El Planeta, primera figura del cante gitano (y 2)
Segunda y última entrega de la SERIE ORO sobre Antonio Monge Rivero El Planeta. Aportamos inéditos datos biográficos del astro gitano, el primero de los cantaores andaluces con cierta fama. El Planeta era de verdad, existió, y fue un verdadero personaje, iniciador de una dinastía de artistas.
Manolo Caracol nos llevó a su tatarabuelo El Planeta y este, siguiendo a sus descendientes en Málaga, en un apasionante viaje en el tiempo, al genio del cante sevillano. Era una investigación que había que hacer algún día para aclarar algo fundamental para la historia del cante flamenco, aunque haya quienes no le den ninguna importancia a lo de poner orden en las genealogías flamencas, algo que para nosotros es fundamental.
Según el padrón de Málaga, Antonio el Planeta vivió veinte años en la tierra de La Trini, la mayor parte de su estancia en la céntrica calle San Juan, donde estaban los plateros, anticuarios, artesanos, impresores, etc. Era de profesión cortador, o sea, carnicero o tablajero, como dicen en Cádiz, con carnicería propia, en la que tenía empleados a dos de sus hijos, Francisco y Tomás, aunque este último era también de ocupación impresor, según un padrón de la época. El artista tuvo que ser de un nivel económico aceptable, porque durante algunos años tuvo incluso criadas, algo casi imposible en aquellos tiempos –mediados del siglo XIX– en una familia gitana. Una de sus criadas fue la malagueña Catalina Liñán.
«En aquellos años los cantaores no eran mediáticos, apenas se ocupaban de ellos los periódicos. Y desde luego no eran aún profesionales dedicados solo al cante»
La Calle San Juan es actualmente una de las más animadas de Málaga, desde que se hizo peatonal y se llenó de comercios. En los años en los que vivió en ella el Planeta con toda su familia –esposa, hijos y algún que otro agregado, como el también cantaor gaditano Lázaro Quintana Monge, su sobrino– era una calle también muy alentada. En la misma casa donde vivía Antonio Monge estuvo La Corona, que era paradero de merchantes y gente de la bohemia de la época. Había también una tienda de cristales de colores para nichos, además de alguna taberna y tiendas de comestibles. Era ya entonces una calle céntrica muy bien situada, cerca de la Alameda y de la calle Larios, de donde estaban los cafés, como el de la Loba, de Don Andrés Ruiz, en la Plaza de la Constitución, sin duda uno de los más antiguos de Málaga y de más historia flamenca, desaparecido el día 31 de marzo de 1902.
Según nuestros datos, el artista calé debió afincarse en Málaga a mediados de los años 30 del citado siglo, después de nacer su último hijo en Cádiz, el 8 de septiembre de 1834. El escritor polaco Carlos Dembosky, que viajó por España entre 1838 y 1840, lo sitúa en esta ciudad en 1838, describiendo una fiesta familiar, luego ya vivía en Málaga. Se refiere a él como un hombre obeso, que lo era, de cara redonda, según su pasaporte. Lo haría aprovechando que por aquellos años esta ciudad se convirtió en una de las mayores exportadoras de hierro –el cantaor fue herrero, al parecer, además de carnicero– y de que el comercio textil de los Larios y de la carne daban mucho trabajo en Málaga. Sin olvidar su puerto de mar, generador de riqueza, con importantes exportaciones de vino y aceite. Es significativo el dato de que viviera tantos años en un mismo domicilio, cuando lo normal en aquella época era que las familias cambiaran mucho de casa para recuperar el dinero que se solía dar como fianza para alquilar una vivienda.
