Guirijondo (I): el pellizco es cosmopolita
Un emocionante pregón de Ortiz Nuevo, el toque siempre inspirado del maestro Riqueni, actuaciones de Shen Wang y Luisa Muñoz, y un reconocimiento a Estela Zatania comprenden el programa inaugural de la cita de Palomares, que se prolongará hasta el próximo sábado.
No había una silla libre en La Truja a la hora señalada, las siete de la tarde. El pajarillo del mesón de Palomares cantaba afinado, alborozado y a compás, sumándose a la fiesta: por fin llegaba el día de la inauguración del I Festival Guirijondo, el festival que, bajo dirección del crítico e investigador Manuel Bohórquez, quiere rendir homenaje a los flamencos nacidos fuera de España, pero que sienten este arte como propio.
Más de una docena de nacionalidades visitarán el municipio sevillano durante cuatro días, demostrando que el arte bajoandaluz por excelencia es también, por definición, universal, cosmopolita. “Emocionado, ilusionado y sobre todo satisfecho por el trabajo realizado”, se mostró en la bienvenida al público el alcalde de Palomares, Manuel Benjumea, quien agradeció a todas las entidades y vecinos implicados en “hacer realidad un sueño”, convencidos de que “un pueblo sin cultura es un pueblo sin vida”.
La estudiosa Carmen Arjona, firma habitual de Expoflamenco, presentó a continuación al pregonero de esta primera edición de Guirijondo, el “historiador y cómico flamenco” José Luis Ortiz Nuevo, como a él mismo le gusta presentarse, quien “ha sido capaz de abrir puertas para que entre aire fresco” en este arte, “rompiendo barreras demostrando que las cosas se pueden hacer de otro modo, con garantía de calidad”.
Un perfil ideal para inaugurar una propuesta como Guirijondo por múltiples razones –señaló Arjona–, de las cuales no son menores el hecho de que Ortiz Nuevo, como fundador de la Bienal de Sevilla, decidiera dedicar una jornada del certamen a los artistas japoneses, así como su importante relación con Cuba, país con el que ha mantenido una larga y estrecha relación, y donde ha investigado en profundidad las conexiones entre las músicas del Caribe y el flamenco.
«Más de una docena de nacionalidades visitarán el municipio sevillano durante cuatro días, demostrando que el arte bajoandaluz por excelencia es también, por definición, universal, cosmopolita»
Ortiz Nuevo y la criatura universal
“A partir de hoy, la academia de los flamencos deberá reconocer que el término guirijondo nació de las benditas aguas de Palomares”, comenzó Ortiz Nuevo su discurso. “Hasta el nombre del flamenco se lo debemos a un guiri, George Borrow, Jorgito El inglés, predicador que vendía biblias en inglés”. El autor de Los zincali se remontaba a la pragmática de Carlos III sobre los gitanos para marcar el origen del término, “y todo lo demás, incluyendo la leyenda del felah mengu que se inventó Blas Infante, son fantasías”.
Para Ortiz Nuevo, que estuvo acompañado en su pregón por la guitarra de Tino Van der Sman (Holanda) y las palmas de Ingrid Mugu (Estonia) y Sharik 6.1 (Colombia), no hay duda de que “el flamenco es una criatura universal”, que “ya en sus raíces está el mundo entero. Es promiscuo hijo de un mestizaje constante, hijo de la acumulación, y no de la pérdida. Mediterráneo y atlántico, europeo y moro, andaluz, gitano y negro. O sea, absolutamente todo lo contrario a algo nacional de nadie, y a esa herrumbrosa noción de la pureza que le acompaña per saecula saeculorum”.
“No hay un triángulo de territorio, sino de fuerza, de imitación, de juego, de entrega, donde todos aprenden de los vecinos: lo andaluz de lo negro, lo negro de lo gitano…”, prosiguió el sabio. “Si no fuera por los guiris, además, tal vez no hubiera llegado el flamenco al punto de desarrollo en el que está. A mediados del XIX, cuando se está constituyendo la criatura, es curioso constatar cómo los medios locales se extrañan del valor que los extranjeros dan a los bailes de las mujeres españolas. Esos que venían de lejos fueron los primeros públicos que el flamenco tuvo. Y desde entonces siguen valorándolo, y pagan su entrada”.
De Fanny Elssler, austríaca que bailaba la cachucha en La Habana en 1843 vestida de majo, al tenor de origen rumano Tamberlick, que cantó por soleá y por tangos a unos bandidos que le asaltaron, “y Demófilo sin enterarse” –agregó Ortiz Nuevo con guasa–, el flamenco no ha pedido nunca pasaportes ni aranceles, yendo libre de boca en boca, enriqueciéndose a través de las tierras y los mares.
