América en el Flamenco *
El libro más esperado y querido por mí será el que, si Dios quiere, presentaré en diciembre: 'América en el Flamenco'. Espero que sean muchos los que comprendan la importancia de lo americano en los orígenes del flamenco.
Con sesenta tacos miro hacia atrás y el verso machadiano aparece como una verdad absoluta: se hace camino al andar. En la Agencia del ISBN si busco mi nombre me devuelve cientos de títulos. Un 80 por ciento corresponden a mi época de fasciculista, epígrafe laboral que seguro no existe pero debiera, ya que entre 1993 y 2003 hice un montón de fascículos y obras varias por entregas. La más exitosa, sin duda, La gran música paso a paso, cincuenta libro-discos con guías de escucha de música clásica que seguramente tienen algunos de ustedes. Fue traducida a nueve idiomas y acabó llenando los bolsillos de Universal y el Club Internacional del Libro, mientras a mí me pusieron, con toda educación, eso sí, mirando pa Rota. Tampoco se dio mal otra que titulé, de ahí el éxito, Los palos de la A a la Z, que incluía a la sazón el disco del reloj flamenco, que buen partido le han sacado tantos. Después vinieron los éxitos con el gran Gamboa: Todo Camarón, Nuevo Flamenco o Fuente y caudal del flamenco (cincuenta discos de Paco de Lucía). La última que hice fue Toda la música de Cuba. Tampoco fue mal. En total, dos centenares de títulos que educaron a más de uno en las cosas de la música, mi vocación.
Después están los libros: La música entre Cuba y España con Mari Teresa Linares, La rabia del placer, con Ortiz Nuevo, Camarón vida y obra, con Gamboa, La guía comentada de música y baile preflamencos, El Afinador de Noticias, y el penúltimo, Huelva tierra de fandangos, junto a Manuel Romero, Miguel Ángel Martínez y el gran Luis Soler.
Pero el libro más esperado y querido por mí será el que, si Dios quiere, presentaré en diciembre: América en el Flamenco. Un estudio masticado durante tres décadas que por fin he logrado armar para ser publicado.
El libro no trata solo de los llamados cantes de ida y vuelta, aquellas canciones de evidente origen hispanoamericano que, tras ser convenientemente aflamencadas, se integraron en el repertorio jondo. En verdad he intentado poner en solfa la historia del flamenco y situarla en perspectiva atlántica. Para llevarlo a cabo ha sido preciso hacerle un jaque a buena parte de los dogmas más o menos aceptados en torno a los orígenes, no del flamenco, que también y sobre todo, sino de la música europea en general, debido a que el etnocentrismo crónico que padecemos en general los occidentales provoca que en pleno siglo XXI aún tengamos pendiente una importante asignatura respecto de la ciencia histórica: un estudio de Europa y lo europeo que incluya el horizonte americano entre sus principales fuentes de riqueza cultural.
«El encuentro con aquel Nuevo Mundo, un nuevo continente que no aparecía ni en los mapas, trajo nuevos y buenos aires que acabaron disipando la niebla que se cernía sobre la medieval Europa»
La relación de los sucesos acaecidos en el Viejo Continente en los últimos cinco siglos debe tener en cuenta la transformación que sufrió la política y la economía, y en consecuencia toda actividad humana, desde que los modernos se aventuraron por las rutas atlánticas para alcanzar las riquezas de Oriente. Al toparse Colón con un continente ignoto, cuyos habitantes no aparecían en la Biblia ni en escrito conocido alguno, antiguo o moderno, todo cambia para siempre en la vieja Europa, mutando para siempre los destinos de la nación que llevó a cabo aquella hazaña marinera, y sobre todo las tres provincias de Andalucía que la protagonizaron: primero Huelva, de donde partieron las tres primeras naves, por supuesto Sevilla, sede de la casa de contratación, puerto y puerta de Indias según descripción del fénix de los ingenios Lope de Vega, y finalmente Cádiz, sede de esa institución administrativa a partir del siglo XVIII con la llegada al trono español de la dinastía borbónica. Provincias que son, como todo el mundo sabe, cruciales en la forja del género flamenco.