El rey de los bravos cantadores
Por consiguiente, es más que probable que nuestro protagonista no residiera nunca en Triana, al menos de manera fija, desplazándose desde Cádiz o Málaga cada vez que alguien reclamara sus servicios como cantaor, como en el caso de la famosa fiesta que relató Estébanez Calderón en la popular calle Castilla de Triana, que fue publicada por primera vez en El Heraldo el 1 de diciembre del año 1842. Cinco años después, en 1847, apareció la famosa obra del escritor malagueño. El Planeta vivía todavía en la céntrica calle San Juan de Málaga.
Un año más tarde, en 1848, el Semanario Pintoresco Español publicó un bonito reportaje sobre un baile en San Juan de Aznalfarache, donde le llamaban Rey de los bravos cantadores. También en ese año vivía en Málaga, en el mismo domicilio. No obstante, la fiesta que relató Estébanez Calderón tuvo que tener lugar en 1838, cuando el autor malagueño, que firmaba con el seudónimo de El Solitario, era el gobernador de Sevilla. Podría ser que el Planeta estuviera viviendo en Triana en aquel tiempo, aunque no está documentado. Se habla incluso de que tuvo un hijo con una trianera, con una Bermúdez, aunque sin fundamento alguno. Seguramente, como era un gitano adinerado de la época, dedicado al lucrativo negocio de la carne, se movería mucho por Andalucía y el resto del país. De hecho, en Madrid se anunciaba su llegada en 1853 con cierto interés, acompañado por la cantaora María Borrico, la célebre hermana del Viejo de la Isla. Luego tuvo que ser un cantaor de cierto renombre y prestigio reconocido por los historiadores como maestro de figuras tan importantes como Antonio Ortega El Fillo y el no menos célebre Lázaro Quintana Monge, al que localizamos viviendo con él en su casa malagueña, en 1850, y cuyo oficio era también el de cortador.
«En sus primeros años como artista se le conocía sólo como Antonio Monge, o Sr. Monge. Así se le anunciaba en Cádiz»
En resumidas cuentas, se puede afirmar ya sin temor a equívoco alguno que Antonio Monge Rivero El Planeta era el tatarabuelo materno de Manolo Caracol, el bisabuelo de su madre, Dolores Juárez Soto, aunque esto se haya puesto en duda muchas veces. También que fueran de su familia otros artistas como el Fillo y, por tanto, su sobrino Tomás Ortega López El Nitri.
En sus primeros años como artista se le conocía sólo como Antonio Monge, o Sr. Monge. Así se le anunciaba en Cádiz. Lo del Planeta como sobrenombre artístico sería mucho después y, al parecer, se le apodó así en Málaga por ser muy aficionado a los astros, según la conclusión de algunos flamencólogos. De hecho, una de las escasas letras suyas que han trascendido hasta nuestros días es de una de las más primitivas y hermosas seguiriyas gitanas que se conocen en nuestros días:
A la luna le pío, la del alto cielo.
Como le pío, le pío,
que me saque a mi pare
de donde está metío.
Este hermoso cante, cuyo origen es la Toná del Entierro de Málaga, ha llegado hasta nosotros a través de Pepe Torres, el hermano de Manuel Torres y abuelo del actual cantaor sevillano José el de la Tomasa, quien la dio a conocer en la Antología del Cante Flamenco (Columbia, 1960) por iniciativa de Antonio Mairena, quien también la grabó llamándola ya del Planeta, así como Rafael Romero El Gallina. Según el testimonio de Antonio Mairena, este cante se lo enseñó a Pepe Torres su propio padre, Juan Soto Montero, que cantaba y que pudo muy bien habérselo escuchado al propio Planeta. No obstante, es una seguiriya que ha desaparecido del repertorio de los cantaores actuales, siendo de una belleza extraordinaria y enorme rareza musical. Nuestra opinión es que se trata de una antigua tonada fúnebre malagueña, la toná del entierro, esto es, una copla fúnebre.
