Yeyé de Cádiz: gaditano hasta la médula
Charlamos con Antonio López Olmo, Yeyé de Cádiz. Toda una vida como cantaor de atrás en tablaos de su tierra, de Madrid y hasta de Japón. «Yo prefiero cantar alante, me siento más libre y transmito mejor», dice.
El mote te despista. Obviamente un cantaor por derecho, capaz de viajar por las profundidades de seguiriya y soleá con una cálida voz flamenca y una abundancia de sinceridad, obviamente tal individuo no sería conocido como “Yeyé”. Antonio López Olmo (1948) es gaditano, lo cual ya explica mucho. Esta gente tiene el don de un sentido del humor surrealista que empapa todo. Como muchos otros de su tierra, de joven participó en un grupo de carnaval, una comparsa conocida como Los Yeyés Gaditanos, y al alcanzar la condición de auténtico cantaor, pues, el apodo se le quedó pegado.
El Yeyé de Cádiz ha cantado en importantes compañías de baile como las de Antonio, María Rosa, Manuela Vargas o Joaquín Cortés, entre otros. Lo escuché por primera vez hace muchos años cuando cantaba en la televisión al joven bailaor Javier Barón. Dejé lo que estaba haciendo en la cocina, y me senté delante del televisor para no perder detalle de este cantaor con el curioso mote. El compañero Antonio Barberán, gran aficionado y conocedor del cante gaditano, dice lo siguiente acerca del Yeyé: «Antonio es un cantaor bragado en mil batallas en el cante de atrás, con mucho que decir en el de a’lante. Su garganta, prodigio de bravura, conserva el sabor salino gaditano con que impregna sus cantes».
A ver qué nos cuenta Yeyé de aquellas batallas y aventuras.
– Antonio, ¿cómo hiciste el cambiazo tan radical de la comparsa al mejor cante flamenco? ¿De dónde sale esa jondura? ¿Cómo y dónde aprendiste a cantar flamenco, y a cantar para baile?
– Yo ya lo traía en la “masa”, pero con la comparsa era una forma de cantar. Fui el primer solista en la historia del carnaval de Cádiz, el primero en cantar solo. Fue en la comparsa Los beduinos de Paco Alba, cantaba una estrofa de Farina. Luego ya otros muchos empezaron a cantar solista, y ahora es normal. Aprendí a cantar en la calle y en mi casa, que mi pare y mi mare cantaban, y de muy chico me metía en el Burlaero, que era un bar de Periquito el Melu, y en La Privadilla, otro bar, y el bar Lucero, que allí paraban Ramón el Niño de la Pelota, el Caramelito de Cádiz y los guitarristas Domingo Billero y Eugenio el Niño de los Rizos, y allí yo escuchaba. En mi niñez vivía en la miseria de un garaje después de la famosa explosión de un polvorín en Cádiz en 1947 que destruyó cientos de edificios, dejándonos sin casa. Más tarde, cuando tenía once años, llegué a América viajando de polizón en un barco. Un marinero me descubrió y me dio comida, pero cuando llegamos a América me explotaba y me pegaba. Entre una cosa y otra, hay pa’ siete libros. Vivo en Madrid desde el año 65, me vine con 16 años con Los Yeyés Gaditanos a trabajar en la sala de fiestas Pasapoga, que estaba en la Gran Vía. Una noche aterrizamos en el Arco de Cuchilleros [conocido tablao], allí estaban cantando Chano Lobato, Álvaro de la Isla y Alfonso Salmerón, y subí y canté por alegrías. Conocía a Chano desde niño, en Cádiz vivíamos en la misma calle, Santo Domingo. Me habló el dueño del tablao, le dije que yo lo que quería era cantar flamenco, y me dijo que allí siempre tendría trabajo. A los pocos meses dejé a los Yeyés y aún con la “cabeza pelá” me metí en el tablao con el tío Chano. Estuvimos cuatro o cinco años juntos en el Arco de Cuchilleros, que es donde aprendí a cantar para baile. Entonces, era una universidad de flamenco, hoy día es otra cosa distinta. Para cantar en un tablao tenías que conocer la baraja de cantes de arriba abajo. Y a las bailaoras les exigían que cambiaran de baile cada dos días, así que los cantaores teníamos que adaptarnos. Pero hoy, con tres o cuatro bailes como mucho, está cubierto el cuadro del tablao, soleá, bulerías, tangos… La última gira de Antonio el Bailarín en Japón íbamos de cantaores Chano, Rafael Romero El Gallina, el Caobo y yo.
«Cuando tenía once años, llegué a América viajando de polizón en un barco. Un marinero me descubrió y me dio comida, pero cuando llegamos a América me explotaba y me pegaba. Entre una cosa y otra, hay pa’ siete libros»
– ¿Hay trabajo para un cantaor en Cádiz o necesitas circular en Madrid?