Que esas provincias atlánticas hayan sido las protagonistas de la empresa indiana ha pasado desapercibido durante demasiado tiempo para los muchos estudiosos del género flamenco, que han resuelto el tema de la presencia de sones ultramarinos en el género musical español más representativo otorgando naturaleza americana exclusivamente a una pequeña porción de estilos que agruparon, con su debida ración de etnocentrismo, bajo el apelativo de cantes de ida y vuelta. Y así quedó zanjada la presencia de América y lo americano en el flamenco, gracias, un placer, y a otra cosa mariposa.
Sin embargo en las últimas décadas, y gracias al estudio del repertorio jondo con las herramientas heurísticas propias de la musicología comparada, esa nómina escueta de palos americanos ha ido creciendo considerablemente. Sorprende hasta qué punto ha podido influir América en nuestra cultura, y es obligado reconocer lo que aportó el Nuevo Mundo a la configuración definitiva de la música española y de paso indagar también en qué elementos básicos del barroco en Europa tienen relación con el Atlántico.
Cuando buscamos los antecedentes del flamenco siempre tendemos a girar nuestra mirada hacia Oriente, casi nunca hacia Occidente. Siempre se habla de la cultura mediterránea apenas se habla de la atlántica. Nuestra predisposición a admitir influjos de la cultura, por ejemplo, musulmana o india, semita o rusa si es preciso, suele ser inmediata, nunca se ponen peros a lo que provenga del levante. El poniente, el occidente de Occidente es otro cantar.
En mi nuevo libro intento focalizar un aspecto que ha sido obviado o poco atendido por los estudiosos del género, no siendo este olvido exclusivo del flamenco sino extensivo a toda la cultura musical española, que se ha construido de espaldas al fundamental elemento americano que ocupa el último medio milenio de nuestra historia. Los investigadores de la música en general, de la música española en particular, y más concretamente de la andaluza, suelen pasar de puntillas acerca de la importancia que tuvo el Nuevo Mundo para la sociedad del Viejo. Y si la música, y cualquier expresión artística, es el reflejo fiel del sentir colectivo de una comunidad cultural, no puede escapar al influjo de un acontecimiento tan notable en la historia de la humanidad como fue el encuentro con aquel Nuevo Mundo, un nuevo continente que, insisto, no aparecía ni en los mapas, y, lo que es más importante, trajo nuevos y buenos aires que acabaron disipando la niebla que se cernía sobre la medieval Europa.
«El hecho de la influencia de América en el Flamenco no necesita planteamientos y mecanismos teóricos complicados, ya que es precisamente Andalucía Occidental la principal artífice de la mayoría de los estilos que hoy encuadramos dentro del flamenco y, a su vez, es la protagonista de los cientos de idas y vueltas que supuso la empresa americana que se prolongará durante cuatro siglos»
Después de la primera vuelta en 1493 comenzaron a desembarcar en los puertos de la metrópolis española sones indianos que acabarían insertados en las músicas europeas. No hay que olvidar que por muy exóticos que sonasen, aquellas músicas y bailes eran españoles, de las provincias de ultramar, sí, pero forjados por nacionales del otro lado del océano, propias de la cultura mestiza hispana que encontró su particular paraíso en aquellas tierras. Para muestra un botón. Los casos más paradigmáticos son dos bajos de danza de origen americano que, tras arribar a las costas andaluzas, acabaron formando parte de la más selecta música europea, la chacona y la zarabanda, a los que hay que sumar otros muchos sones que vengo llamando danzas atlánticas.