«Tras meses de trabajo, podemos asegurar que el Antonio Monge Rivero al que tanto había investigado era el célebre Planeta, el gran cantaor gitano de Cádiz. (…) El Planeta era de verdad, existió, y fue un verdadero personaje, iniciador de una dinastía que artistas»
A pesar de todo lo localizado sobre Antonio Monge Rivero y su familia y de estar completamente seguros de que se trataba de el Planeta, daba cierto miedo cerrar esta investigación sin haber encontrado en alguna parte la prueba irrefutable de que estábamos ante el histórico cantaor gaditano. Nunca apareció su nombre en ningún periódico relacionado con el apodo, que se conozca. Siguiendo el rastro de su hijo Francisco en el padrón de Málaga, una vez muerto el artista, encontramos la prueba que necesitábamos. Su hijo aparecía como Francisco Monge Planeta, en vez de como Monge Bara. Como su padre ya había fallecido, en el padrón de 1859 utilizó su apodo en vez de su segundo apellido, quizás como homenaje al progenitor o porque el encargado de rellenar la hoja del padrón no conociera su segundo apellido y sí el apodo familiar. O porque confundiera apodo con apellido.
Tras meses de trabajo, ahora sí podíamos asegurar que el Antonio Monge Rivero al que tanto había investigado era el célebre Planeta, el gran cantaor gitano de Cádiz. Sin embargo, para asegurarnos todavía más, siguiendo a todos sus hijos encontramos empadronado en Málaga a uno de sus nietos, Tomás, que al final resultó ser Tomás Monge (a) Planeta, como le solían llamar en los periódicos de 1872 cuando iba de banderillero con los nietos de su paisano El Lavi.
Tampoco fue fácil encontrar el certificado de su muerte. Seguimos el padrón de Málaga hasta que apareció vacía su casa de la calle San Juan, en 1857. Al no aparecer viviendo con su hija Dolores, en la calle Santos, o con su otra hija, María Magdalena, en las calles Lagunillas y Granada, estaba claro que había fallecido en 1856. En efecto, Antonio Monge Rivero murió en su domicilio malagueño de siempre, el de la calle San Juan, el día 30 de septiembre de 1856 como consecuencia de “congestión cerebral”. Según el certificado de su muerte, el cantaor tenía 66 años de edad y era de ocupación “merchante”, esto es, vendedor sin tienda fija, ambulante. Aunque es posible que diga “marchante”, sinónimo de comerciante.
Tras un responso en la Parroquia de San Juan, que estaba justamente al lado de su casa, a escasos metros, su cadáver fue enterrado ese mismo día, suponemos que en el Cementerio de San Miguel, donde recibiría cristiana sepultura, porque el certificado del enterramiento de su cuerpo encontrado en el Archivo Municipal de Málaga carece de ese dato. Como era todo un personaje en Málaga, su entierro tuvo que ser repicado pero la prensa local de la época no se hizo eco de la luctuosa noticia, que hayamos podido encontrar. Suponemos que el Planeta, con cerca de 70 años, era ya un cantaor olvidado, dedicado a sus negocios y a disfrutar de sus nietos, de los hijos de Francisco, Dolores y María Magdalena, porque Tomás, que era «cómico» de profesión, estaba aún soltero en la muerte de su padre.
Los Planeta y los Ortega
Sus hijos continuaron en el negocio de la carne, siendo cortadores o tablajeros, es decir, carniceros. A eso se dedicaron los bisabuelos de Caracol, José Juárez García y Dolores Monge, domiciliados en la calle Santos. También su hija Magdalena, quien se casó con un alicantino de Jijona, Manuel Bretón, enviudando muy pronto y regentando ella sola una próspera tabla de carne en el número 128 de la calle Granada. Francisco Monge era también carnicero y tuvo un buen número de hijos con una malagueña, Isabel Fernández, entre ellos Tomás Monge El Planeta, conocido banderillero malagueño, y Francisco Monge El Guarrirro, casado con la bailaora Rita Ortega Feria, carnicero de jurdó y de mucha gracia. Tomás, el hijo pequeño del Planeta, se emparejó con una malagueña y se dedicó a la comicidad como oficio, aunque no llegó muy lejos y acabó también de tablajero.
