Jerez sin zambombas, un diciembre distinto
En Jerez no solo brillan la Feria del Caballo o la Semana Santa, también destacan las populares zambombas. Este 2020 las calles estarán más vacías que nunca y el ciudadano se lamentará de lo que pudo haber sido y no fue.
La pandemia lleva sacudiendo a la sociedad y a las fiestas populares de toda España desde el mes de marzo, con las consecuencias tanto anímicas como económicas que todos conocemos. Este país ha defendido históricamente sus tradiciones, aunque en estos momentos existan corrientes que detesten todo lo que huela a origen y costumbre.
Algunas de estas celebraciones se han convertido en reclamo allende las fronteras de cada pueblo o ciudad, llegando a convertirse en principal fuente de ingresos para las arcas públicas y privadas de la zona durante un periplo del calendario. Verbigracia, el Carnaval de Cádiz o los Sanfermines.
En Jerez no solo la Feria del Caballo o la Semana Santa brillan por su especial atractivo y personalidad. También destacan las populares zambombas, acontecimiento que hace décadas no eran más que unas reuniones íntimas en las que se compartían coplas de Nochebuena alrededor de una candela.
«En 2020 no habrá abrazos fraternales, ni bailes divertidos de quienes no saben, ni pestiños de mano en mano, ni esa alegría que inunda Jerez cada mes de diciembre y que la hace ser la ciudad más flamenca del mundo»
El revulsivo llegó a principios de este siglo, cuando hizo más que efecto el trabajo realizado por la Cátedra de Flamencología de Jerez y artistas como Parrilla de Jerez desde 1982 , fecha en la que se publica la primera entrega de la serie Así Canta Nuestra Tierra en Navidad, auspiciada por la Caja de Ahorros de la ciudad. Este discreto apunte define el caldo de cultivo creado por tantos perfiles –Juan Pedro Aladro, Antonio Murciano, Manuel Ríos Ruiz…– que apostaron por este corpus lírico y que hoy es indispensable para que se pueda entender el boom de las zambombas.
Son también otros, a mi entender, los motivos por los que la juventud asume como suyo el compromiso de mantener y aportar sus propias creaciones a lo ya otros grandes habían dejado. Uno de los factores favorables para considerar el calibre de estas fiestas en la actualidad fue la celebración de la zambomba de la Federación Local de Peñas en el Teatro Villamarta. En 1999 fue la primera con la Peña Tío José de Paula, para que un año más tarde llegara Fernando Terremoto dejando para siempre un sello único, innovador y fresco con el que se identificó gran parte de los jerezanos. Fue crucial la retransmisión televisiva del espectáculo, pues en aquel entonces Internet no tenía la presencia que hoy tiene y ni siquiera la tv contaba con tantos canales. El impacto fue brutal.
No es este un recorrido por la historia del villancico jerezano, ni un repaso por los hitos que han marcado el devenir de estos encuentros populares, aunque sí se pretende contextualizar el éxito de este fenómeno cultural.
Anualmente Jerez recibe a miles y miles de foráneos cada fin de semana de diciembre, siendo el Puente de la Inmaculada (que diría un católico) o el de la Constitución el más concurrido. Es imposible aparcar desde bien temprano, los restaurantes y bares disfrutan de las salas a reventar, lista interminables de espera para sentarse a comer, la programación del Villamarta –mucho más extensa que hace una década– con todo el papel vendido, cada rincón suena a pandereta, alegría y sonrisas en los rostros, ropa de abrigo, vino dulce…
Empero, este año nada de eso va a poder celebrarse. Algunos espectáculos previstos en el teatro ya han decidido aplazarlo para el año que viene, concretamente el de la propia Federación de Peñas (que dirigía Juan Manuel Moneo), el de Antonio Malena titulado Nochebuena de los Grandes, y el de Pepe del Morao, bajo el nombre Suena Jerez en Navidad. Continúan en programa el de Tomasa ‘La Macanita’ (19 de diciembre) y el de Luis de Perikín (26 y 27 de diciembre). Todo sea por el control de los contagios, que lógicamente es lo primero. Este 2020 las calles de Jerez estarán más vacías que nunca y el ciudadano se lamentará de lo que pudo haber sido y no fue, siendo por fin consciente de la grandeza de esta fiesta que nació de la espontaneidad de unos vecinos que en el día de Nochebuena hicieron deslizar sus manos por un carrizo, golpear una sonaja o pasear un tenedor por una botella de anís una vez bebida.
Este año todo será distinto. Ni habrá abrazos fraternales, ni bailes divertidos de quienes no saben, ni pestiños de mano en mano, ni esa alegría que inunda Jerez cada mes de diciembre y que la hace ser la ciudad más flamenca del mundo.