Parecidos razonables (y V): los tanguillos lentos
¿Cómo ocurrió? ¿Cómo se hizo el milagro? ¿Cómo logró un género mulato como el tango de negros entrar en el sacrosanto repertorio del jipío con sentimiento?
Desde siempre, en los libros que leí sobre flamenco, cuando se referían a los tientos la frase más repetida era: “los tientos son los tangos lentos”. Y así lo tenía asumido y así lo fui repitiendo como una cacatúa sin pararme a pensar si realmente era cierta tal aseveración por todos aceptada. No obstante, confieso que en este asunto siempre tuve la mosca detrás de la oreja, ya que tiendo de forma natural a ser bastante incrédulo. Escuchando a Melchor de Marchena, uno de mis referentes a la hora de estudiar los entresijos de la música jonda por su pureza (léase autenticidad) tocando la sonanta, acompañando el cante de Pastora, Caracol, Mairena. Melchor siempre es de fiar, advertí pronto que algo no cuadraba en la afirmación de que los tientos son los tangos lentos.
Deseo evitar ponerme muy técnico, pero hay un tema de enorme interés que me hizo descubrir mi amigo el musicólogo y violonchelista cubano Rolando Pérez: la binarización de los ritmos ternarios o cómo un compás de 6/8, binario de subdivisión ternaria, compás de dos partes de tres pulsos cada una (1-2-3/1-2-3) puede con el transcurrir del tiempo y al mudar de lugar acabar convirtiéndose, por mor de la binarización, en un 2/4, compás binario de subdivisión binaria (1-2/1-2). Y ese es el quid de la cuestión de este artículo.
El entuerto quedó resuelto cuando se editaron en CD las antiguas grabaciones de cilindros de cera, los míticos registros de El Mochuelo, Pena padre, Rafael el Moreno, Garrido de Jerez, aquellos pioneros de la música flamenca grabada y que tantas pistas nos han dado sobre la gran transformación estética que se produjo en la música flamenca durante el cambio de siglo. Muestra evidente de cómo evoluciona un género musical adaptándose continuamente a los tiempos. Cómo, lejos de permanecer intacta, la música, como la materia, ni se crea ni se destruye, solo se transforma. Y esos cambios quedan evidenciados en las grabaciones discográficas, de ahí que sean una fuente precisa y preciosa para el análisis. Mucho más que las fuentes hemerográficas, iconográficas de distinto signo, bibliográficas, etc. Las grabaciones de imagen o de sonido de las que conservamos por fortuna un inabarcable tesoro preservado gracias en buena parte al tesón de los aficionados.
«Todo apunta que así nacieron esos tangos pioneros del repertorio. Una vez abierta esa puerta, una vez iniciado el proceso de cantar por to lo jondo sobre el compás binario del tango americano, ya fue un no parar»
Y digo que quedó resuelta la cuestión cuando en los tangos de los tientos grabados en los últimos años del siglo XIX y primeros del XX se aprecia con toda claridad que lo que hacen los guitarristas que acompañan el dicho cante en realidad no son tangos lentos sino tanguillos lentos. Revelando con diáfana claridad cómo se produjo la entrada del tango americano en el repertorio jondo. Cómo, en un género como el flamenco, donde predomina el compás temario, pudo el binario propio del tango procedente de Cuba, en su versión gaditana, acabar siendo el pasaporte de entrada de esa música pícara y bullanguera al universo selecto de la música jonda. Pero ¿cómo ocurrió? ¿Cómo se hizo el milagro? ¿Cómo logró un género mulato como el tango de negros entrar en el sacrosanto repertorio del jipío con sentimiento?
El proceso de adaptación no fue del todo complicado, el mismo camino lo adoptaron otros estilos: las cantiñas en modo mayor versus las soleares en modo flamenco, las cabales en modo mayor versus las seguiriyas en modo flamenco, los tangos gaditanos en los modos mayor y menor versus el tango de los tientos en modo flamenco. Cuando metes en el tono por medio el tango de Cádiz, vulgo tanguillo, lo que obtienes es el tango de los tientos, y si quieres dotarlo de la adecuada hondura que precisa todo estilo flamenco que se precie de serlo deberás ralentizar el tempo, tocarlo más pastueño, más pausado, con tiento.
Y todo apunta que así, estimado lector, nacieron esos tangos pioneros del repertorio. Una vez abierta esa puerta, una vez iniciado el proceso de cantar por to lo jondo sobre el compás binario del tango americano, ya fue un no parar, primero las canciones binarias, que las hubo y las hay, de los gitanos de Graná, de Triana, Málaga y Extremadura, acelerando el aire y binarizando el ritmo (de 6/8 a 2/4) el corpus del cante, toque y baile flamenco se dotó de forma magnífica de variantes de tangos locales que vienen haciendo las delicias del respetable desde hace un siglo. Y ya puestos se hizo lo propio con los tientos en modo menor conocidos como farruca, o los tangos cantarines en modo mayor o garrotín, el desdoble rítmico de los tangos o rumba, y el tango lento de delicados tonos arrabaleros que llamamos milonga y vidalita, o aquellas guajiras por tangos que Marchena tituló Mi Colombiana. Que todos estos forman un grupo de estilos derivados del tango americano que ha logrado encaramarse como uno de los más preciados del repertorio. Y así ocurrió también con ese cante levantino por tientos que llamamos taranto que, para ser bailado, la gran Carmen Amaya dejó que aflorara el compás binario que permanecía oculto en su fuero interno.
En la tarea de convertirse al flamenco, para dar el paso de canción a cante al que nos hemos referido en otros artículos de esta serie de ExpoFlamenco, una de sus estrategias principales se basa en adoptar la muy eficaz manera de acompañar a la guitarra los cantes con los acordes que forman la singular cadena que me gusta denominar modo flamenco, como alternativa al impreciso frigio o el feísimo frigiomayorizado. Cualquier canción que se deje armonizar de esta guisa tiene ganado el cielo jondo y más pronto que tarde logrará el pasaporte para entrar a formar parte de la selecta familia de los estilos flamencos. Todo un honor. Y ese fue el camino que recorrieron los simpáticos tangos gaditanos, o tanguillos para los flamencos, para hacerse tientos con la mencionada ralentización del tempo musical, otro aliado de esas canciones que quisieron optar, entre 1890 y 1910, dar el paso para vestirse de largo, abandonar su patria chica y hacerse universales por obra y gracia del cante jondo.
Imagen superior: Van Yido – Unsplash
→ Ver aquí las entregas anteriores de la sección A Cuerda Pelá de Faustino Núñez en Expoflamenco
francisco en Paris 10 noviembre, 2022
Otra gran entrega del Nuevo testamento Flamenco.
Bravo, profesor!