Siendo el Flamenco un arte musical y de baile cuyas raíces se hunden no más allá de mediados del siglo XVIII, precisamente allí donde lo americano es ineludiblemente parte inseparable de la vida cotidiana, la Baja Andalucía, es casi imposible que exista algún género que no esté impregnado de americanismos o que su estructura básica no tenga alguna influencia de la música hispanoamericana. El hecho de la influencia de América en el Flamenco no necesita planteamientos y mecanismos teóricos complicados, ya que es precisamente Andalucía Occidental la principal artífice de la mayoría de los estilos que hoy encuadramos dentro del flamenco y, a su vez, es igualmente la protagonista, en esta orilla del Océano Atlántico, de los cientos de idas y vueltas que supuso la empresa americana que se prolongará durante cuatro siglos. Los géneros musicales, transformados en su estructura original, no comenzaron el viaje de regreso a partir de mediados del siglo XIX, como han afirmado los pocos estudiosos de este repertorio, sino que ese intercambio se inicia ya a partir de los primeros años del siglo XVI.
La corriente natural de que la cultura viaja de Oriente hacia Occidente dificulta y mucho la labor de quien ose contravenir lo establecido con teorías que trastocan de lleno un dogma extendido durante mucho tiempo. La presencia del Nuevo Mundo en el Viejo queda en clara desventaja a la hora de acometer su estudio, la ingente cantidad de historiadores que han llenado miles de páginas a la presencia de Europa en América contrasta en clarísima desventaja con los que abogan por una perspectiva inversa. Sin embargo, el convencimiento de tantos años y tantas pistas, de tantas confirmaciones y horas de búsqueda me ha proporcionado un nada desdeñable cuerpo documental que espero contribuya a que sean muchos los que comprendan la importancia de lo americano en los orígenes del flamenco. Ojalá sea del interés de todos ustedes y el esfuerzo haya valido la pena.
* Recién acabado este artículo ha fallecido mi padre. Un español como la copa de un pino que empezó a trabajar con quince años y se jubiló con 75. Ha fallecido con 91. Descansa en Paz, Papá. Fuiste un auténtico fenómeno de la naturaleza. Gracias por tanto.
Francisco en Paris 12 octubre, 2021
Te acompaño en el sentimiento profesor!
Gran noticia la publicación del que será un gran libro y para mí muy esperado.
El flamenco se va a ampliar con esta visión atlántica. A veces es más interesante la realidad que la leyenda, creo que este libro viene a demostrarlo.
Ole los que investigan bien y se dedican a enseñar!
Álvaro Turrión 12 octubre, 2021
Desde mi admiración por sus enseñanzas musicales desde hace años, le doy un fuerte abrazo en estos momentos. Espero con ansia la publicación de su nuevo libro
Juan José Acosta 22 octubre, 2021
Mi más sentido pésame.
Carlos A. Ordóñez 20 noviembre, 2021
Lamentable noticia profesor, la de su querido Padre. Ha sido duro para muchas familias este ir y venir de lágrimas, le comprendo. Por otro lado, celebro desde Cuba este, su nuevo material. Yo por mi parte ya conozco está historia y la he registrado en un libro también llamado¿Viejo, Qué Hay de Nuevo? Cuento ahí con total exactitud, la formación de flamenco y sus orígenes musicales, su compás y hasta las Alegrías reconocidas del Puerto de Cádiz tiene su trascendencia. Tengo registros de apropiaciones y del proceso aculturativo que dió forma al Flamenco más Puro y Andaluz. Acá en Cuba,donde vivo actualmente, no he podido publicarlo por razones ajenas a mi voluntad. Con todo esto, celebro su dedicación y su trabajo, al tiempo que verdaderamente, lamento su pérdida. Un abrazo fuerte desde Cuba profesor.
Pedro López Canales 10 diciembre, 2021
Mi admiración por su amor a la música y reconocimiento por sus aportaciones al flamenco. Estoy deseando leer esta nueva lección sobre «America en el Flamenco» (ya nos dirá como conseguirlo).
Creo que su llegada al flamenco fue abrir una ventana a las miradas nuevas de su genealogía y composición.
Sus vivencias compartidas en mi peña «La Pajarona», además de envidiables, fueron enriquecedoras.
Saludos
Pedro López Canales 10 diciembre, 2021
… Mi sincero pésame,