Jerez, el futuro del flamenco sólo pertenece a quienes creen en la belleza de sus sueños.


A lo largo de los casi doscientos años de vida flamenca, los protagonistas aprovecharon preferentemente el cancionero popular. Es de hace medio siglo hasta el presente cuando los cantaores vienen bebiendo con profusión de los poetas clásicos, lo que no significa que ahora sean más cultos que antes, sino que es actualmente cuando mayor esfuerzo hacen por desarrollar y cultivar el talento.

 

Pero a la hora de destacar aquellos que lo hicieron posible, rara vez aparece en el registro el nombre de Vicente Soto (Jerez de la Frontera, 1954), cantaor culto, que no de culto, y voz muy disfrutable en la que predomina la brillantez, el esplendor tímbrico, la tendencia al aparato sonoro sobre los detalles, los matices y la profundización, a más de sobresalir por la variedad y singularidad en el fraseo y una incontestable personalidad como intérprete, con lo que pertenece a ese grupo de maestros que con un solo tercio convence, excita, conmueve y entusiasma porque con él lo jondo fluye sin amaneramientos y sin buscar el efecto producido por un fingidor de profecías.

 

Vicente Soto se fue afianzando poco a poco con los sonidos propios de la fonación de su origen, pues es hijo de Sordera de Jerez y de Lela Barea Carrasco, sobrina de Niño Gloria, a más de estar emparentado con lo más granado del eje Utrera, Lebrija y Jerez, ya que es sobrino tataranieto por línea paterna de Paco la Luz y biznieto por línea paterna del Sordo la Luz.

 

Pero su idoneidad le impulsó a abrazarse a la poesía culta sin sorpresas extrañas ni ocurrencias estrambóticas. Y no para ceñirse a la vanidad o mostrarse para especular con su propia imagen pública, sino para plasmar una atmósfera en la que destacan esos detalles que para otros pasan desapercibidos.

 

 

«Vicente Soto es un cantaor culto, que no de culto, y voz muy disfrutable en la que predomina la brillantez, el esplendor tímbrico, la tendencia al aparato sonoro sobre los detalles, los matices y la profundización, a más de sobresalir por la variedad y singularidad en el fraseo y una incontestable personalidad como intérprete»

 

 

Verbigracia. Sería 1985 el año que marca un antes y un después en la carrera de Vicente Soto, ya que adapta y canta textos de Moliére en la obra Les Fourberies de Scapin, y saca al mercado el LP Pessoa flamenco con las guitarras de Enrique de Melchor y Tomatito, una obra con letras de Fernando Pessoa y con la que Radio Nacional de España inicia su andadura como productora discográfica, principiando así el jerezano la tarea de llevar la poesía culta al flamenco y el primero en hacerlo con un autor portugués.

 

En marzo de 1990 saca al mercado con Senador el álbum Jondo espejo gitano, donde, con las guitarras de Moraíto Chico y Vicente Amigo y las letras de Antonio y Manuel Machado, renueva viejos estilos jerezanos. Y en 1995 vive el momento más dulce de su carrera, pues triunfa en Filipinas con Paco Cepero en el espectáculo Jondo poema, en el que conjuga la poética de Federico García Lorca, Antonio y Manuel Machado y Rafael Alberti, con los melismas carismáticos de los estilos fundamentales, sin olvidar que en abril de ese año, cuando ya había musicado La pipa de kif, de Valle-Inclán para el grupo Ketama, y grabado poemas de los hermanos Machado, de José Martí o del portugués Fernando Pessoa, estrena en Madrid su proyecto más ambicioso: Las horas muertas. Cantata flamenca, la primera cantata flamenca de la historia, una reflexión sobre el tiempo basada en poemas de José Bergamín.

 

También Madrid acoge en 1998 el estreno del concierto Entre dos mundos, un homenaje a los poetas de las dos orillas, inspirado en poemas de grandes poetas españoles e hispanoamericanos del entorno de la generación del 98 cuyo centenario ese año se conmemoraba, y en el que nos sorprendió cantando a Rubén Darío (milonga), al mexicano Alfonso Reyes (corrido aflamencado), José Asunción Silva (colombiana), José Martí (Punto cubano), además de Miguel de Unamuno (tanguillos), Ramón María del Valle-Inclán (Tangos), Antonio Machado (Romance) y Manuel Machado (Bulerías). Y al año siguiente, 1999, vuelve a provocar nuestro asombro cuando presenta en Alcalá de Henares el concierto El Hierro de Vicente Soto, con motivo de la concesión del Premio Cervantes al poeta José Hierro (1922-2002).

