El fandango en el rock (y III)
Esta es la tercera y última entrega dedicada a la presencia del fandango en el género que empezó a arrasar en los años 50.
Esta es la tercera y última entrega dedicada a la presencia del fandango en el género que empezó a arrasar en los años 50.
Metalklore
Los tiempos habían cambiado a mediados de los 80 para el rock andaluz. El nuevo pop español ensombreció casi todo, pero no todo. Una señal de supervivencia vino de la mano del grupo sevillano No me pises que llevo chanclas y su primer disco, Agropop (Senador, 1989). El título sirvió para nombrar un nuevo subgénero del rock andaluz que dejaba atrás las letras trascendentales –o que pretendían serlo– y las músicas lisérgicas y siderales, para centrarse en el cachondeo puro y en salutíferas ganas de bailar. La onda expansiva saltó las fronteras de Andalucía. Las consecuencias no han remitido. Ejemplo de ello es el grupo manchego Metalklore, que con desaforado histrionismo retoman los fandangos manchegos acompañados de guitarras metaleras. Ahí está su Rondeña de herencia metal.
Los Planetas
Como quien no quiere la cosa, Los Planetas llevan ya sobre sus espaldas treinta años de trayectoria. En su séptimo disco, La leyenda del espacio (RCA Sony BMG, 2007), aparte del evidente guiño al disco de Camarón (y al poema de Lorca, claro está), los granadinos acuden al flamenco para traer distintos palos a su propio estilo, eso que llaman indie rock. La originalidad de su propuesta estriba en despojar a los cantes de toda dicción flamenca pera dejarlos en meras melodías pop. Aun así, y como si de un disco de cante se tratara, el título de cada canción lleva entre paréntesis el estilo en el que se basa.
Los Planetas contaron con el asesoramiento de Enrique Morente, quien además cantó la caña Tendrá que haber un camino. Vinculados al fandango hay en el disco verdiales, granaínas y fandangos propiamente dichos. Estos últimos vienen titulados como Ya no me asomo a la reja y en dicho corte se incluyen cinco coplas tradicionales, todas ellas muy del gusto de Morente (en la atribución de las letras consta como «Enrique Morente / popular») que han cantado artistas admirados por él como Cobitos, Jacinto Almadén, Marchena y Pepe el de la Matrona.
Algo más tarde, en el álbum Una ópera egipcia (El Volcán Música, 2010), también picotearon en el flamenco y en la canción popular, y contaron de nuevo con Morente para cantar en un magnífico tema, La Pastora divina, una seguiriya con base de rock oscuro. En la misma obra también se halla la canción Atravesando los Montes, cuya letra es de un fandango. Aunque en los créditos se acredita a Antonio Fernández Díaz, o sea, Fosforito, se trata de una letra tradicional de verdiales malagueños.
Jota, líder de la formación, comentaba sobre la recepción de esos cantes que iban camuflados en un formato pop: «El público cree que es pop normal, pero son canciones que están en la cultura granadina desde siglos atrás. Lo único que variamos es la armonía. La diferencia entre el flamenco y las músicas populares europeas está en un acorde». ¡Jota, tampoco hay que pasarse con los siglos!
Gabinete Caligari
Hace 40 años uno de los mejores grupos de rock que ha dado España grabó su primer LP, Que Dios reparta suerte (Tres Cipreses, 1983), una verdadera obra maestra. Inauguraron lo que se dio en llamar «rock torero» por las letras alusivas a la tauromaquia, por lo cañí de su aspecto y por el uso de castañuelas en algunos temas. Lograron fundir sin estridencias el oscuro afterpunk del que venían, el rock primigenio y elementos del folklore patrio, todo hecho sin afectación, con sumo gusto y naturalidad. La canción que da título al disco es buena prueba de ello. Con guitarras deudoras de la música surf y los spaguetti western, el trío madrileño, liderado por Jaime Urrutia –su padre era crítico taurino–, se hace acompañar por las castañuelas fandangueras de Teresa Verdera y por el casticísimo saxo del malogrado Ulises Montero, que le da duro al pasodoble. Hay que recordar que fueron los saxofonistas honkers quienes con su toque salvaje capitanearon el primer rhythm and blues a finales de los 40 y principios de los 50 hasta que la guitarra se quedó con el cetro. ¡Va por toda la afición! ¡Tócala, Uli!
Salvador Domínguez
El corazón de Salvador Domínguez bombea desde hace más de medio siglo a golpes de rock and roll. Desde los años 70 el guitarrista madrileño –criado también en Miami y Caracas– ha grabado discos en solitario y ha prestado la maestría de sus cuerdas y el talento compositivo a Los Canarios, Miguel Ríos, Extremoduro y al ya citado Jaime Urrutia, entre muchos. Salvador está considerado uno de los guitarristas de rock más grandes que ha dado España. Alcanzó a conocer a un tío suyo, Federico Romero Sarachaga (1886-1976), que fue el autor de muchos libretos de zarzuelas, entre ellas las célebres La rosa del azafrán, La tabernera del puerto, La canción del olvido y Doña Francisquita. La música de esta última es de Amadeo Vives e incluye un fandango con castañuelas en el tercer acto. ¿Quién mejor que Salvador para tocarlo en clave rockera? Let’s go, Doña Francisquita!
