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Alicia Gil: «Mi día a día y mi pan están en el flamenco tradicional» - Archivo Expoflamenco
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Alicia Gil: «Mi día a día y mi pan están en el flamenco tradicional»

La cantaora sevillana presenta “Corral de los Judíos”, su cuarto disco en el mercado


Ambos pensábamos que aquel mesón sería un lugar tranquilito a las once de la mañana, ni desayunos ni cervecitas, pues no, el sitio está de bote en bote. Mientras apuro mi café junto a la barra, entra Lito al rescate y me hace sitio junto a su mujer, que lleva diez minutos en la terraza bajo un espléndido sol de diciembre. Qué vas a tomar, me encantaría quedarme, pero tengo cosillas que hacer, luego os veo. Bueno, Alicia, pues aquí estamos.

Me llamo Alicia Gil Bernabé y soy cantaora. Soy una mujer muy de barrio. Nací en Sevilla el 31 de julio de 1974, mi padre de Triana, mi madre del Tiro de Línea. Hasta los siete años me crié en Navisa, frente al Polígono Sur, acudí a la escuela en el Cerro del Águila. Y desde entonces hasta hoy he vivido siempre en Pino Montano, en la zona norte de Sevilla.

Cuéntanos sobre tu espectáculo Navidad Cantaora, que se representó la semana pasada en Sevilla.

Si, en el Teatro de los Remedios. Navidad Cantaora es un espectáculo que llevamos haciendo seis años. Yo tenía muchas ganas, desde hacía mucho tiempo, de hacer un espectáculo de Navidad, rememorando lo que eran estas fiestas antiguamente en Sevilla y en los pueblos. La escena es un patio típico de Triana y, a través del cante y del baile, y de unos diálogos con mucho ángel, se ve cómo se vivía y se compartía en aquella época. También hay momentos emocionantes, pues nos acordamos de nuestros abuelos, y de nuestros mayores, que son los que nos enseñaron aquellos villancicos populares de toda la vida.

Has dicho “antiguamente”. ¿Qué pasa, acaso esa forma de Navidad está en desuso en Sevilla?

Lamentablemente esa forma de celebrar las Navidades ha desaparecido en nuestra capital, al contrario que en otras ciudades como Jerez o Cádiz, donde han sabido conservarla mucho mejor que nosotros. Y no solo la Navidad, es la forma de vida en general. Los tiempos cambian, sin duda. Yo me he criado aquí en Pino Montano, y en el bloque donde vivo ahora hay gente que ni conozco. Sin embargo, los antiguos siguen conservando esa forma de vivir en vecindad, cuando voy a casa de mi madre, las vecinas siguen siendo las mismas, siguen compartiendo las mismas cosas de siempre.

¿Hay tradición cantaora en tu familia?

No, ninguna tradición cantaora ni artística. En mi familia creo que el más flamenco de todos es mi padre, que fue quien me metió el gusanillo del flamenco. Canta muy bien por Toronjo, en mi casa siempre se ha escuchado muchísimo a Paco Toronjo, para nosotros es un rey. Mi padre ha trabajado en ABC toda su vida, era corrector, se ha llevado allí cuarenta años. En mi casa se canturrean, pero la única que ha salido cantaora soy yo. Mis hermanas se canturrean, tocan sus palmas. Mi padre, esos villancicos antiguos de Sevilla, esas sevillanas tan bonitas… y los fandangos de Toronjo, que, aunque los fandangos de Huelva no son un palo que yo suela llevar en mi repertorio, confieso que me vuelven loca, sobre todo si los canta mi padre o Paco.

 

Háblanos de ese Corral de los Judíos que da título a tu nuevo disco. ¿Tú llegaste a conocerlo?

Yo no lo conocí, mi padre sí. Habla con tanto respeto de sus vivencias allí que me emociono. Cuando su abuela murió, su abuelo se casó con María, que era una gitana que vivía en la Cava de los Gitanos. Para él esa señora fue siempre su abuela. Y me cuenta cómo solían ir allí los Viernes Santos por la mañana, a casa de un hermano de María, y la que se formaba allí en el barrio esa mañana esperando a la Esperanza de Triana, lo narra con tanto cariño y tanto respeto que yo parece enteramente que lo he vivido. Este disco tiene mucho que ver con eso, con contemplar Triana a través de los ojos de mi padre.

El Corral estaba en los números 82-84 de la calle Castilla, justo al lado de donde tiene la academia Matilde Coral. Fíjate que cuando comenzamos con la promoción del disco, mucha gente me escribió cosas muy bonitas en Facebook, como Antonio Canales, que me puso un comentario diciendo que él de niño iba a jugar a ese corral. Me he dado cuenta de que no solo tiene un valor sentimental para mí, sino para otras muchas personas, porque ese corral era muy famoso en Sevilla, me gustaría un día sentarme con toda esa gente y que me contaran más cosas aparte de las que me ha contado mi padre.

El tema que abre el disco, una bulería lenta que se titula Huele a mi agüela, es un pregón que Antonio Ortega pronunció en la iglesia del Valle, delante del Cristo de los Gitanos. ¿A qué abuela se refiere?