Una hija del mayor de los hijos de Antonio Monge, Francisco, Manuela Monge Fernández, resultó ser la madre del bailaor Rafael Ortega y, por tanto, de Rita Ortega y Enrique el Almendro, puesto que se casó en Málaga con Manuel Ortega Feria, uno de los hijos de Enrique Ortega Díaz El Gordo, cruzándose de esta manera dos importantes familias flamencas, las del Planeta y los Ortega de Cádiz.
«El Planeta gozó de bastante predicamento como cantaor de romances, polos, serranas y seguiriyas. Tuvo que ser una referencia para cantaores posteriores como Frasco el Colorao, Antonio el Fillo, su sobrino Lázaro Quintana y los sevillanos Antonio Cagancho, Paco el Sevillano, Francisco la Perla, el Bizco Sevillano y Vergara»
Tras estos datos biográficos del astro gitano, el primero de los cantaores andaluces con cierta fama, cabe preguntarse si en realidad tuvo tanta importancia como cantaor, porque siendo de Cádiz, como ha quedado ya demostrado, apenas hay memoria suya en la Tacita, donde en cambio sí la hay de figuras históricas menores como Paquirri –que no era gaditano, aunque sí vivió en esta ciudad–, Curro Dulce, Enrique el Mellizo o Enrique Ortega Feria. Tampoco hay memoria del Planeta en Málaga, donde vivió los últimos veinte años de su vida. También es verdad que en aquellos años los cantaores no eran mediáticos, apenas se ocupaban de ellos los periódicos. Y desde luego no eran aún profesionales dedicados solo al cante. El Planeta no lo necesitó nunca porque el negocio de la carne lo convirtió en un gitano adinerado. Sin embargo, de lo que no hay duda es que gozó de bastante predicamento como cantaor de romances, polos, serranas y seguiriyas, y de que tuvo que ser una referencia fundamental para cantaores posteriores como Frasco el Colorao, Antonio el Fillo, su sobrino Lázaro Quintana y los sevillanos Antonio Cagancho, Paco el Sevillano, Francisco la Perla, el Bizco Sevillano y Vergara, que por edad pudieron escucharlo en más de una ocasión. También cantaores jerezanos como Manuel Molina, el Loco Mateo o Paco la Luz. Incluso los portuenses Juan el Cagón y José Perea, y es muy probable que igualmente María Borrico y Ramón Sartorio, de San Fernando.
Por tanto, el Planeta era de verdad, existió, y fue un verdadero personaje. Iniciador, además, de una dinastía de artistas. Al descubrir quién era, supimos que era tío de Lázaro Quintana Monge, nacido en Cádiz en 1802. Era hijo de su hermana Dolores. Que tuvo un hermano bolero de fama, el famoso Luis Alonso de Cádiz, el de Las bodas de Luis Alonso. Que fue también bisabuelo de Rita Ortega Monge y de sus hermanos artistas Rafael Ortega, el gran bailaor gitano, y del cantaor Enrique el Almendro. La dinastía llega hasta nuestros días, hasta la cantaora Salomé Pavón Sánchez, tataranieta de Gregorio Juárez Monge, el nieto del Planeta del que ya hablamos, quien por cierto vivió en la Alameda de Hércules de Sevilla hasta su muerte, ya en el siglo XX. Salomé es hija de Arturo Pavón, el pianista sevillano, y de Luisa Ortega, una de las hijas de Manolo Caracol.
Me van a permitir que el resto del abundante material que poseo aún sobre el Planeta lo reserve para un futuro libro.
▶︎ Ver aquí la primera parte de la SERIE ORO de El Planeta.
Gregorio 9 octubre, 2020
Muy esclarecedor.Muchas gracias.Es un placer seguir sus publicaciones.