De la rumba a lo quinqui y la nostalgia de tiempos peores
Estamos ante una segunda juventud de este género bastardo entre el flamenco y el pop. Nos ha dado la excusa la banda sonora de la nueva película de David Monzón, 'Las leyes de la frontera', compuesta por Derby Motoreta’s Burrito Kachimba.
El barrio es hoy la calle. Llevamos años, décadas, usando despectivamente términos como cani o choni, herederos del quinqui de los años ochenta y hoy, en 2021 y desde hace ya tiempo, son tendencia. Y no, nosotros no tenemos calle, pero podemos copiarles la estética. C. Tangana lo ha hecho y ha metido en Inditex la camiseta blanca interior de tirantes. A 16 pavos, porque nos traemos el outfit del mercadillo, pero no sus precios. Y lo que daríamos por recuperar aquella chaqueta de chándal de tactel de dos colores que teníamos entonces. Todo pose, claro, ¿pero no lo era también cuando nos comprábamos las cintas de Los Calis o Rumba Tres para ponérnoslas en casa y sentirnos más libres y malotes? Es la erótica de lo prohibido.
Pero… ¿y en lo musical? Porque aquí se viene a hablar de eso, y nos han dado la excusa, con la banda sonora de la nueva película de David Monzón, Las leyes de la frontera, compuesta por los sevillanos Derby Motoreta’s Burrito Kachimba, para marcar en el calendario el momento de la explosión de esta resurrección de un género que, en realidad, jamás había muerto (solo era, sí, que estaba de parranda). O al menos esa rumba psicodélica progresiva que fue su adelanto así parece indicarlo. Y decimos que nunca había muerto porque, por un lado, los sonidos de los suburbios de entonces son lo que hoy en día han mutado al trap y la música urbana, que nacen del polígono y se han hecho masiva (como aquella) y, por otro, porque ni la rumba ha desaparecido ni la temática marginal en las letras ha dejado de utilizarse. Y es que, ¿qué era si no la historia de La Niña que Mala Rodríguez nos relataba hace ya casi dos décadas? O las rumbas de La Húngara, que tan acertadamente ha reivindicado El Madrileño en su proyecto más cañí. O toda la producción de Dagrama desde las 3.000 viviendas, con las letras sobre la vida en barrios conflictivos, sus peligros y sus adicciones de gente como Manuel El Popeye, Negro Jari o La Cebolla. Y los sonidos más estándares y menos asociados al lumpen de El Sebas de la Calle. Ejemplos nacidos desde dentro hacia fuera, desde una cultura gitana hacia lo actual, lo urbano y lo global.
Aunque, lógicamente, también existe el camino en sentido contrario, acercándose desde otros géneros a la rumba y el mal llamado flamenquito. El Coleta sabe mucho de eso. Porque él mejor que nadie ha heredado todo aquel universo y lo ha traído al siglo XXI, como si veinte años no fueran nada. Desde los inicios de su carrera discográfica, protagonizando canciones que citan explícitamente al cine de José Antonio de la Loma o Eloy de la Iglesia y a los artistas que copaban sus bandas sonoras, y culminando por el proyecto cinematográfico Quinqui Stars, una especie de secuela de todo lo que siempre ha amado. Además, su influencia es evidente tanto en lo musical como en lo complementario. Podemos verlo en las colaboraciones con el rapero madrileño Jarfaiter, que no rehusó abrazar la rumba y su iconografía en sus primeras canciones, y en el acercamiento del ya mencionado Tangana, que le debería, más que agradecimiento eterno, un buen pellizco de lo cobrado por la reciente colección de ropa de Bershka que lleva la firma de El Madrileño.
Y no solo ellos. Dellafuente, solo o junto a su colaborador Maka, ha coqueteado siempre con estos sonidos, teniendo toda su discografía un deje flamenquito y unas letras que hablan de necesidades y marginalidad, y reivindicado explícitamente a Los Chichos en el tema que tituló como La historia de John Castle, que rápidamente nos lleva al Juan Castillo del primer single del grupo insignia del género.
