Cante de atrás, cante de ‘alante’
Todavía hay quien repite la patraña de que cantar para baile estropea al cantaor para cantar en solitario, alante, como decimos, sin baile. Pero luego tenemos al gran maestro Sabicas que solía decir que para llegar a ser un buen concertista, primero es necesario pasar 20 años tocando al baile
José Mercé, David Palomar, Antonio Mairena, Beni de Cádiz, Fernando Terremoto, el Serna, Fosforito, José Valencia, Naranjito de Triana. ¿Qué tienen en común todas estas figuras del cante flamenco? Y podría nombrar a muchos más, pero la respuesta es: todos cantaban para baile antes de emprender exitosas carreras como solistas de cante. No la pincelada de artista invitado o de fin de fiesta, sino años de dedicación al arte de cantar “atrás”, es decir, detrás de los bailaores, en el papel de apoyo.
Todavía hay quien repite la patraña de que cantar para baile estropea al cantaor para cantar en solitario, alante, como decimos, sin baile. Pero luego tenemos al gran maestro Sabicas que solía decir que para llegar a ser un buen concertista, primero es necesario pasar 20 años tocando al baile, y 20 años tocando al cante, y aunque no está claro si eso es concurrentemente, seguro que el maestro pamplonés sabía lo que decía. Acompañó a cantaores años antes de huir de la Guerra Civil para las Américas, y forjó una admirable carrera de acompañante al lado de la legendaria bailaora Carmen Amaya, llegando a convertirse en el solista de la guitarra flamenca más notable de aquella época. El experto en flamenco José Manuel Gamboa teoriza que el taconeo de ametralladora de Carmen, y su fenomenal velocidad, empujó a Sabicas hasta los límites, dando lugar al sonido limpio y la precisión que le caracterizaba.
La sabiduría de Sabicas también es aplicable a los cantaores. Por muchos motivos. El más obvio siendo que el cantaor debe ajustarse al compás impuesto por los demás intérpretes. Cuando un cantaor sólo es responsable de sí mismo, es demasiado fácil permitirse libertades, algo que no se puede tomar a la ligera en este género tan obsesivamente vinculado al compás.
¿En qué se diferencia el cante para baile del cante flamenco de solista? Un bailaor experimentado que se mueve “dentro de la caja”, es decir, que conoce y sigue las reglas tácitas en función de las cuales los intérpretes se comunican mutuamente en un escenario, no tendrá interés en ensayar con el cantaor o cantaora (excepto en la medida que proporciona inspiración): el gran cantaor Luis el Zambo me contó que Farruquito le dijo: “Cántame y yo te bailo”. Como mucho, un bailaor podrá indicar cuántos versos quiere, y cómo piensa finalizar.
Miremos la soleá por ejemplo, quizás el cante más bailado. Un bailaor a lo mejor pide uno o dos cuerpos de cante para prologar el baile, luego dos o más para el baile propiamente dicho antes de un final que puede ser soleá por bulería o bulería… u otra cosa. Los cantaores tienen un catálogo mental de estilos de introducción, otros más dramáticos para construir la tensión y finales apropiados para cada palo.
A veces se combinan diversas formas o palos con tal de que sean musicalmente compatibles. Un baile de taranto se remata bien con tangos de Granada, una farruca puede terminar con los tangos del Titi de Triana, ya que ambos cantes están en la escala menor, las cantiñas conducen de forma natural a bulerías de Cádiz, etc. Este es el tipo de conocimientos específicos que los solistas de cante no necesitan dominar. Aún así, se espera que tanto los de atrás como los de alante canten con sensibilidad artística, buen gusto y un decir flamenco.
El cantaor o cantaora para baile también goza de mayor libertad de explorar las posibilidades de un cante sin tener que manejar la aplastante responsabilidad de mantener el interés del público, a la vez que entrega una interpretación impecable. El peso de este nivel de perfección que exigimos al solista, puede derivarse en una interpretación ocasionalmente fría, que asume poco riesgo. En este sentido, un cantaor de atrás tiene amplia oportunidad de desarrollar un estilo personal, o versiones de formas clásicas, porque el baile proporciona una red virtual de seguridad de la que no dispone el solista.
De ninguna de las maneras se puede considerar a un cantaor de atrás como intérprete inferior, y de hecho, aquellos que evitan cantar para baile, siempre tendrán esa asignatura pendiente. Los cantaores de atrás se adaptan al papel de solista con relativa facilidad. Los solistas, en cambio, tienen mucho que aprender antes de cantar para baile.