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Parecidos razonables (III): soleares vs petenera

Cuesta la vida misma a amplios sectores de la afición jonda aceptar la influencia americana en el género y más aún si esa influencia se evidencia en sacrosantos estilos como es el que nos ocupa, la soleá.


«¡No ha puesto el Sol-Do! ¡No ha puesto el Sol-Do!», gritaba por el pasillo que rodea los palcos de la segunda planta del Gran Teatro de Córdoba. Con los ojos desencajados repetía «¡No ha puesto el Sol-Do!». Aquel año tuve la dicha de ser jurado del concurso nacional junto a Agustin Gómez, Fosforito y el protagonista de este párrafo, nuestro gran maestro Manolo Sanlúcar, que nos dejó el pasado 27 de agosto. Al principio no caía, no entendía a qué estaba refiriéndose, hasta que le pregunté: «¿Qué pasa, Manolo?». Me miró a los ojos y me espetó: «Que no ha puesto el Sol-Do». El concursante al que se refería se presentaba al premio Juan Habichuela al acompañamiento al cante y lo acababa de hacer por soleá. Y claro, en todos los cantes por soleá, sin excepción, el remate del cante, como ocurre en tientos, tangos, bulerías y algunas seguiriyas, la cadencia final se hace, por arriba, sobre los acordes Sol-Do para finalizar con Fa-Mi.

 

Esa cadencia rompe la modalidad flamenca que domina la primera mitad de los cantes por soleá que se mueven entre el Mi-Fa o bien el Mi-la, para en la segunda hacer una leve modulación al modo mayor con el dichoso Sol7-Do para regresar como digo al Fa-Mi de cierre. Sin ese breve paso modulante, la soleá pierde una de las características armónicas de su estética natural. De ahí el enfado del maestro. Un concursante que aspire al premio que lleva el nombre nada menos de don Juan Habichuela no puede saltarse a la torera ese momento de tensión armónica que define los cantes por soleá.

 

Esa alternancia modal en la armonía, en las cadenas de acordes que definen los estilos flamencos y que en los siglos XVI y XVII se conocen como bajos de danza o bajos ostinatos, ya que se repiten de forma obstinada, como ruedas de acordes que son, alternancia entre el modo flamenco y el modo mayor, se da en géneros de la música barroca española tales como la Folía y el bajo conocido como Guárdame las vacas o Romanesca, solo que entonces aún no había cristalizado el modo flamenco y la alternancia es entre el modo mayor y el menor, que al fin y al cabo es lo mismo, ya que el modo flamenco tiene como antecedente más claro el modo menor, cuando la dominante de este modo armónico se hizo tónica, dando a luz un nuevo sistema armónico que los flamencos hicieron suyo, siendo el santo y seña armónico de los más genuinos estilos del género.

 

El bajo de la soleá resulta entonces: Mi-Fa-Mi / Sol-Do-Fa-Mi. Podemos entonces concluir que la soleá tiene una de sus raíces más evidentes en relación al acompañamiento de guitarra en la folía y el bajo de vacas. Sin embargo, resulta que hay un eslabón intermedio en la evolución de la soleá, del que tenemos noticia desde al menos un cuarto de siglo antes de que cristalizara la soleá, que ya tiene entre sus principales características armónicas esa breve modulación al Sol-Do. Me refiero a la petenera, el son huasteco que acabó integrándose en la música tradicional española desde que la bailara y cantara la familia gaditana Planeta, bailada por Luis Alonso en 1826 y cantada por su sobrino Lázaro Quintana en 1827, hasta que por fin se hizo flamenca al parecer por mor de Medina el Viejo en los años ochenta del siglo romántico. La huasteca mexicana, y su centro portuario Veracruz, tiene mucho que ver en la forja del flamenco como género musical, así viene explicitado por los estudiosos desde hace tiempo. Sin embargo, nadie se ha atrevido a emparentar estilos en teoría tan distantes como la soleá versus la petenera aunque vengo proclamándolo con vehemencia desde hace años.

 

 

«Podemos ver similitudes entre el género mexicano y la soleá, teniendo en cuenta que la petenera aparece anunciada tres décadas antes que la soleá en la prensa, nos preguntamos quién influye a quién»

 

 

No en vano existe una variante de soleá atribuida a Silverio que se conoce por los aficionados como soleá petenera, que precisamente se caracteriza por convertir el Sol-Do en el momento que define dicha variante, amén de que las letras sobre las que se canta tengan tema americano tales como: “Ni Veracruz es cruz…” o bien “En La Habana hice una muerte…”.

 

De ahí que podamos ver similitudes entre el género mexicano y la soleá, teniendo en cuenta que la petenera aparece anunciada tres décadas antes que la soleá en la prensa, nos preguntamos quién influye a quién. Esta sería la pregunta del millón. Aceptar que un son de la Huasteca mexicana pudo haber influido en el desarrollo armónico del cante por soleá es algo que algunos no están preparados para soportar sin que le estalle la cabeza. En este sentido llama la atención cómo en el arpa jarocha y la jarana mexicana tienen diferentes afinaciones que llaman palos, tonos tradicionales para acompañar los sones jarochos, y mire usted por donde qué hay uno que se llama “petenera o soledad”. Los otros son “Chinalco, fandango, individual, jarana mayor, jarana menor, malagueña, seguidilla, sevillana y variación”. Algo que deberá ser indagado con atención por los estudiosos. 

 

Como he dejado escrito en mi último libro, América en el flamenco, cuesta la vida misma a amplios sectores de la afición jonda aceptar la influencia americana en el género y más aún si esa influencia se evidencia en sacrosantos estilos como es el que nos ocupa, la soleá. Solo diré que los estilos musicales, todos, y también los flamencos, están integrados por diversos elementos que se corresponden a los diferentes parámetros de la música, a saber: melodía, armonía, ritmo, metro y forma. Y cada uno puede tener uno o varios antecedentes, provenientes de otros géneros de los que se desprendieron para cristalizar en los flamencos. Por ejemplo, un determinado giro armónico, como del que se ha ocupado el presente artículo, puede tener origen en otro, aunque sea a primera vista muy lejano. Así funciona la música.

 

He intentado no ponerme muy técnico con el artículo y pido disculpas si no lo he conseguido. Hablar de música en roman paladino no es tarea sencilla, más bien al contrario, de ahí que haya añadido los enlaces para que el lector pueda escuchar ejemplos de lo que digo y así lograr comprender mejor las cuestiones aquí planteadas. Agradezco la comprensión y seguiré con la serie. La próxima entrega, dedicada a otro parecido razonable: rondeña vs polo.

 

Imagen superior: Dolo Iglesias- Unsplash

 

 

→  Ver aquí las entregas anteriores de la sección A Cuerda Pelá de Faustino Núñez en Expoflamenco

 

 

 


Musicólogo de Vigo (Galicia). Investigador y profesor. Amante de la música. Enamorado del flamenco. Y apasionado de La Viña gaditana.

2 COMMENTS
  • Juan Francisco 13 octubre, 2022

    Ojalá que esta serie continúe con muchos artículos más Faustino.

    Si pudiera usted sacarme de esta duda con la que llevo mucho tiempo se lo agradecería: ¿qué estilo de soleá es aquella de los cañaverales que tanto cantaba Morente? Me resulta parecida al Charamusco pero, si no me equivoco, se trata de otro estilo diferente.

    Gracias y un saludo

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