Frank Zappa
En la inabarcable discografía de Frank Zappa (1940-1993) se encuentra su particular visión del Bolero de Ravel, que el genial músico de Baltimore arregló para big band. La tocó el 17 de mayo de 1988 en Barcelona en un concierto editado en 2007 en formato DVD con el título Zappa in Barcelona. El bolero, como es bien sabido, está emparentado con el fandango y esta versión es una auténtica maravilla. Como diría Roberto, el inimitable cantante de Tabletom, ahí Zappa za pazao.
Pink Floyd
En Spanish Piece con toscos rasgueos afandangados toca David Gilmour, el guitarrista que en 1968 pasó a sustituir en Pink Floyd al carismático Syd Barrett, una de las mayores tragedias del rock. Es un breve y trivial tema de More (Emi-Columbia, 1969), banda sonora de la inquietante película homónima del, también inquietante, director Barbet Schröeder, que debutó con esta cinta en la que unos ingleses heroinómanos aterrizan en la Ibiza hippie: el supuesto paraíso se convirtió en un infierno.
Link Wray
Link Wray fue quizás el principal culpable de que en el rock la guitarra eléctrica le restara el protagonismo al que estaba destinado el saxofón de los honkers. Según opinión de los entendidos, su instrumental Rumble (1958) –retomado por Tarantino en Pulp Fiction– fue pionero en dos cosas trascendentales para el devenir de la guitarra eléctrica en el rock: el uso del overdrive, un nuevo tipo de distorsión del sonido de la guitarra, y el power chord, también conocido como acorde de quinta o acorde de quinta vacía, un recurso muy utilizado después en el rock duro y el punk. Wray influyó en luminarias como Jimi Hendrix, Jimmy Page, Jeff Beck, Marc Bolan, Ray Davies, Eric Clapton, Lou Reed, Captain Beefheart, Iggy Pop, Neil Young y el líder de The Who, Pete Townshend, que comentó en cierta ocasión que «si no hubiera sido por Link Wray y Rumble nunca habría tomado una guitarra».
Pero, ¿quién fue Link Wray? Fred Lincoln Wray Jr. nació en Carolina del Norte en 1929 hijo de una amerindia de la etnia Shawnee, cosa que reflejó en el nombre de tres tremendos temas: Shawnee, Apache y Comanche. Junto a sus hermanos Vernon y Doug y su primo Shorty Horton dejó piezas impagables bajo sugestivos nombres como The Ray-Men, Link Wray & His Wraymen o Lucky Wray & The Lazy Pine Wranglers. Los sonidos mestizos del sur no escaparon a su interés y los encontramos en Pancho Villa, un instrumental de 1958 en el que la guitarra eléctrica alterna el rasgueo del pasodoble con el del fandango.
El éxito obtenido le llevó a hacer una pequeña trampa: retitular ese tema en 1961 como El toro, aminorando el tempo y añadiéndole unas trompetas mariachis. Muchos años más tarde volvió a esos sonidos hispanos y fandangueros con Viva Zapata, que aparece en su LP Wild Side Of The City Lights (ACE, 1990). ¡Viva la Virgen de Guadalupe!
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Los dos últimos temas son ciertamente un antojo. No están basados en fandangos o ritmos derivados… pero por poco. Ya lo dijimos al principio, esta serie de artículos también son una excusa para escuchar música buena y diversa.
Calexico
No, no es un falso juego de palabras, sino el nombre de una pequeña ciudad californiana –más o menos como Soria– fronteriza con México. A cinco horas por carretera hacia el este está Tucson (Arizona), de donde es la banda Calexico. El nombre y el lugar donde se creó ya nos dan pista de la vocación fronteriza, mestiza y desértica de la formación. Su segunda obra, The Black Light (Quarterstick, 1998), quizás sea la mejor de su discografía y en ella se encuentra el instrumental Minas de cobre (for better metal) que, si bien no es un fandango, está a punto de serlo. Los sonidos hispanos lo inundan todo en esta pieza. Se la mandé a Faustino Núñez para que diera su veredicto y, aunque no le dio el certificado fandangueril, percibía una especie de jarabe, también de pasodoble y de patrón de habanera y, en el bajo del principio, cierto sabor a malagueña, que es lo que me levantó las sospechas.
Lou Reed
Y ya que Link Wray deambuló por un wild side, nadie mejor para evocar esos paseos por el lado salvaje que Lou Reed y el celebérrimo Walk On The Wild Side, que aparecía en su obra maestra Transformer (RCA, 1972). No espere el oyente percibir ningún sabor hispano, prácticamente ausente en toda la obra del genio neoyorkino. El rasgueo de la guitarra no es la de un fandango… pero se le acerca. Solicité de nuevo ayuda a Faustino Núñez a ver qué me decía y me contestó: «El abandolao es ternario, Reed siempre binario. Aunque sí es verdad que es un abandolao de cuatro tiempos con los dos golpes sueltos en la última negra. Similar pero distinto». Palabras del maestro a quien le doy las gracias, lo mismo que a mi amigo Diego Cantero Reina, tremendo aficionado al rock, que me puso en la pista del Innuendo de Queen.
Imagen superior: interior de la carpetilla de La leyenda del espacio, de Los Planetas.
→ Ver aquí la primera entrega del reportaje El fandango en el rock de Ramón Soler en Expoflamenco
→ Ver aquí la segunda entrega del reportaje El fandango en el rock de Ramón Soler en Expoflamenco