Con una copla de más (XI): la mala madre y el papel de la suegra
Hay un ramillete de letras –desde luego, no muy extenso– en las que los autores no tienen reparo en imprecar, en reñir, en maldecir incluso a la madre. Es la mala madre o la madre mala, según el grado de odio o recelo del hijo hacia ella.
Venimos diciendo que la madre, el amor a la madre, es el eje temático de gran parte de las coplas. Pero, sin que debamos sorprendernos, pues todo tiene su contrario por imperativo de la vida, hay un ramillete de letras –desde luego, no muy extenso– en las que los autores no tienen reparo en imprecar, en reñir, en maldecir incluso a la madre. Es la mala madre o la madre mala, según el grado de odio o recelo del hijo hacia ella.
Normalmente, el chispazo contra la propia madre se hace al chocar con el amor a la novia, por ser ésta no deseada para aquélla:
Mira qué mala es mi mare,
porque t’estoy manteniendo
me echa la ropa a la caye.
La siguiente nos deja perplejos, pues nos preguntamos cuál será la culpa o el error de la madre para que su hijo tenga que exclamar, sin medias tintas (obsérvese, sin embargo, el empleo inicial de una fórmula de ternura, que aquí demuestra su papel de mero cliché):
Si la mare ‘e mi arma
viniera a buscarme,
yo le ijera: vaya osté con Dios,
que osté no es mi mare.
Hay algún ejemplo de copla carcelaria en la que se maldice a la madre por hacer todo lo posible por obtener una fianza para la libertad del hijo preso:
Mare, no es usté mi mare,
que si usté mi mare fuera
echaría un empeñito
y de la cárcel saliera.
Con una comparación terrible se desecha la bondad de la madre en estos términos, acusándola de abandono del hijo (en la Casa Cuna para huérfanos), algo que por desgracia sigue estando de actualidad en alguna triste ocasión. Demófilo la transcribe así:
Tiene´ er corasón más negro
qu´er cuerbo tiene la pluma;
que a un hijito e tu s´entrañas
l´has tiraíyo a la Cuna.
La expresión «mala mare» de la que a continuación reproducimos puede ser mero cliché también. Por tanto, puede referirse esta apelación negativa a la madre o a la amante:
Ven acá, mala mare;
qué te he jecho yo,
cómo te fuistes e la vera mía
sin desirme adiós.
La suegra es la madre de ella, en general, pues son hombres los que suelen escribir y cantar las coplas. El escarnio de la suegra es un tópico en el flamenco y en el resto de las composiciones populares como canciones, refranes, chistes, etc.
En las coplas la suegra tiene muy mala prensa. Escuchemos, si no de entrada, ese garrotín que canta Miguel Vargas:
Pasito que tú y yo damos
tu mare los vuelve atrás,
tiene esa mujer más fuerza
qu’el capitán general.
A veces, simplemente se contradice lo que dice la suegra; por ejemplo, en ésta el novio se niega a querer a su hija:
Anda diciendo tu mare
que yo a ti te he entretenío,
y te tengo yo apuntá
en el libro del olvío.
En otras, es la propia novia la que habla –aunque la escriba un hombre… para decir que la madre espía sus movimientos y no pueden pelar la pava los amantes:
Cuando sentí las pisadas
de tu caballo en mi puerta,
no pude salir a hablarte:
mi madre estaba despierta.
O se le pide a la suegra que no nos critique, porque sabemos «cositas», de seguro de índole sexual, relativas a la mala fama, que podrían hacer que a ella y a su hija las criticaran. Amenazadoramente, pues, exclama aquí el amante:
Dile a tu madre que calle:
que te tengo tapaítas
cositas que nadie sabe.
Pero los hay con redaños, que no se asustan ni ante la suegra:
¿Que tu madre está en la calle?
Sáqueme usted una sillita,
que nadie se come a nadie.
Lo más normal es que la madre de ella se oponga a las relaciones:
Yo contigo hasta el morir,
pero tu madre, que yo no la camelo,
ha hablaíto mal de mí.
Bernarda de Utrera, Bernarda la Grande dice “pero con tu gente no” por bulerías en el segundo tercio en este enlace de su disco Ahora, una delicia musical y flamenca:
Incluso en estos casos, el novio puede, a pesar de todo, darle una alegría a la suegra. Esta copla recoge resonancias eróticas: el pañuelo de alegría es, de seguro, la prueba de la virginidad prenupcial de la novia, motivo de la mayor dicha y honra para una suegra (la alboreá, como estudiamos en La alboreá y la petenera: dos enigmas del flamenco, de 2011, recoge todo este mundo):
Su madre no me quería
y a su madre le entregué
un pañuelo de alegría.
Coplas que dejan en mal lugar a la suegra, todas las que se quieran, criticadas con sarcasmo o maldecidas abiertamente (transcribimos como hace Demófilo):
Tu mare no dice ná,
tu mare es de las que muerden
con la boquita cerrá.
Del sielo caiga una bala,
parta a mi suegra por er medio
porque me da mala fama.
Tu mare es una judía,
pasa por la vera mía
no me da los güenos días.
Tu mare no me quié a mí,
tu mare quiee a la reina,
vaya por eya a Madrí.
Hasta con un asunto tan triste y serio como el entierro y la muerte se juega, se ironiza en la copla cuando se trata de una sátira a la suegra, como ha apuntado Gutiérrez Carbajo.
En esta muestra, el «casco de cebolla» es para fingir un llanto que no es sincero:
Ya se murió mi suegra
voy al entierro;
un casco de cebolla
llevo en el pecho.
Para ser justos, no falta algún que otro piropo a la suegra. Vemos estos dos. En uno, se le piropea por ser madre de una buena moza, la novia:
La mare que te parió
se merese una corona
y tú te mereses dos.
En otro, se le bendice por poder ofrecer a su hija virgen hasta el matrimonio:
Bendita la mare
que tiene que dar
como diñaba rositas y mosquetas
por la madrugá.
Pobre suegras tan vilipendiadas, pobres. ¿Cómo es la de ustedes?
→ Ver aquí los artículos anteriores de José Cenizo.