– Ni antes ni ahora ha habido casi na’ de trabajo en Cádiz, hay que venirse a Madrid. Yo trabajé en el tablao de Cádiz, y me echó el encargao, que se llamaba Paco el Barbero, por llevar y dejar entrar al Cojo Peroche –una historia larga–. Estábamos cantando Juanito Villar, el jerezano Miguel el Rubio de los Ajos y yo. La primera vez que Juanito Villar vino a Madrid, vinimos juntos al Teatro Calderón con Juanito Valderrama, y nosotros veníamos con una chirigota que se llamaba Las cotorritas de Filipinas [y canta la chirigota].
– ¿Dónde te sientes más apreciado? ¿Japón, Madrid o Cádiz?
– En todos lados me he sentido valorao. En Japón, desde luego, mucho. Allí estuve muchos años, tengo una hija japonesa y llegué a tener un tablao, y todos los artistas que llegaban a Japón contactaban conmigo.
– ¿Qué discos has grabado?
– En solitario, dos: Puerta Tierra y Llega lejos Andalucía, que entre otros me toca mi amigo José María Molero, que se ha ido hace poquito el poresito. Grabé Color café con Pedro Sierra, y luego muchas colaboraciones. Las letras que yo canto, casi al 100% son mías. A veces escucho a cantaores y cantaoras que hacen letras mías y me gusta, aunque ellos no suelen saber que son mías. También puedo coger cualquier letra del flamenco y meterla cuadra’ por cualquier cante.
– Hoy en día los cantaores para baile tienen nombres. Todo aficionado conoce a Enrique Extremeño, José Valencia, Juan José Amador, Miguel Ortega, Pepe de Pura y tantos otros. ¿Te consideras conocido en este respecto? ¿Es igualmente difícil cantar alante [de solista] que atrás?
– Difícil en el flamenco es hasta decir ¡ole! Para mí es igual alante que atrás, pero alante estás más expuesto, aunque también te inspiras más, te “buscas” y el público está más contigo. Creo que a estas alturas el público conoce mis dos facetas de cantaor de alante y de atrás. Yo prefiero cantar alante, me siento más libre y transmito mejor. Ahora siempre citan quién canta al baile. Antes en cambio no promocionaban a los cantaores de atrás, ni a los guitarristas. Y ni hablar de palmeros, que entonces no había, porque hacíamos nosotros mismos de palmeros. Solo nombraban a los bailaores y bailaoras, y ahora nombran hasta a los del cajón, que está mu bien, porque todos son artistas. Además, antes había muy poco trabajo para cantaores de alante, casi todo el trabajo era para cantar al baile.
«Para cantar en un tablao tenías que conocer la baraja de cantes de arriba abajo. Y a las bailaoras les exigían que cambiaran de baile cada dos días, así que los cantaores teníamos que adaptarnos»
– Tu cante no es camaronero, pero en fotos se ve que llevas el rostro de Camarón alrededor del cuello. ¿Tenías vivencias con él?
– Todos morimos con Camarón, los que ya somos mayores, y los actuales también. Yo he tenido vivencias de niño con él, vivíamos a seis kilómetros, de Cádiz a la Isla. Camarón, de muy chico, cuando se le hacía tarde para volver a la Isla, se quedaba en casa de una tía suya que vivía en Cádiz. Vivía en la calle San Juan, la misma de mi hermana, y nos juntábamos. De más mayores coincidíamos en algunos sitios, aunque cuando él llegó a Torres Bermejas yo ya me había ido, porque me pagaban mejor en Canarias.
– ¿A qué cantaores admiras?
– Cantaores de antes, admiro a Talega, La Niña los Peines, Mairena, Lebrijano, Naranjito… Y de ahora me gusta Antonio Reyes, María Terremoto, Rubio de Pruna, Pedro El Granaíno, Jesús Méndez, mi compañero Cancanilla de Málaga, Rancapino Chico, Israel Fernández… Muchos.
– Eres de aquella prodigiosa generación del cante clásico renovado de los que ahora han cumplido las siete décadas: Juan Villar, Luis Zambo, María Vargas, Rancapino, Pansequito… ¿Te sientes identificado con esa promoción?
– Por supuesto me siento identificado con todos los compañeros de esa promoción, también con Santiago Donday, Juan Silva, el Niño del Mentidero… Se sigue cantando bien, incluso se canta mejor. Ahora se aprende de más maneras, más técnicas, hay muchos medios para aprender. Antes solo era de unos a otros. Había muchos cantaores que no son conocidos, y que cantaban pa’ rabiar de bien como Rosa La Sardina o Ramón de Barbate, que era pescador, y cuando volvía de la pesca se tiraba cantando hasta que volvía al barco. Ahí íbamos aprendiendo. Todos los de esa generación teníamos más hambre que un caracol en un espejo.
* Con agradecimiento a Elvira López Hidalgo
Imagen superior: Yeyé de Cádiz. Foto de Agustín Verdura
Juan 11 febrero, 2022
El flamenco como otras músicas viene de una cultura como jazz o el soul blues viene dela raza negra americana esclavizada. El flamenco fue surgiendo del pueblo jitano de sus penas y alegrías . El k diga lo contrario no está documentado.