 

A este tenor, Vicente Soto aprovecha las buenas escuchas familiares en beneficio de una poética inusual para el flamenco y al servicio de la búsqueda de un estilo propio, incorporaciones que quedan patentes en el uso de una versificación culta y, sobre todo, en el ideal de sencillez y claridad que aporta a las variantes esenciales, que se ven engrandecidas en su dificultad conceptual y en su complicación formal.

 

Buena prueba de ello se constata en mayo de 1999, cuando publica el CD Entre dos mundos, su décimo disco, acaso su obra más pretenciosa, donde se musican y canta poemas de diez grandes autores (Antonio Machado, Rubén Darío, Juan Ramón Jiménez, Valle-Inclán, José Martí, Unamuno, Alfonso Reyes, Manuel Machado, José Asunción Silva y Pedro Lessa), que han hecho del castellano una lengua universal y rica.

 

 

«Mientras hoy se es flamenco porque los artistas evocan no lo que han vivido, sino lo que les han recordado, Vicente Soto canta desde la memoria de las vivencias. Él no ha necesitado salirse del flamenco para hacer lo que de manera admirativa la gente llama vanguardia»

 

 

Para Alcalá de Henares reserva el estreno absoluto de El Quijote cantante y sonante (2005), el espectáculo en torno a la obra de Miguel de Cervantes, e igual canta a los grandes poetas en el Ciclo Flamenco y Poesía, del Centro Cultural de la Villa de Madrid, que estrena en el Rectorado de la Universidad de Alcalá de Henares el espectáculo Voces jondas del exilio (2006), un homenaje a la generación del 27, un canto a los poetas José Bergamín, Rafael Alberti, Juan Ramón Jiménez, Luis Cernuda, Juan Rejano, Antonio Machado, Tío Luis El Capacho y León Felipe.

 

Pero si como decía Ortega y Gasset lo que más vale en el hombre es su capacidad de insatisfacción, Vicente Soto, que tiene la pena del cante en el pecho, ansía la incesante afirmación de un lenguaje musical nuevo. Para ello estrena en el Festival Internacional de Teatro Clásico, de Almagro, el espectáculo Versos navegables (2010), donde aborda a los poetas del barroco español, Góngora, Lope de Vega y Quevedo, en parte responsables de recuperar una tradición poética y popular que hace posible el flamenco actual. Y en noviembre de 2013 presenta en Alcalá de Henares La esencia flamenca del Siglo de Oro, un homenaje a nuestra propia memoria mediante romances y poemas de Cervantes, Luis de Góngora, Lope de Vega y Francisco de Quevedo, y que recoge algunas piezas inéditas y nuevas versiones de otras estrenadas en anteriores propuestas.

 

A la gratitud a la memoria jonda, Vicente Soto corresponde, pues, con una firme decisión de aflamencar las propuestas de los poetas cultos. Y lo hace desde el inconformismo de abordar cosas imposibles porque de lo posible se sabe demasiado. Evoluciona sobre la base de su herencia familiar pero con mayor vehemencia ahora, que se sabe progenitor de una estirpe que, históricamente, le aportó una intensa y continuada creatividad al profundo sentido de los estilos.

 

¿Pero sabe el lector por qué? Porque mientras hoy se es flamenco porque los artistas evocan no lo que han vivido, sino lo que les han recordado, Vicente Soto canta desde la memoria de las vivencias. Él no ha necesitado salirse del flamenco para hacer lo que de manera admirativa la gente llama vanguardia. El flamenco en sí ya es vanguardia, y él lo es más que ninguno de su generación, puesto que ha cargado lo jondo de la intencionalidad de la poesía culta, de los versos de autor, y ha abierto ventanas al porvenir porque, como bien aprendí de su padre, el amigo y maestro Sordera de Jerez, el futuro del flamenco sólo pertenece a quienes creen en la belleza de sus sueños.

 

 

→  Ver aquí todos los artículos de opinión de Manuel Martín Martín en Expoflamenco

 

 

 

 

 


De Écija, Sevilla. Escritor para el que la verdad se corrompe tanto con la mentira como con el silencio. Entre otros, primer Premio Nacional de Periodismo a la Crítica Flamenca, por lo que me da igual que me linchen si a cambio garantizo mi libertad.

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