El Turronero: recuerdos agridulces a los quince años de su desaparición
Hace 15 años, el 1 de septiembre del 2006, nos dejó Manuel Mancheño Peña 'El Turronero'. ¿Cómo se explica el olvido que ahora envuelve su persona artística?
Hace 15 años, el 1 de septiembre del 2006, nos dejó Manuel Mancheño Peña, el Turronero.
Fue el más contemporáneo de Utrera en aquella época de apertura artística habilitada por Paco y Camarón, amigos íntimos suyos. Como tantos jóvenes cantaores de la época, el Turronero se hizo figura en el circuito de los tablaos madrileños, más notablemente Torres Bermejas, donde cantaba mano a mano con su amigo, Camarón.
Más de veinte discos de larga duración, acompañado a la guitarra casi siempre por Paco Cepero. Cante clásico con personalidad propia e inconfundible, a veces contestatario, bulerías y trabalenguas, cantiñas airosas, tangos lentos acancionados, grabaciones monotemáticas de sevillanas o tanguillos… ¿Cómo se explica el olvido que ahora envuelve su persona artística?
De los Peña de Lebrija, había nacido en 1947 en Vejer de la Frontera, y fue bautizado en Alcalá de los Gazules, pero desde niño su identidad estaba vinculada a Utrera, donde fue criado y aprendió a cantar, tal como pregonaba en un verso original por bulería: Utrera de mis entrañas, donde yo aprendí a cantar, donde escuchaba al Perrate, a Fernanda y a Bernarda cantando por soleá.
Lo conocí en Utrera un Viernes Santo al comienzo de los años setenta. Aquella madrugada hubo fiesta en el bar de Bambino en la plaza donde años más tarde el monumento a Fernanda y Bernarda Jiménez sería colocado a las queridas hermanas. En esos años todavía pasaba por la Calle Nueva en Viernes Santo la Virgen de los Gitanos al son de bulerías como se entienden en este rincón de la campiña sevillana, pausadas, con su peso específico. Estaba Fernanda que se dejaba caer en todas las fiestas, tan campechana como en años anteriores antes de convertirse en reina, generosa con su cante y con su calor humano.
«El flamenco es un arte de minorías, y gracias a Dios, para unos pocos aficionados auténticos. Mi padre tiene grabado su nombre en el firmamento artístico por méritos propios como cantaor y como persona. Gracias, Expoflamenco, por acordarse de él, seguramente se le escaparía su sonrisa de «medio-lao» si leyera esto» (Triana Mancheño)
Fue una reunión de aquellas que estás todo el rato dándole las gracias a no sabes quién, por la suerte de haber caído ese día en ese lugar. Buenos cantaores, sin miramientos ni artisteo, pasándolo bien sin fotos ni telefonitos, derrochando arte. A la guitarra estaba Ramón Priego, tan subestimado como su hermano Pepe, figuras ambos en esos años gracias al poderío de sus 6 + 6 cuerdas, que eran 12 armas letales de compás y energía, pasadas por el tamiz de la dulzura de su Utrera. Un enorme cartel en la pared con el rostro de Bambino nos recordaba al dueño del local que se encontraba fuera.
Allí estaba el Turronero, figura emergente, recién llegado de Madrid, donde pasaba por una etapa gloriosa de éxito y popularidad. Pertenecía a esa generación de cantaores jóvenes que hacía de puente entre la época clásica de Mairena –Turronero interviene en la antología La Gran Historia del Cante Gitano Andaluz que dirigió Antonio Mairena– y la contemporánea que estaba naciendo minuto a minuto perfumando todo el flamenco con un dejillo fresco.
Ese mismo año fui testigo de una conversación en el casino de Utrera en la que el Turronero quiso convencer a Gaspar de Utrera para que ocupara su puesto en la compañía de Antonio Gades porque él estaba liado preparando un disco. Había un dinero importante, pero a Gaspar no le gustaba la propuesta porque había que viajar en avión, y no hubo trato.
El 29 de noviembre de 1997 llegó el mazazo. A nuestro cantaor le tocó de pronto una mala jugada de la salud que le dejó parcialmente paralizado y en silla de ruedas. El todavía joven príncipe del cante perdió su sonrisa, y con ella, su carrera y las ganas de cantar. Lo metieron en una residencia para enfermos mentales, que no era lugar para él, que estaba perfectamente bien de la cabeza.
