¿Usted conoce a Peret? – Las cozas (III)
«¿Usted conoce a Peret?» ¡Claro!, contesté. No en vano, mi estancia en Cuba se debía a querer investigar la presencia de la música cubana en la española. «Pues dígale de mi parte que gracias por cantar tan bien todas mis canciones». Era el gran Walfrido Guevara.
Tercera entrega de la serie de artículos donde voy compartiendo anécdotas vividas durante medio siglo de amor y dedicación a la música. La que traigo hoy ocurrió en 1990, en el año que, tras mi década vienesa, decidí irme a vivir a Cuba, para compensar el ineludible ramalazo austriaco que se había instalado en mi cabeza con un poco de sandunga y así volver a mi ser natural, un gallego de Vigo. Ocurrió en Santiago de Cuba, en la Casa de la Trova de la capital de Oriente. Por entonces yo vivía en la preciosa aldea del Caney, capital frutícola, famosa por su mango de Toledo, mango bizcochuelo, de mamey, frutabomba, piñas dulces como azúcar y demás tesoros de la tierra cubana que, por entonces (período especial primera fase), era lo único que había para comer. El Caney había sido inmortalizado por el gran Ñico Saquito en su guaracha Frutas del Caney y yo tenía alquilado un cuartito en la casita de un matrimonio. Estaba en Santiago trabajando con el gran musicólogo Danilo Orozco, que en gloria esté, doctor suma con laude en la Humboldt de Berlín y maestro mío durante aquel año cubano.
Al grano. En 1990 un español en Santiago era poco menos que una rareza y la sociedad musical de aquella capital se volcaba conmigo. Íbamos a un concierto y el director me dedicaba un número. Estábamos escuchando un coro y de nuevo me agasajaban. Yo estaba en el cielo a pesar de tener que atarme los pantalones con un cordel de los kilos que había perdido desde mi llegada a la Perla del Caribe. Un buen día, Danilo me llevó a la casa de la trova, mucho antes de que la convirtieran en un lugar para turistas. Allí, a diario, se juntaban más viejos que jóvenes a echar sus décimas improvisadas, lo que ellos llaman controversias. No tardaron en percatarse de mi presencia y enseguida comenzaron a dedicarme sus letras. Confieso haber contenido la emoción y las lágrimas ante tanta muestra de afecto. Fue entonces cuando se acercó a mí un chaparrito de metro y medio de estatura y me preguntó:
— ¿Usted conoce a Peret?
— ¡Claro!, contesté.
No en vano mi estancia en Cuba se debía a querer investigar la presencia de la música cubana en la española, estudios que acabaron derivando en el tema de mi último libro, treinta años después, América en el Flamenco. El cubano me dijo, con toda tranquilidad y desparpajo, sin el más mínimo resquicio de ironía:
– Pues dígale de mi parte que gracias por cantar tan bien todas mis canciones.
Y se fue. Pregunté entonces a Danilo que quién era aquel hombrecito. Y, con ademán de ¡parece mentira que no lo conozcas!, me dijo:
— Es el gran Walfrido Guevara. Autor de…
Y empezó a enumerar sus más famosas guarachas: La juma de ayer, Cinturita, Que no muera el son, Aprieta en el rincón, La fiesta no es para feos. ¡Ea! ¡Alto ahí! ¿Que ese tremendo éxito de Peret es composición de este hombre? Enseguida me pregunté, a la vista del paupérrimo estado de las ropas que portaba aquel viejo maestro:
— ¿Y no ha cobrado nunca derechos de autor de esa popular “rumba catalana”?
«De haber tomado el camino de las leyes, hubiera acabado defendiendo los derechos de autor de los cientos de autores cubanos que por causa de la Revolución han dejado de percibirlos al quedar fuera del circuito de la industria»
Pude hacerme con el single original de 1966 grabado en Discophon por Peret y, junto a la famosa guaracha del colombiano Guillermo González El muerto vivo aparece efectivamente W. Guevara, arr. Peret. La cuestión es si al compositor cubano le llegarían los derechos de autor de las ventas de aquel éxito. Supongo que no. Los derechos de la guajira/son de título Guantanamera los estuvo cobrando durante décadas Pete Seeger (Martí, music adaptation by Ángulo/Seeger) antes de que pasaran, por intermediación de Teddy Bautista, a su autor Joseíto Fernández. Dos años después, en 1968, fueron Los hermanos Calatrava quienes grabaron la guaracha de Walfrido, y de nuevo aparecía su nombre. Después vinieron otras versiones y el nombre del autor fue desapareciendo. La grabó la Sonora ponceña para Fania y ni rastro del autor.
La fiesta no es para feos apareció en 1960 en un disco de Ramón Veloz con Los Guaracheros de Oriente, en el sello cubano Panart Nacionalizada. Supongo que a Guevara dejaron de llegarle derechos que se fueron quedando por el camino, como ocurre en tantas ocasiones.
Algo así ocurrió con Sarandonga de Lorenzo Hierrezuelo y Francisco Repilado, para el arte Compay Segundo, el Dúo Los Compadres, compuesta y grabada en los primeros años cincuenta. En 1966 graba esta popular guaracha Antonio González El Pescaílla y no aparecen sus autores, sino D.R., derechos reservados, lo que suele aparecer cuando se desconocen.
Y resulta que en 2001, me llaman de SGAE para decirme que allí estaba Lolita, hija de la gran Lola y Pescailla, queriendo registrar Sarandonga desconociendo a sus autores y creyendo que era de su padre. Di el nombre de sus autores y así aparecen por fin en el disco con adaptación de Lolita.
Desde mi más tierna infancia elegí la música como forma de vida, por vocación, y con no poco esfuerzo he logrado vivir dignamente de mi trabajo como músico y en las últimas décadas como musicólogo. Sin embargo, de haber tomado el camino de las leyes al que me veía abocado por mi familia, hubiera acabado defendiendo los derechos de autor de los cientos de autores cubanos que, por causa de la Revolución, han dejado de percibirlos al quedar fuera del circuito de la industria, aprovechando las grandes firmas editoriales ese descomunal talento para ganar millones con la obra de compositores que entre 1920 y 1959 aparecían en las principales listas de éxitos de todo el mundo, sones, rumbas, guarachas, canciones, danzas, boleros, chas, mambos, y una ingente cantidad de creaciones de uno de los pueblos más fructíferos en cuestiones musicales de los que en el mundo son y que, en general, los ha puesto, “sin querer”, “mirando pa Rota”. Las cozas.
Imagen superior: Walfrido Guevara – vídeo On Cuba
→ Ver aquí las entregas anteriores de la sección A Cuerda Pelá de Faustino Núñez en Expoflamenco