Décimo aniversario de la Declaración (y 3): testimonios de los flamencos
Tercera y última entrega de nuestro informe sobre el décimo aniversario de la declaración de la Unesco al Flamenco como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad. Nuevos testimonios de artistas, periodistas y aficionados.
Merche Esmeralda (bailaora)
Yo lo del patrimonio de la humanidad lo veo con orgullo. Es lo más maravilloso que le puede pasar al flamenco, siempre que eso signifique que se va a respetar y se le va a dar un tratamiento especial como siempre ha sido. Se va a mostrar al mundo el alma del pueblo andaluz con sus raíces, su tradición, sus formas. Si eso es así, por supuesto que es bienvenido. Si por el contrario esa declaración se utiliza para invenciones u otras creatividades que utilizan ese camino, eso ya no me gusta tanto. Es decir, la declaración no sería un premio, sino una forma de que lo utilice cualquiera. El flamenco no es de ahora, es de siglos. Salió de un escoldo, algo pequeño, y fue agrandándose hasta nuestros días. Eso es difícil de conseguir. Es una tradición, un sentimiento, una sociedad.
Mariángeles Carrasco (exdirectora del Instituto Andaluz del Flamenco)
La declaración significó un reconocimiento y una reivindicación de la importancia de nuestra principal seña de identidad cultural. Confirmaba y reforzaba el papel institucional, que asumía una batería de compromisos para continuar con su salvaguarda y difusión. Creo que la valoración a nivel general es positiva. El apellido no le ha hecho ningún mal, sino todo lo contrario. Pero entiendo que en el análisis individual de sus protagonistas sea más complicado de ver. La Unesco no aporta dinero o contratos. La Unesco aporta obligaciones. Pero se han recuperado muchos festivales, se ha avanzado en tema educativo, tenemos un máster interuniversitario, ha crecido la internacionalización. En breve serán realidades, espero, el Museo del Flamenco y los centros de Interpretación de Camarón y Paco de Lucía. La Admistracion debe cumplir y no se debe menospreciar, sino exigirle que cumpla.
«Menos reconocimiento y más acciones con hechos por y para el flamenco. Menos rollo y más manteca al bollo» (Fyty Carrillo)
Carmen Ledesma (bailaora)
Estoy muy orgullosa de que el flamenco sea Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad. Todos estamos orgullosos de que hicieran ese nombramiento a una cultura tan grande y tan milenaria como el flamenco. Pero, ¿de qué nos sirve? La realidad, de poco. Si han tenido que cerrar, lo primero que cierran son los teatros, las peñas flamencas, los tablaos… Todo lo que significa el arte flamenco. Le dan un nombre, una posición muy alta a nivel mundial. Pero la realidad en España es otra. Tanto que valoran por ahí a nuestra cultura, nuestras músicas, y los que estamos aquí no estamos valorados. Para mí el flamenco es parte de mi alma. Para mí no es un negocio. Es mi cultura, mi vida. Ahora no puedo enseñarlo, protegerlo. Chocamos con las instituciones, que nos cierran los sitios. Por mucho que nos unamos, estamos amarraos de pies y manos. Por eso, aunque fuera importante recibir aquel título, se ha quedado en solo una palabra. Si no es por el extranjero, estas músicas y estas culturas no salen p’alante. No tenemos ayudas de nadie. Es un sector muerto. La mitad de la gente que vive de esto, que es su vida, no tienen nada. Nosotros somos los que hemos conseguido ese título, gente como yo que cogemos aviones para llevar el flamenco a otros países. Hemos hecho que esta cultura se abra al mundo entero. La cultura del flamenco no es solo técnica y disciplina. Es unión, respeto, humildad, familia.
José de la Tomasa (cantaor)
Yo no opino de lo que no existe.
«La Unesco no nos ha felicitado ni siquiera la Navidad, que al menos sería un detalle. El flamenco y los flamencos están salvando el pellejo porque son supervivientes natos. Lo fueron hace siglo y medio y lo son también ahora» (Manuel Bohórquez)
Juan José Jaén El Junco (bailaor)
Yo no he notado nada. Yo creo que eso es un papel que se ha firmado y se ha guardado en un cajón. Es ponerle un apellido. Antes se llamaba Flamenco y ahora, Flamenco Patrimonio Inmaterial de la Humanidad. Para el reconocimiento está bien, pero se debería haber notado más. Sobre todo ahora, con la pandemia. A la Cultura la tienen olvidada. Ves los porcentajes de contagios en sanidad, hostelería, turismo… ¿Y la Cultura? La música, el cine, el teatro, la música… El flamenco es el gran olvidado, el gran perjudicado de esta pandemia. El flamenco se mueve por el turismo, en el avión. Si no hay eso, no hay nada. La declaración de Patrimonio no ha demostrado nada. Seguimos igual, sin que nos echen cuenta.
