Falla jondo o no tanto (I)
¿Conocía de verdad Manuel de Falla el origen de lo que él llamaba cante jondo y al menos desde 1847 se venía denominando cante flamenco?
Ya que estamos celebrando el centenario del concurso granadino de 1922 voy a analizar de forma somera algunos aspectos del folleto que el genial compositor gaditano Manuel de Falla publicó, sin firma, con tal fausto motivo. Por cierto, ya que me he extendido más de lo deseable, ahí va la primera de las dos entregas.
Editado por el Centro Artístico de Granada, don Manuel esboza en veinte páginas lo que a su entender es el origen del cante jondo, tal y como él denominaba a una selecta porción del repertorio flamenco, sus valores musicales y su influencia en la música académica europea. La denominación “jondo” no era del gusto de todo el mundo, sin ir más lejos el que fue presidente del jurado y genial cantaor jerezano Antonio Chacón respondió al inteligente periodista Luis Bagaría: “-Alto ahí- me interrumpió con alguna severidad-. Se debe llamar “cante” gitano, nada de “cante jondo”. Pero no, para Falla, y para muchos intelectuales de entonces, era urgente distinguir entre flamenco (que en realidad era decir gitano) y jondo, a fin de marcar la diferencia entre estilos: flamenco superficial versus jondo, profundo.
La flamencología tradicional de los sesenta, cuatro décadas y dos guerras después, interpretó que el “cante jondo” de Falla se refería al cante rancio, arcaico, puro y verdadero, que atesoran, sobre todo, cantaores con voces de piedra, roncas, castigadas por la penuria, atávicas, voces de sombra, de estaño fundido, cubiertas de musgo. Todos los nombres con los que adjetivar un cante cuya inspiración (el duende) hay que buscarla en las últimas habitaciones de la sangre, como dijo el genial poeta de Granada, lo que nos lleva indefectiblemente a pensar en el estilo de cante de, por ejemplo, un Borrico de Jerez, un Juan Talega, una Anica la Piriñaca, que cuando cantaba la boca le sabía a sangre. No se habían leído el folleto, claro.
En primer término, Falla define los elementos musicales del cante jondo, comenzando por los factores históricos, e indicando los tres hechos para él más relevantes: la adopción del canto bizantino por la antigua liturgia española, la invasión árabe y la inmigración y establecimiento en España de numerosas bandas de gitanos. No menciona, claro está, el sujeto más importante de la historia de España y en concreto la de Andalucía, América. El maestro, con la autoridad que imponía su figura en las artes musicales y siguiendo el discurso de su mentor Felipe Pedrell, afirma que el orientalismo del cante flamenco no se heredó de los musulmanes, sino que era anterior y se correspondía con la práctica litúrgica de la Iglesia Cristiana primitiva que llegó a la península procedente de Bizancio, con sus correspondientes influjos judeocristianos, y que se practicó hasta la inmersión gregoriana en el siglo XI. Ese paralelismo se encuentra por ejemplo en la forma de entonar, lo que él llama “el enharmonismo como medio modulante”, en referencia al cante no temperado, aquel que no cabe en un pentagrama, mientras las escalas, gamas, las hace procedentes de la India y traídas por los gitanos. Es decir, de Bizancio la emisión de la voz y de la India las escalas y la modalidad sobre los que se desarrolla el cante.
«Falla afirma contundente que Granada ha sido el punto principal donde se fundieron los elementos que han originado tanto las danzas andaluzas como el cante jondo. (…) Esto denotaría un escaso conocimiento del origen del género, pues, el origen parece estar más bien en las provincias occidentales de Andalucía»
También afirma que las melodías jondas apenas sobrepasaban el ámbito de una sexta (el intervalo que se obtiene por ejemplo entre mi y do) a pesar de las muchas variantes que exceden con creces dicho intervalo, soleares apolás (muchas de ellas atribuidas a los cantaores más antiguos), los cambios por seguiriyas, algunas cabales, algunos cantes por tonás, y por supuesto muchos fandangos y derivados. También se refiere Falla a las “melodías primigénitas (sic), prístinas, esto es, originales, primitivas, con las que se muestra transparente el espíritu de las razas”, lo que hoy se suele identificar con el cante rancio y carpetovetónico. Sin embargo, al contrario de lo establecido, con cante jondo también podría estarse refiriendo al cante preciosista, de melodía veloz y ornamentada.
Se refiere también a la ausencia de ritmo métrico, en relación a la natural independencia entre cante y guitarra propia de las seguiriyas, y que se da también en guajiras y en los llamados estilos libres. Y apunta que la influencia mora sí puede observarse en la danza flamenca ya que, según él, existen elementos, tanto rítmicos como melódicos, cuya procedencia buscaríamos en la música andalusí que se cultiva en algunos países del norte de África.
En nota al pie afirma contundente que Granada ha sido el punto principal donde se fundieron los elementos que han originado tanto las danzas andaluzas como el cante jondo. Con esa sentencia más bien parece estar dándole coba a los granadinos, ¿o es que realmente pensaba que era así? Esto denotaría un escaso conocimiento del origen del género y que, según se desprende de las investigaciones realizadas de las últimas décadas, el origen parece estar más bien en las provincias occidentales de Andalucía. Lo que nos lleva a pensar: ¿conocía de verdad Falla el origen de lo que él llamaba cante jondo y al menos desde 1847 se venía denominando cante flamenco? Así, Don Manuel entra en el meollo de la cuestión: “¿De donde provienen?”, se refiere al cante por seguiriya. Afirma que “las tribus gitanas que en el siglo XV se establecen en España vienen a Granada, donde viven por lo común a extramuros de la ciudad, se los incorpora a la vida civil, castellanos nuevos, y así quedan diferenciados de aquellos otros de su raza en quienes perdura el espíritu nómada y son llamados gitanos bravíos”. Ignora Falla el papel jugado por aquellos gitanos y no gitanos de su tierra gaditana, El Planeta, Lázaro Quintana, el alumno de aquel, el isleño El Fillo, Paquirri, Curro Dulce, Manuel Molina o Frasco el Colorao, todos ellos eminentes seguiriyeros y soleaeros.
Además, si para Falla los estilos jondos tienen su origen en esas tribus gitanas y nos detenemos a escuchar el cante de, por ejemplo, los gitanos del Rajastán, poco vamos a encontrar en ellos que se parezca a las antes referidas voces de piedra. Escuchándolas, siempre se aprecia el virtuosismo vocal y rítmico que se parece más bien al cante veloz y ornamentado que está en las antípodas de la llamada voz afillá.
(Continuará)
→ Ver aquí las entregas anteriores de la sección A Cuerda Pelá de Faustino Núñez en Expoflamenco