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Parecidos razonables (I): soleares vs cantiñas

Comienzo una serie de artículos sobre los estilos flamencos. ¿Qué parentesco existe entre las soleares y las cantiñas? Llevo años proclamando que ambos estilos son hermanos carnales. No son primos. Menos aún madre e hijas.


Comienzo una serie de artículos para ExpoFlamenco que versarán, con el permiso de los amables lectores, sobre los estilos flamencos. Que nadie se asuste, no voy a hacer análisis históricos, ni sesudas disquisiciones sobre el origen y desarrollo de los llamados palos del género flamenco. No. Mi intención es trazar líneas de unión entre estilos aparentemente lejanos en su estética digamos superficial aunque íntimamente unidos por la música que los define. Por ejemplo, ¿qué parentesco existe entre las soleares y las cantiñas? ¿En qué se parecen las seguiriyas cabales a las guajiras? ¿Tuvo que ver la petenera en el origen de la soleá? ¿De dónde sale el enigmático compás de la seguiriya? ¿Qué hay de similar entre el fandango cantable y el blues? Sí, el blues. ¿Qué hay entre el tango de Cádiz y los tientos? ¿Y entre el polo y la rondeña? O entre la serrana y la caña. Y así iremos comentando los diferentes puntos de unión entre unos y otros sin más pretensión que analizar diferentes cuestiones que me rondan desde hace tiempo y deseo compartir con ustedes.

 

Recuerdo un día en los cursos del Festival de Música de Granada, que visité en los noventa en tres ocasiones y nunca más, que tras una charla que ofrecí sobre flamenco se me acercó una vaca sagrada de la musicología española y me soltó: ¿por qué se empeña usted en investigar el origen del flamenco si ya lo conocemos de sobra? A lo que conteste: ah, ¿sí? Cuente, cuente. Aún estoy esperando que nos lo revele. Desde siempre me ha gustado relacionar géneros y estilos aparentemente distantes en lo musical e incluso geográfica y temporalmente. Debe ser una manía heredada de la infancia, cuando en casa cantaba todo el repertorio de los Beatles y buscaba similitudes con otras canciones de la música popular. O quizás se debe a los años vieneses cuando estuve indagando los entresijos de las doce óperas de Puccini buscando motivos conductores –leitmotiv– que ayudan a la comprensión de la trama teatral de cada obra, herramienta que el maestro de Lucca dominaba como lo hizo el gran Wagner o el divino Verdi. Debe ser pues la consabida deformación profesional.

 

Siempre he insistido, ante quien dice que los músicos escuchamos de forma diferente al resto, que de eso nada, que el yunque, martillo y estribo que conforman la materia ósea de nuestro oído es más menos idéntica y que la percepción de los sonidos es muy similar entre semejantes, pero no es verdad. Los músicos, y los musicólogos si cabe aún más, cuando escuchamos también vemos, imaginamos pero también analizamos, sentimos y a la vez, para nuestra desgracia, desgranamos las esencias del arte de combinar los sonidos con el tiempo, eso que llamamos música. Y en consecuencia disfrutamos menos, o eso opino yo. No dejamos volar la imaginación y controlamos las emociones, visualizamos compases, armonías, movimientos melódicos, modulaciones o elementos formales que ordenan las partes del todo.

 

 

«Los músicos, y los musicólogos si cabe aún más, cuando escuchamos también vemos, imaginamos pero también analizamos, sentimos y a la vez, para nuestra desgracia, desgranamos las esencias del arte de combinar los sonidos con el tiempo, eso que llamamos música. Y en consecuencia disfrutamos menos»

 

 

Pero vayamos a lo nuestro y demos respuesta a la primera de las cuestiones planteadas al principio: ¿qué parentesco existe entre las soleares y las cantiñas? Llevo años proclamando que ambos estilos son hermanos carnales, no son primos, menos aún madre e hijas. Son casi lo mismo, aunque al oído resultan tan diferentes. Son legión los que una y otra vez me echan en cara cómo y a cuento de qué las sitúo en idéntico escalafón en el altar de la música jonda.

 

No hay que ser musicólogo, ni siquiera músico, para apreciar que ambos comparten idéntico compás, diferente aire sí, aunque tampoco. Los flamencos miden las alegrías, las cantiñas más practicadas por los artistas de cante y por supuesto también los de toque y baile, igualitico que las soleares, doce tiempos distribuidos en dos ciclos alternos de un compás binario y uno temario, el binario de subdivisión ternaria (6/8) y su inverso, un ternario de subdivisión binaria (3/4). Doce tiempos que desde tiempos de la Argentinita se miden para el baile, y solo para el baile, con el muy repetido 7, 8, 9, 10, 1, 2, 1, 2, 3… Tanto en soleares como en cantiñas se mide de igual forma, de ahí su ligazón parental. ¿Y por qué al oído suenan tan diferentes? Debido al modo armónico en el que se acompañan a la guitarra la melodía de los cantes. Si las cantiñas se cantan y acompañan en modo mayor, las soleares la hacen en el modo flamenco (ese que algunos llaman frigio y no es tal). Esa es la principal diferencia. Nada más. Y nada menos. La percepción de esos modos melódico/armónicos, la melodía y los acordes del respectivo acompañamiento es tan distinto que, al escuchar unas alegrías y unas soleares, las percibimos tan diferentes, hasta el punto de no aceptar su parentesco más allá del compás.