Fyty Carrillo (guitarrista flamenco)
Opino que menos reconocimiento por escrito y más acciones con hechos por y para el flamenco y los artistas por parte de la Unesco y quien corresponda. En definitiva, menos rollo y más manteca al bollo.
«El flamenco está en la UCI. Si no le damos al enfermo lo que realmente necesita, difícilmente saldrá de ahí. Sigue vivo gracias a personas que aman al flamenco, pero le auguro un futuro bastante negro. Espero equivocarme» (Antonio el Jaraqueño)
Miguel Ángel Jiménez (escritor de Puente Genil)
Para mí, la declaración del flamenco, por la Unesco, como Patrimonio Inmaterial de la humanidad ha demostrado ser un fraude. El flamenco ya llevaba más de un siglo paseándose por el mundo causando admiración allá donde se exhibía. No es que sea desagradecido, pero padecemos un profundo complejo de inferioridad creyendo que la Unesco nos da categoría. El flamenco no necesitaba tal reconocimiento para tener la altura y profundidad cultural que ostenta, y no adivino en qué ha podido beneficiar ese nombramiento al flamenco en origen, sí, en origen, que es donde debemos mimarlo. Solo ha servido para la propaganda política y postureo de la Administración, que diez años después ha demostrado que todo ha quedado en fuegos artificiales, pues no ha existido compromiso real para trabajar en beneficio de lo nuestro. El que nos quedemos con caras de tontos una vez más hace que la sensación de timo aflore con facilidad.
Antonio el Jaraqueño (cantaor y docente de Huelva)
Desgraciadamente, al flamenco le ha servido de muy poco la declaración de Patrimonio de la Humanidad. Creo que el flamenco necesita un cambio radical, y lo necesita urgentemente. El flamenco está en la UCI y si no le damos al enfermo lo que realmente necesita, difícilmente saldrá de ahí. No obstante, gracias a personas que aman al flamenco, el flamenco sigue vivo. Le auguro un futuro bastante negro. Espero equivocarme.
«Trabajo digno para todos, categoría, reconocimiento internacional, buenos micros, camerinos, crítica sedosa, etc. Qué bien, ya mismo llega. Solo diez años llevamos, ya nos quedan setenta nada más. No me cabe tanta alegría. Viva la declaración… de lo que sea» (Gregorio Valderrama)
Fernando González Caballos (periodista flamenco, productor)
A efectos de lucimiento y de roneo ha sido muy útil para la definitiva politización de la cultura popular más importante del sur de Europa. A efectos prácticos basta ver la falta de unidad del sector y el abandono en el que se encuentran artistas, técnicos y empresas ante una situación como la actual. Que el Instituto Andaluz del Flamenco no tenga director en el momento en el que más falta hace creo que resume perfectamente la realidad del género.
Felipa del Moreno (cantaora)
Hemos conseguido poner arriba el flamenco, como parte de nuestra identidad, nuestra cultura. Pero se ha quedado solo en un nombramiento. Creo que necesitamos darle un poco más de valor nosotros, los propios artistas y las comunidades donde el flamenco crece, y las instituciones, que cuentan con muchas posibilidades para ponerlo en el sitio adecuado.
Francisco Cuaresma Arreciado (aficionado, médico onubense)
No le faltaba razón a la Unesco. Si se considera que la cultura de los pueblos es vehículo y señal de los mismos, el flamenco es inequívocamente el mayor puntal y faro expresivo de la cultura andaluza. Una música que nació en el seno del pueblo andaluz, y ha sido transmitida por generaciones en esta geografía, hasta muy avanzada su historia, en los estratos sociales más desfavorecidos. Por ello, es propiedad de la población andaluza y seña de identidad de la misma, no de ningún grupo racial como se ha pretendido. Nuestra obligación, sin ir más lejos, siempre es pues proteger, estudiar y difundir este arte. El flamenco gusta a cada vez más gente en el mundo –flamenco y no sucedáneos, me refiero–, y si bien en las dos segundas misiones, estudiar y difundir, hemos hecho los deberes con rigor, la primera y esencial: la protección ha quedado mermada en mi opinión. La música clásica, de forma internacional, se planteó inicialmente estas mismas empresas para su transmisión, como señal atávica de una sociedad privilegiada al contrario del flamenco, y por ese motivo se ha protegido durante siglos –también en contraposición– en “conservatorios”. Así pues, podemos disfrutar hoy día de ella tal y como fue creada. Ello no implica evolución, puesto que crear ya lleva implícito evolucionar. Nosotros los andaluces, si queremos de verdad conservar este arte tan identificador de nuestra cultura, deberíamos poner más énfasis en conservarlo como nos fue legado y evitar derivas fraudulentas que puedan socavar su disfrute tal cual a generaciones futuras. Ojalá perviva por los siglos de los siglos.
