Utrera de Fernanda y Bernarda
Decimosegundo capítulo de EL LOCO DEL FLAMENCO: serie audiovisual de Manuel Bohórquez. Una carta personal a la gran Fernanda de Utrera (Utrera, 9 feb 1923 - 24 ago 2006) en el centenario de su nacimiento y charlas audiovisuales con su sobrina Inés Suárez Jiménez y los artistas Mari Peña y Antonio Moya.
La muerte es solo un tránsito, un camino hacia la vida eterna, una nueva vida. Pero hoy no toca hablar de la muerte, sino de la vida, de la suya, doña Fernanda Jiménez Peña, porque hace justamente cien años que recibió usted el primer beso de luz en la calle Nueva de Utrera, hoy tan huérfana de arte. Nació para engrandecer un género musical andaluz que en 1927 era ya muy grande, con la Niña de los Peines como primera dama del cante gitano y Manuel Torres como el seguiriyero más enjundioso de la historia.
Fue en plena Ópera Flamenca, aquel invento de Vedrines donde no hubo sitio para gitanas como usted porque el público pedía un cante más folclórico que jondo. Utrera le dio el arte, como el sol le da luz a los olivos, y un día tuve la inmensa fortuna de escucharla por primera vez en la Peña Flamenca La Fragua de Bellavista. Iba usted aquella noche acompañada de su prima Pepa La Feonga y de su hermana Bernarda. Vestía un traje negro y un mantoncillo de flores rojas y verdes, y tenía un brillo en los ojos que presagiaba una noche de arte. A la guitarra, Manuel Domínguez El Rubio. ¿Se acuerda de él, tan flamenco?
Yo tenía solo 18 años y ya la seguía por peñas, teatros y festivales de verano. Escucharla era como si me sacudieran el alma: me emocionaba no solo su voz, tan gitana y de la Campiña, sino su humildad sobre el escenario. Nunca hubo una artista flamenca tan sencilla y que se diera menos importancia que usted, siendo, como fue, una reina gitana de la pureza jonda.
Su admirado Mairena la llamó un día “cantaora casera”, porque bebió en la fuente cantaora de su propia casa, cuando fue mucho más que eso. Una cantaora con sello propio, con un eco sincero y profundo que vino para vestir de jondura un cante, la soleá, que en Mercedes La Sarneta era agua perfumada y en Pastora, la de los Peines, melismas de miel y limones morenos.
Su cante era otra historia, querida maestra. Recuerdo muy bien cuando en abril de 1992 participó en la Semana Flamenca de Paradas, dedicada al pintor y poeta morisco Francisco Moreno Galván, uno de sus más fervientes admiradores. Aquella noche lloré viendo cómo no le salía la voz, rota en mil pedazos, y cómo se peleó con los tercios de la soleá, una encarnizada lucha a muerte que la dejó mal herida y de rodillas sobre el proscenio. Se le estaba yendo el cante, doña Fernanda, y a nosotros, sus insobornables seguidores, el sueño de que su voz fuera eterna. Las voces nacen, se hacen y mueren.
«A usted se le fue el cante, Fernanda, que es como si a un pájaro se le van las alas o al mar, los peces. A usted se le fue el cante, y a nosotros Fernanda, la artista y la gitana buena que hoy tendría todo un siglo»
Creo que al día siguiente de aquel recital escribí la columna más desgarradora de mi carrera, reproducida en algunos libros. Los críticos somos humanos, aunque a veces se ponga en duda. Y aquella noche mi alma perdió totalmente los papeles y la objetividad. Tuve el enorme privilegio de asistir a ese momento en el que a un genio del flamenco se le va el cante. Se le fue el cante, Fernanda, que es como si a un pájaro se le van las alas o al mar, los peces.
Se nos puso a todos la dermis como un piélago de diminutas montañas rosadas. Fernanda de Utrera, la más grande cantaora de soleares de la historia, la reina de la tribu de los Pinini, se acababa de hincar de rodillas ante una enfervorizada legión de admiradores para hacerles ver que no podía más, que estaba ofreciendo más de lo que tenía, que ya no era capaz de ganarle la pelea al toro bravo del cante que lleva en la sangre.
Hoy he estado en el Cementerio Municipal de Utrera, su pueblo, y he aprovechado para hacerles una visita a La Sarneta, Gaspar, Bambino, Perrate, el Niño de Utrera y Curro. Los cementerios son los pueblos pequeños de los que no se van del todo. El camposanto de Utrera es de los más hermosos que he visto en mi vida. Hoy tenía una luz especial, casi cegadora, y el silencio era como un martinete, a palo seco.