 

Hagamos algo de historia. Ambos estilos provienen, amén de otros estilos anteriores que participaron en su configuración, de los jaleos. Es decir. Hubo una época, digamos la primera mitad del siglo XIX, en que había indistintamente jaleos en mayor, en menor y comenzaban a apuntar unos en modo flamenco. Los jaleos en modo mayor cristalizaron en los diferentes cantes por cantiñas, entre ellos ocurrió el milagro de fundir el aire de los jaleos con las jotas, surgiendo de esa fusión las alegrías, mientras los jaleos en modo flamenco, el nuevo sistema armónico surgido al calor de polos en menor y otros estilos en modo flamenco como los zorongos, cañas, romances, playeras y livianas, acabaron denominándose cantos de soledad, que lograrán por méritos propios encumbrarse en el trono de los estilos flamencos mediado el siglo XIX. Y todo apunta a que fue así como los jaleos tomaron dos caminos estéticamente muy diferentes dando a luz a dos hijas del mismo padre, hermanas pues. 

 

 

«Las soleares y las cantiñas son casi lo mismo, aunque al oído resultan tan diferentes. Son legión los que una y otra vez me echan en cara cómo y a cuento de qué las sitúo en idéntico escalafón en el altar de la música jonda»

 

 

Hay un cante por soleá en Jerez que se canta en modo mayor, la llamada soleá de Carapiera o de la Plazuela, y por lo tanto debiera ser considerada cantiña. Extremo este que ha sido y sigue siendo tema de discusión entre inteligentes analistas de la cosa jonda. Aún no hay acuerdo. Personalmente considero ese cante es una cantiña, una más de las muchas que hay en el repertorio flamenco, pero bueno, hay que respetar las discrepancias.

 

El aire, el tempo musical, la velocidad a la que se interpreta un estilo marcan la diferencia en los estilos aquí tratados. En teoría las soleares son más lentas que las cantiñas, en la práctica no tanto. He escuchado soleares airosas y alegrías muy lentas y no afecta en absoluto al resultado musical, así que el parámetro del aire en el que se interpreta cada uno no marca tanto la diferencia entre ambos estilos como a priori podamos creer.

 

Véase si no el baile. Los pasos del baile por alegrías son los mismos que los que se hacen para el baile por soleá, solo cambia la actitud. Otra muestra más de su parentesco. Mientras las alegrías son abiertas y luminosas, las soleares deben ser íntimas y hacia dentro. 

 

Si a mis amables lectores le gustan estas cosas háganmelo saber. En caso contrario cambio de tercio y tan contentos.

 

Imagen superior: Mike Castro Demaria – Unsplash

 

 

→  Ver aquí las entregas anteriores de la sección A Cuerda Pelá de Faustino Núñez en Expoflamenco

 

 

 


Musicólogo de Vigo (Galicia). Investigador y profesor. Amante de la música. Enamorado del flamenco. Y apasionado de La Viña gaditana.

12 COMMENTS
  • Francisco en París 23 agosto, 2022

    Gracias por el artículo
    Esperando más datos con mucho gusto

    • Faustino Núñez 24 agosto, 2022

      Gracias por comentar, seguiremos la senda entonces. Un saludo

  • Juan José Acosta 23 agosto, 2022

    Sin lugar a dudas, todas las opiniones y argumentaciones son interesantes, estemos o no de acuerdo con ellas..
    Así que adelante. Iremos leyendo, aplaudiendo y discrepando.
    Gracias..

    • Faustino Núñez 24 agosto, 2022

      Gracias Juan José, de eso se trata. Un saludo

  • Ramón Soler 23 agosto, 2022

    Siga usted maestro, que el tema es del máximo interés y el toro lo tiene en suerte.

    • Faustino Núñez 24 agosto, 2022

      Gracias maestro Ramón, lo que aprendo de usted al final se ve en el ruedo. Abrazos

  • JESUS CANO HENARES 25 agosto, 2022

    Muy buen comienzo. Yo soy un simple aficionado y por eso agradezco que se hable claro para que los neófitos nos enteremos, digan lo que digan las vacas sagradas. Por cierto, yo soy de Granada y no me gustan las vacas sagradas de ningún tipo. Saludos, maestro.

    • Faustino Núñez 26 agosto, 2022

      Gracias Jesús. Un saludo

  • Kaija Virta 30 agosto, 2022

    Muy interesante, lo he compartido con mis amig@s aficionad@s de Finlandia. Sería genial si Expoflamenco pudiera publicar la serie también en ingles!

    • Faustino Núñez 31 agosto, 2022

      Creo que están en ello. Un saludo

  • Oscar 13 noviembre, 2022

    Gracias por el artículo, muy interesante. Yo vivo des de hace un año y medio en Aragón y desde hace dos estudio guitarra flamenca, y cuando he empezado a estudiar los fandangos, al escucharlos he sentido que hay un nexo muy fuerte entre estos y las jotas aragonesas. ¿Hay algún estudio que hable de esto, o tu tienes alguna opinión al respecto?

    Saludos cordiales,

  • Faustino Núñez 15 noviembre, 2022

    Gracias por el comentario. Mucho hay entre el fandango y la jota en su origen. El profesor Miguel Manzano ha estudiado algo ese nexo, así como Guillerno Castro. Yo le puedo aportar este vídeo que hice hace un tiempo: https://youtu.be/g4L11Zl3aZ4

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