«Hay quien piensa que en Francia se cuida el flamenco más aún que en España. No sabemos si será tan así, pero lo cierto es que la noche de Palomares se llenó de pellizco gitano con Luisa Muñoz, una cantaora venida de allende los Pirineos»
De Triana a Nueva York
La propia Carmen Arjona fue también la encargada de invitar a escena a la “guitarra mágica, creativa, romántica, tremendamente flamenca, de un trianero llamado Rafael Riqueni”. El maestro de la calle Fabie había anunciado una “pincelada” que fue algo más. El placer de escuchar al músico casi en la intimidad, como sugería el espacio de La Truja, se antojó un fugaz lujo para los congregados.
A renglón seguido, el festival se desplazó de La Truja a los Baños Árabes. Allí, con el telón de la noche ya corrido y refrescando, tomó la palabra Manuel Bohórquez para explicar que esta primera edición de Guirijondo “era un reto para un lugar un lugar tan cercano a la almendra del flamenco, desde el que en las mañanas claras se ve la Giralda”.
Aunque este primer festival está dedicado a Cristina Heeren por su labor al frente de la fundación que lleva su nombre, también se ha querido reconocer a la veterana cantaora, bailaora y escritora neoyorkina Estela Zatania. “No la llamaría ya guiri, porque lleva toda su vida con nosotros, hasta convertirse en una de las críticas más respetadas y admiradas del mundo”, dijo Bohórquez. “Y vive en Jerez, o sea, que tiene buen gusto hasta para afincarse”
Un plato de cerámica, que entregó Pedro Conde, delegado de Cultura de Palomares, fue el obsequio para Zatania, quien recordó que “llegué a España hace 53 años, habiendo trabajado como cantaora. Yo pensaba que podía ser como la ópera, que son casi todos italianos, pero alguno no lo es. Hasta que me di cuenta de que aquí todos eran españoles, y después de un tiempo lo dejé por escribir. A nadie debe extrañarle que nos guste esta música sublime, que nos engancha a la primera, seas de donde seas”.
«El cante de Shen Wang nace de un esfuerzo titánico, que va de la adquisición de un idioma que no guarda semejanza alguna con el suyo natal a la familiarización con unas claves rítmicas y armónicas igualmente ajenas a su acervo cultural. Ante una conquista de esas proporciones, ya ha ganado antes de soltar el primer ay»
Pasión desde Oriente
De inmediato saltó a las tablas la cantaora china Shen Wang, acompañada por el guitarrista armenio Vahan Davtyan. El propio Bohórquez señaló que la de Wang es una voz que “no se nada por las ramas del cante” en su elección de estilos, pero sobre todo apreció el hecho de que se trate de una artista que “lo dejó todo por ser cantaora, en Sevilla, donde cantan hasta los municipales”, dijo. “Alumna de la escuela de Eduardo Rebollar, lo mejor de ella es su pasión, que la ha llevado a decir yo soy cantaora de flamenco”.
Que Davtyan sea un guitarrista solvente, hasta el punto de ser profesor de apoyo de la citada Fundación Cristina Heeren, no debería ser motivo de extrañeza, habida cuenta del rico sustrato mediterráneo de su país, que nos emparenta como primos hermanos. Lo de Wang es, en cambio, verdaderamente asombroso. No se trata, claro está, de compararla con la Niña de los Peines ni con La Paquera, ni siquiera con las mejores cantaoras del panorama actual.
Y no cabe la comparación porque su cante, para empezar, nace de un esfuerzo titánico, que va de la adquisición de un idioma que no guarda semejanza alguna con el suyo natal, a la familiarización con unas claves rítmicas y armónicas igualmente ajenas a su acervo cultural. Cuando alguien emprende una conquista de esas proporciones, ya ha ganado antes de abrir la boca y soltar el primer ay.
Pero tampoco cabe la actitud condescendiente, paternalista, ante quien se planta en un escenario y es capaz de desgranar un repertorio con la ambición y la dignidad con que lo hace la artista de Hunan. Que se mire en el espejo de su mentora, Dolores Agujeta, no solo es conveniente para ella, sino necesario, porque cuando se empieza a bucear en una música tan rica y misteriosa como el flamenco, conviene no perder de vista el faro. Transitó de la malagueña a los caracoles y tarantos para acabar por seguiriyas (más el broche por martinetes de Manuel Agujetas) haciendo gala de algo que no siempre se encuentra en el flamenco: respeto por el arte y respeto por el público.
Cerró la noche la cantaora Luisa Muñoz, nacida en Montpellier (Francia) junto a la guitarra de Vicente Santiago. Ligada por lazos familiares a Antonia La Negra, madre de Lole Montoya, en la poderosa voz gitana de Muñoz se desplegó primero por taranta camaronera, para pasar a la seguiriya espléndidamente acompañada por la sonanta de Santiago.
Se acordó de Remedios Amaya por tangos, demostrando que puede manejarse también en unas coordenadas más o menos comerciales, para acabar por bulerías, dejando un grato regusto en el respetable. Hay quien piensa que en Francia se cuida el flamenco más aún que en España; no sabemos si será tan así, pero lo cierto es que la noche de Palomares se llenó de pellizco gitano de la mano de una cantaora venida de allende los Pirineos. Y era solo, no lo olvidemos, la primera jornada de Guirijondo.