No había apenas nadie, Fernanda, solo dos o tres personas limpiando los nichos de sus seres queridos. Algunos pájaros, gatos durmiendo al sol, y poco más. Ante el panteón en el que descansa con su hermana Bernarda no había ni una sola flor. El mármol blanco era como de hielo antártico, un témpano. Dolía mucho estar tan cerca y no poder decir nada, ni siquiera cantar una letrilla por soleá en honor de las eternas Niñas de Utrera. Lo hice al llegar a casa, casi sin voz:
El cielo siempre se lleva
a quien llevarse no debe,
dejándonos en la tierra
lo que ni la tierra quiere.
Luego estuve con su sobrina Inés Suárez Jiménez, que sigue tan guapa y tan flamenca como siempre, y con Mari Peña, de su sangre también y continuadora de su escuela, la de Utrera. Y con Antonio Moya, su esposo y un guitarrista, de los pocos, que siguen tocando gitano. Antes de abandonar Utrera, visita a la calle Nueva, larga y estrecha como un silbido, y al monumento, donde el sol ya se fue perdiendo por los tejados, como teñidos de oro viejo gitano.
Este será su año, Fernanda, el del centenario de su nacimiento, y se le harán muchas cosas. Hasta quieren pedir para ustedes, el Ayuntamiento de Utrera, la Llave del Cante, que la tiene el maestro Fosforito. ¿Qué falta les hará a usted y a Bernarda ese trozo de metal tan devaluado, si la mejor llave de un artista es la del pueblo, y esa la tienen? A usted se le fue el cante, y a nosotros Fernanda, la artista y la gitana buena que hoy tendría todo un siglo.
→ Ver aquí las otras entregas de la serie El Loco del Flamenco, de Manuel Bohórquez.
Francisco Estévez Parejo 9 febrero, 2023
Gran artista Fernanda inrepetible y yo tuve el placer de verla en el potaje de Utrera y en la mistela de los palacios pero no nos olvidemos de Gaspar y perrate sentiros orgulloso Utrera yo Francisco Estévez desde Menorca gracias
El buen consequidor. 10 febrero, 2023
Muy Distinguido Señor.
Soy el ciudadano Juan Fernández Castro, natural y vecino de está Real e Hidalga y acogedora Ciudad de Utrera.
Con motivo del centenario del nacimiento de tan importante y grandiosa artista cantaora del cante flamenco con ese guegio de esta Gitana de piel de canela. Y su Hermana Doña Bernarda Jiménez Peña. Con su arte y compás triunfaron en América, Países de Hoy la C.E.E.
Y como no por los teatros y tablaos de España.
Estás dos Hermanas inseparables han dejado tan alto el Pabellón de sus cante Flamenco y Gitano, dejando un amplió legado su arte escénico de Arte y compás. Han dejado una fuente de Arte tan emotivo dónde pueden beber las nuevas sabías y promesas de tan singular arte como es el Cante Flamenco con ese quejio Gitano
Estás dos grandes figuras, disfrutaron de tener multitud de admiradores, representantes, y manage, periodistas que han escritos sobre el arte de estas dos inmortales Gitanas. Pero nadie se dio cuenta de solicitarle el tan merecido galardón como es las Medalla de Oro de las Bellas Artes. Por ello, éste Ciudadano que las visitaba en su casa cuando Doña Fernanda estaba muy malita con el Parkinson, le besaba su Angélica frente y manos.
Dicha Medalla les fue concedida
Por la Ex Ministra de Cultura la Ex. Excma. Señora Doña Carme Calvo Poyato. E impuesta en Canarias por Sus Majestades los Reyes Don Juan Carlos I, y Doña Sofía de Grecia.
A dicha imposición Doña Fernanda no pudo asistir por lo ya citado. Fue su Hermana Doña Bernarda y sus sobrina y sobrino Luis. Asistiendo el Señor ex Alcalde Presidente. Don Francisco Javier Jiménez Morales.
Éste ciudadano les consiguió el mencionado reconocimiento otorgándoles el tratamiento de Excma. Señora.
Utrera a 10 de Febrero de 2023
Juan Fernández Castro
Jose 8 abril, 2023
El cantante y actor Joselito ha tenido una carrera artistica internacional desde niño sin reconocer en la actualidad.