¿Cultura del pueblo o paripé?
Una cosa es gestionar un festival de flamenco y otra bien distinta es programar, crear con cabeza y conocimientos. Una parte fundamental de la cultura andaluza es el flamenco, que, como dijo en una ocasión el cantaor y escritor Luis Caballero, es algo más que vino y copla. Añado que algo más que llenar recintos.
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En los últimos años vengo viendo con asombro lo caras que suelen ser las entradas para disfrutar del flamenco en Sevilla, sobre todo en la Bienal y en ese nuevo festival, Septiembre es Flamenco, que llaman ya La Bienalita, supongo que porque es más de lo mismo. Y no es solo porque haya una crisis brutal y debamos de tener esto en cuenta, sino porque el flamenco es cultura y el abuso de los precios impide a muchos acceder a ella, a la cultura, sobre todo a los jóvenes de los barrios sevillanos más deprimidos y atacados por la lacra del paro, quienes por lo que se ve solo interesan cuando hay que ir a votar en las elecciones. En este nuevo festival sevillano, que se quiere seguir haciendo cada año que no haya Bienal, echamos en falta muchas cosas y una de ellas es más promoción de jóvenes valores, que no se programe casi siempre a los mismos, a artistas con tirón comercial. En los pueblos de Sevilla hay muy buenos intérpretes del cante que merecerían estar en este tipo de festivales, llevaran a más o a menos aficionados. Me refiero a pueblos como Lebrija, Utrera, Mairena, la Puebla de Cazalla o Los Palacios, por citar solo unos cuantos. Lo fácil es sentarse un rato y componer un cartel con nombres conocidos, aunque en ocasiones, estos carteles los hacen los representantes artísticos y no el director del festival, como ocurre en la Bienal.
Una cosa es gestionar un festival de flamenco y otra bien distinta es programar, crear con cabeza y conocimientos, abrir las propuestas y saber qué hay que llevar en cada momento. Eso es dirigir un festival, entre otras muchas cosas. Pero mientras haya público para llenar recintos a 25 euros la entrada por hora y media de espectáculo, esto seguirá igual. Y esta es la política cultural del Ayuntamiento de Sevilla, gobierne quien gobierne. Una ciudad, cuna del flamenco, en la que luego cierran peñas flamencas de solera en la Macarena o en Triana y en la que no hay un buen centro de documentación para que se informen los investigadores y los aficionados. Alguna vez he dicho que los sevillanos no conocen la historia del flamenco en esta ciudad de tanta importancia para el arte jondo, y lo vuelvo a decir. Los sevillanos, una gran mayoría de ellos, no saben de verdad quiénes fueron Silverio, la Campanera o el Maestro Pérez. Desconocen cómo comenzó todo, qué artistas fueron fundamentales en la creación de lo que hoy llamamos flamenco o qué empresarios contribuyeron a que la capital andaluza fuera ya en el XIX la ciudad más flamenca del mundo.
A nuestros políticos se les llena la boca de cultura cuando hablan de flamenco, pero no aportan nada a la investigación y creen que con organizar la Bienal, por poner un ejemplo, están más que cumplidos. Un festival al que no tienen acceso muchos jóvenes por el abusivo precio de las entradas o porque no las saben comprar por Internet y cuando acuden ya está todo el papel vendido a los de fuera, que es para quienes se programa en realidad. Y como se agotan las entradas en la mayoría de los espectáculos, con eso se dan por contentos, como si fueran empresarios de la farándula y no personas elegidas por el pueblo para que gestionen bien, entre otras cosas, la cultura. Y una parte fundamental de la cultura andaluza, en este caso sevillana, es el flamenco, que, como dijo en una ocasión el cantaor y escritor Luis Caballero, es algo más que vino y copla. Añado, que algo más que llenar recintos.