Parecidos razonables (II): guajiras vs cabales
Continúo con la serie de artículos para ExpoFlamenco acerca de las similitudes que encuentro entre los diferentes estilos flamencos aparentemente distantes musical e históricamente. Hoy responderé a la siguiente cuestión: ¿En qué se parecen las seguiriyas cabales a las guajiras?
Antes de zambullirnos en este “charco” déjenme mencionar que siempre me ha llamado la atención la antigüedad de las cabales respecto de las seguiriyas propiamente dichas. Cabales son aquellas que se cantan y acompañan en modo mayor (en este sentido, enlazando con el anterior artículo, las cabales son a las cantiñas lo que la seguiriyas a las Soleares). Las atribuciones al Planeta, El Fillo, Silverio y otros hacen pensar que antes de cristalizar la seguiriya en el modo flamenco –el que usualmente llaman frigio–, la variante más genuina y abundante en el repertorio jondo, estos cantes fueron cabales, es decir, seguiriyas en modo mayor, hasta que se acomodaron al modo flamenco, al igual que ocurrió más tarde con los tanguillos respecto de los tientos o las chuflas en relación a las bulerías, primero fueron las variantes en modo mayor y después surgen las que son en modo flamenco. Y, en el caso de las seguiriyas, ¿qué tiene que ver en ese proceso el punto de La Habana, antecedente de la guajira tan popular desde antes que cristalizarán los mencionados estilos jondos?
Un comentario de mi amiga Estela Zatania acerca del anterior artículo de esta serie dedicado al parentesco entre soleares y cantiñas afirmaba con razón que el compás no es un parámetro que defina los estilos y me di cuenta de que, por no ponerme muy técnico, no mencioné el quid de la cuestión: el ritmo armónico, que se refiere a los lugares del compás dónde la guitarra, y en consecuencia la melodía, cambia de acorde. Y resulta que en el parecido razonable del presente artículo precisamente la principal diferencia entre las seguiriyas cabales y las guajiras está en la discordancia del ritmo armónico, el desplazamiento de los acentos en la seguiriya señala la principal distinción entre ambos estilos. Pero dejemos las diferencias y vayamos con los parecidos.
El ostinato propio de la seguiriyas, la rueda de acordes que se repite de forma obstinada en el acompañamiento de estos cantes, sean cabales o seguiriyas propiamente dichas, en el amplísimo repertorio flamenco solo lo encontramos en las guajiras, mostrando una natural independencia entre el acompañamiento y la melodía del cante. Tanto en guajiras como en seguiriyas, cuando acompañamos con la guitarra al cantaor debemos hacer la rueda seguida, repitiéndola una y otra vez, mientras el cante parece sobrevolar sobre dicho acompañamiento. Y esto se da solamente en estos estilos –y en cierto modo también en los fandangos abandolaos y, por supuesto, en los estilos libres– ya que en el resto la dependencia, o mejor dicho, la conexión entre la melodía del cante y el ritmo armónico es total. Por ejemplo, si acompañamos rápido una soleá, unos tangos o unas alegrías obligamos al cantaor a decir el cante más veloz. No así en la seguiriya, donde el cambio de tempo, aquel que rescató Pepe Habichuela con el Vaporcito de Morente, no afecta en absoluto al cante. Y eso precisamente lo encontramos también y solo en las guajiras, que se acompañan con cierta independencia entre cante y guitarra. He aquí un parecido más que razonable entre dos estilos en apariencias distantes.
«¿En qué se puede parecer la cabal a una guajira? A primera vista (oído) en nada, pero ahondando en ellas guitarra en mano comienzan a aparecer similitudes inapreciables en la superficie. Comparten modo armónico, mayor, con lo que implica para el razonable parecido en lo melódico»
Las apariencias engañan, pero hoy las ciencias adelantan que es una barbaridad. A nadie se le ocurre poner en relación dos estilos que estéticamente se encuentran tan distantes como es el caso que nos ocupa. ¿En qué se puede parecer la cabal a una guajira? A primera vista (oído) en nada, pero ahondando en ellas guitarra en mano comienzan a aparecer similitudes inapreciables en la superficie. Comparten modo armónico, mayor, con lo que implica para el razonable parecido en lo melódico. Una de las que más ponen de manifiesto este parecido es la clasificada por los Soler como Silverio 3 y que suele ser conocida como cabal del Pena, que tiene, a mi entender, un marcado aroma aguajirado.
El parámetro de la métrica musical, el compás, es el mismo tanto en seguiriyas como en guajiras, 3/4+6/8. Sin embargo, es el ritmo el que es bien diferente, como ya he comentado antes en referencia al ritmo armónico. Ese elemento marca la diferencia y de ahí que al oído resulten tan distintas. En esta transcripción podemos observar los distintos acentos de cada uno y su diferente naturaleza estética.
Sin duda, el más enigmático en cuanto a su origen de los patrones rítmicos presentes en el flamenco es el correspondiente a la seguiriya. Son muchas y muy diversas las interpretaciones que se han hecho a la hora de transcribirlo, no habiendo hasta el momento acuerdo entre los estudiosos del tema sobre cuál es la más apropiada. En mi último libro, América en el flamenco, he indicado algunas ideas al respecto. Por ejemplo, cómo la tirana del zarandillo dibuja dicho patrón rítmico coincidiendo exactamente con los cinco acentos de los que se compone. También indico cómo ese mismo patrón queda perfectamente dibujado también en el tango de Cádiz.
Además, claro está, la presencia del dichoso patrón en las playeras, antecedente más claro de la seguiriya o seguidilla gitana. Por supuesto, como ya he comentado en el párrafo anterior, la ligazón que existe entre la seguiriya y la guajira flamenca, además del ya comentado parecido armónico y en consecuencia también melódico.
No es mi intención, ni mucho menos, sentar cátedra con estas disquisiciones acerca del parentesco entre estilos flamencos, solo compartir con ustedes ideas que me rondan la cabeza y no soy amigo de guardarme nada. Doy por hecho que lo que aquí escribo son pistas para futuras investigaciones, mías o de alguno de mis compañeros. En la Universidad me enseñaron a compartir y es mi mayor afán seguir los consejos de mis maestros.
En la próxima entrega de parecidos razonables: soleá vs petenera. Agárrense que vienen curvas.
Imagen superior: Konstantinos Hasandras – Unsplash
→ Ver aquí la primera entrega de la serie Parecidos razonables: soleares vs cantiñas
→ Ver aquí las entregas anteriores de la sección A Cuerda Pelá de Faustino Núñez en Expoflamenco