«No adivino en qué ha podido beneficiar ese nombramiento al flamenco en origen, que es donde debemos mimarlo. Solo ha servido para la propaganda política y postureo de la Administración. Diez años después, todo ha quedado en fuegos artificiales» (Miguel Ángel Jiménez)
Pepa Molina (bailaora, profesora en Sídney, Australia)
El Flamenco como Patrimonio de la Humanidad me pilló cuando aún estaba en España. La verdad es que sí fue un paso importante para el flamenco a nivel institucional. También respecto a programación, visibilidad institucional en el plano internacional. Pero ahora que me encuentro en el extranjero, trabajando y promoviendo este arte, la declaración es un argumento para valorar el flamenco, sobre todo en lugares donde no es popular, como aquí en Australia, donde hay un gran desconocimiento. Por tanto, la declaración es un valor añadido a un arte que ya está muy arraigado en una tradición centenaria.
Antonio Conde González-Carrascosa (flamencólogo granadino)
El flamenco como servidumbre de la nueva aristocracia española: los políticos. Flamenco patrimonio de la humanidad y/o de las instituciones público-políticas que se han erigido en dueñas y señoras de las actuaciones relacionadas con el nombramiento para beneficio propio y partidista. Triste realidad que, tras diez años, es la lectura que cualquier aficionado, artista o empresario del sector observa. Nulas inversiones en investigaciones/publicaciones para conocer más sobre este arte, nulas inversiones en una estructura jurídica y social que defienda los intereses de los artistas (salvo una iniciativa privada, Unión Flamenca), nulos resultados que indiquen los beneficios del nombramiento. Empero, ventajas del nombramiento: club selecto de artistas que bajo el amparo y el paraguas del partido de turno trabajan cual funcionarios de la Junta de Andalucía actuando en los eventos de partidos y programas financiados con fondos públicos. En definitiva, un cambio de nombre sería más real: Flamenco, patrimonio de la política.
«El apellido no le ha hecho ningún mal, sino todo lo contrario. Pero entiendo que en el análisis individual de sus protagonistas sea más complicado de ver. La Unesco no aporta dinero o contratos. La Unesco aporta obligaciones» (Mariángeles Carrasco)
Gregorio Valderrama (cantaor e investigador)
Han transcurrido diez años, desde que se lanzaron las campanas al viento en señal de inmensa alegría por la proclamación del flamenco como Patrimonio Inmaterial de la Humanidad. Muchos estamos todavía haciendo sitio para guardar las prebendas y beneficios que tal declaración va a reportar a los profesionales y por ende al propio flamenco. Trabajo digno para todos, categoría, reconocimiento internacional, buenos micros, camerinos, crítica sedosa, etc. No sé si sabré vivir con tanto. Qué bien, ya mismo llega. Solo diez años llevamos, ya nos quedan setenta nada más. Bravo. No me cabe tanta alegría. Viva la declaración… de lo que sea. ¿De qué iba esto? Hace tanto que se me ha olvidado.
Manuel Bohórquez (crítico flamenco, director de ExpoFlamenco)
No se puede negar que al flamenco le vino bien porque, aunque creamos lo contrario, existen millones de personas en el mundo que no sabían lo que es el flamenco. En la última década ha cambiado el panorama y el flamenco es ya un arte internacional reconocido en casi todos los rincones del planeta. Los artistas, los profesionales, se creían que se iban a forrar con las subvenciones de la Unesco. Los investigadores, como yo, pensamos que al fin podríamos recibir ayudas para investigar y poder publicar nuestros libros sin necesidad de tener que tocar nuestros raquíticos sueldos o arrastrarnos en las instituciones pidiendo ayudas. Nuestro gozo en un pozo. Aquí solo las hay para los que se pegan como lapas a la política. La Unesco no nos ha felicitado ni siquiera la Navidad, que al menos sería un detalle. El flamenco y los flamencos están salvando el pellejo porque son supervivientes natos. Lo fueron hace siglo y medio y lo son también ahora. No obstante, es justo destacar el trabajo que llevaron a cabo muchas personas para que le Unesco reconociera al flamenco como lo que es, un arte maravilloso que representa a Andalucía en el mundo.
Imágenes: recital de Amparo Ramos en el Festival Arrate, Priego de Córdoba, abril 2019. Fotos: perezventana
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