Cuando yo la canto son mis abuelas, es mi madre, es Carmen, la madre de Lito. Esa letra tiene un trasfondo precioso, que es el homenaje a esas gitanas que estaban detrás de los gitanos que crearon la Hermandad. Yo no tengo relación con la Hermandad. Pero cuando escuché este pregón de Antonio Ortega… Es un pregón que está dicho por bulerías, no hemos tenido que cambiar casi nada, quizás una palabrita, pero el pregón está tal cual. Antonio estaba delante de Ntro. Padre Jesús de la Salud, y va recitando “huele a mi abuela, huele a tu abuela, huele a su abuela, y en ese momento se vuelve hacia el altar, refiriéndose a Él. A cualquiera que lo escuche se le remueve algo por dentro, por lo menos a los que hemos nacido por aquí. Esa copa de cisco, esta toca negra, esas medias… eso te remueve. Yo, ahora que estoy con la promoción, las tres primeras veces que la he tenido que cantar en directo me ha costado la misma vida, es que yo la escucho y me sigo emocionando.

Después de cuatro discos en el mercado, ¿en qué momento te encuentras de tu carrera?

Me encuentro en un momento en el que me importa más bien poco lo que piensen los demás. Hago el cante que me gusta, porque cuando hay gente detrás de una producción y te dicen lo que tienes que hacer, como en los dos primeros discos, que hice un poco lo que querían las discográficas o la productora…

Y en los dos últimos discos hemos hecho lo que nos gusta a nosotros, que es en realidad, aquello con lo que yo trabajo a diario. Yo trabajo en peñas, en festivales, y lo que hago es flamenco tradicional. Necesitaba un disco en el mercado que reflejara mi verdadera identidad, que es el flamenco tradicional. Eso no quita que pueda hacer paralelamente otro tipo de cosas, como actuar con la Sinfónica de Sevilla, o, como el año pasado, que trabajé con un trío de jazz en Méjico. Pero ya te digo, mi día a día y mi pan están en el flamenco tradicional. Es lo que me gusta y es de donde no me quiero separar nunca más, porque es lo que realmente me llena, lo que llevo estudiando toda mi vida y me hace sentirme plena como artista.

​Como productores que arriesgáis vuestro dinero ¿habéis tenido que hacer Lito y tú alguna concesión para que el disco sea un poquito más vendible?

No, para nada. Nosotros empezamos el disco con la primera canción, la de Huele a mi agüela, ese fue el primer pilar que se puso del disco. Teníamos clarísimo lo que queríamos hacer, que fuera un disco netamente sevillano y trianero, sin más pretensión que contar lo que soy y de dónde vengo. Más vendible o menos vendible, ése no ha sido nunca el criterio. Estaba claro que el tema “Corral de los Judíos” tenía que ser una soleá apolá de Triana. Otro cante como la bambera, que más sevillano no lo hay, en homenaje a Pastora Pavón. Los fandangos, dedicados a Gordito de Triana, a Antonio de la Calzá y al Carbonerillo. Las sevillanas a Triana, en fin, un ramillete de cantes netamente sevillanos y, particularmente trianeros, lo que es mi herencia.

Nos llaman poderosamente la atención las letras.

Sí. Son letras muy cuidadas, casi todas originales, menos en la canción Esperanza la del Maera, que son de Lidia Caro y de Manuel Alejandro, temas que cantaba ella. Está esa letra de Antonio Ortega, y está Ángel Vela, muy presente en el disco, porque para mí Ángel Vela es Triana. Yo también he puesto mis cositas, y por supuesto Lito, y mi niña Carmela, que ha dado sus pinceladitas.

¿Y cómo ha sido trabajar con un marido y dos hijas?

Pues muy bien, porque con ellos es muy fácil trabajar, nosotros nos llevamos siempre todo el día juntos, nos peleamos, al rato nos besamos, tú sabes, como todas las familias. Son tres personas que aman la música por encima de todo, y mis niñas en concreto se han criado siempre en eso, en la música y en la cultura, que es lo que desgraciadamente en este país dejan siempre para lo último.

¿Cuáles han sido y son tus referentes en el flamenco?

Muchos. La banda sonora de mi vida es Camarón, como le ocurre a la mayoría de la gente de mi generación. Y después,  cuando escuchas a Camarón, y eres un poquito curioso, te preguntas: éste ¿de dónde ha aprendido a cantar? Hay cantaores que me vuelven loca, como El Carbonerillo, Caracol, Mairena, Pastora, Adela la Chaqueta, Juana la del Revuelo, Aurora Vargas. Y en mi casa somos muy guitarreros, Paco, Vicente, Tomate, Rafael Riqueni, que es nuestro guitarrista que llevamos por bandera. Por supuesto El Pele, y en el baile Manuela Carrasco, a esa gente hay que echarle cuenta, porque cuando se vayan, a ver cómo nos vamos a manejar.

 

 


Filólogo madrileño. Media vida en Sevilla. Centinela de las palabras. Lo jondo le acelera peligrosamente el corazón.

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