«Fue una reunión de aquellas que estás todo el rato dándole las gracias a no sabes quién, por la suerte de haber caído ese día en ese lugar. Buenos cantaores, sin miramientos ni artisteo, pasándolo bien sin fotos ni telefonitos, derrochando arte»
Después de una temporada volvió a Utrera. Con un guitarrista amigo mío de California se nos ocurrió buscar a Manuel, aunque nos habían advertido que ya no podía cantar. Lo localizamos en su paradero habitual, triste y apagado, y nos explicó: «Los médicos me dicen que nada de la garganta impide que cante, pero no puedo hacer compás con las manos, así que no puedo cantar».
Fue entonces que mi amigo Requelo allí presente dijo la mentira más bonita que había oído jamás: «Manuel, debes cantar al menos una letra por soleá porque este guitarrista ha viajado miles de kilómetros sólo para acompañarte». Hubo un largo silencio. De pronto del Turronero salió un sonido apenas audible que parecía cante. Su voz, que había sido un cañón, ahora tenue y temblorosa, y la sorpresa de que cantara después de tanto tiempo callado, nos conmovió profundamente a todos los presentes. Tres letras por soleá cantó aquella tarde entre lágrimas Manuel Mancheño Peña El Turronero para la afición y la posteridad, siempre en el recuerdo de sus admiradores.
El Potaje Gitano de Utrera, 1997 fue dedicado al Turronero
Insignia de Oro del Festival del Mostachón
Homenaje de Canal Sur Televisión
Homenaje en Utrera, 2002
Me hace feliz poder compartir con los lectores las siguientes palabras sentidas de Triana Mancheño Montiel, hija del Turronero:
«Cuando falleció mi padre, tuve durante un tiempo la sensación de que el mundo del flamenco no lo había reconocido como el creador original e intérprete virtuoso que era, pero después he visto lo mismo con más artistas que han ido faltando y que eran igualmente geniales. Esta sociedad virtual de consumo rápido e inmediato no casa con el reconocimiento ni puesta en valor de las figuras flamencas. Consume a la misma velocidad que olvida, y solo se escucha al artista que tiene la campaña de marketing más explosiva. Me alegra el alma que sus compañeros, cuando he tenido oportunidad de hablar con ellos, siempre tienen recuerdos de momentos bonitos y buenos que vivieron con él: «Anda que no me quitó hambre a mí tu padre en Madrid… menos mal que él acudió a mis fatiguitas…». El flamenco es un arte de minorías, y gracias a Dios, para unos pocos aficionados auténticos. Mi padre tiene grabado su nombre en el firmamento artístico por méritos propios como cantaor y como persona. Gracias, Expoflamenco, por acordarse de él, seguramente se le escaparía su sonrisa de «medio-lao» si leyera esto».
Imagen superior: El Turronero con Antonio Gades y Cristina Hoyos. Archivo de Triana Mancheño
Ramón Soler Díaz 30 septiembre, 2021
Estupendo Estela, es de justicia reconocer los méritos de este cantaor tan personal y tan flamenco. Una voz que transmitía frescura y jondura a partes iguales.
Un abrazo
Pepe Linares 1 octubre, 2021
Enhorabuena Estela por sacar a la luz, la historia de Turronero !! muchas gracias FLAMENCA !!
Pepe Linares 1 octubre, 2021
Muchas gracias por contar esta grande historia de Turronero !!
Rafael Avilés 9 septiembre, 2023
Hola, mi nombre es Rafael Avilés (Aguilar de la Frontera, Cordoba), mi Padre ya falleció, se llamaba Antonio Avilés Sánchez. Mi abuela paterna se llamaba Francisca Sánchez Mancheño, nació en Bornos (Cadiz). El padre del Turronero era primo hermano de mi abuela Francisca. Esta familia, como eran feriantes y viajaban por los pueblos, algunos se asentaron en Aguilar de la Frontera, de los cuales aun existen muchos feriantes con apellidos Mancheño (turroneros, pistas de coches de tope, hamburgueserías, etc). Me gustaría saber más de la familia del padre del turronero ya que el abuelo paterno del turronera seguramente sería hermano de mi bisabuela, madre de mi abuela Frasquita, como le llamábamos, y poder contactar con ellos, si viven en Bornos, en Utrera o por esa zona, simplemente conocer las raíces y tener una cierta amistad. Gracias.