«Nosotros a rescatar cintas de casa de nuestros padres, subirnos con dificultad los pantalones de pitillo, calzarnos las zapatillas Yumas de entonces y rescatar del armario la camiseta Meyba del Cádiz C.F. de los tiempos de Mágico González. Que no se diga que no fuimos aquello que en realidad solo imitamos ser, antes y ahora»
En las antípodas musicales, referentes urbanos como PXXR GVNG, la banda primigenia de Yung Beef, son ejemplo de un colectivo que no han bebido musicalmente del flamenco, pero no eluden la influencia en su vida, haciendo guiños a Camarón o El Cigala en sus canciones, y han retratado como nadie ese angst juvenil del que vive al límite y cuenta el presente casi de milagro. Y, por supuesto y en mayúsculas, todo el esfuerzo de Rosalía por reivindicar una cultura que gracias a ella es mucho más internacional. Porque el flamenco y sus primos fronterizos son esenciales en su obra, y ella lo agradece y promociona como en en la gala de los Premios Goya, donde interpretó el inalcanzable y eterno hit de Los Chunguitos Me quedo contigo. Pero no nos quedamos solo eso. Poco después, en la entrega de los MTV EMA, nos colaba a Parrita en su actuación frente a millones de espectadores de todo el mundo. Y su aportación en el último disco del artista británico James Blake, donde versionó unas estrofas de las alegrías de Niña Pastori Entre dos puertos, incluyendo a Paco Ortega en los créditos de un referente mundial de la música electrónica actual. Sin olvidarnos de esos tangos carceleros que son Juro Que, puro espíritu quinqui en uno de los mejores temas de su discografía, o el excelente retrato de una estética poligonera que hace en el vídeo del mega-hit Malamente, dirigido por la productora Canadá.
¿Pero solo desde lo urbano y lo mainstream vamos a encontrar relaciones con aquel universo? Pues sí y no. Porque es cierto que hay guiños a la rumba de artistas que hoy militan en la escena musical independiente, como la banda madrileña Perapertú o la hija del maestro Morente, Soleá (ahora en el sello indie Elefant), pero estos buscan más homenajear a Bambino o María Jiménez que a todos los mencionados. Y tampoco está del todo en esa dirección el universo artificial de los festivos Ladilla Rusa, que les sitúa más cerca de unos Camela obsesionados con los coches de choque que de los protagonistas de Perros Callejeros. Ejemplos que pueden quedarse en anécdota o convertirse en la avanzadilla de un abrazo fraternal entre lo elitista y lo popular que lleva años en ebullición y no puede estar más cerca de su definitiva aceptación.
Estamos, entonces, ante una segunda juventud de este género bastardo entre el flamenco y el pop, al que muchos se van a acercar en un presente muy inmediato. Porque si te lo encuentras en el cine, en los centros comerciales y en las redes sociales, es inevitable caer definitivamente rendido ante el influjo devastador de la globalidad social. Si al menos sirve para devolver parte de lo recibido en estas décadas de los dinosaurios de la rumba, que esperan acechantes que el carro les devuelva una enésima oportunidad, bienvenido sea. Por ellos no va a quedar y, como ejemplo, ahí están las nuevas versiones de temas clásicos de Junco o Los Calis, interpretados solos o acompañados y nacidos para recoger lo que históricamente se han ganado. O, por supuesto, la presencia habitual de los jefes que nunca se fueron, esos que eran como The Beatles y The Rolling Stones de la Rumba: Los Chichos y Los Chunguitos.
Y, mientras, nosotros a rescatar cintas de casa de nuestros padres, subirnos con dificultad los pantalones de pitillo, calzarnos las zapatillas Yumas de entonces y rescatar del armario la camiseta Meyba del Cádiz C.F. de los tiempos de Mágico González. Que no se diga que no fuimos aquello que en realidad solo imitamos ser, antes y ahora.
* Todas las canciones de las que se habla en el artículo, en esta lista de Spotify para hacer como que la escuchas en tu doble pletina Sanyo:
Imagen superior: foto promocional de la película Las leyes de la frontera, de David Monzón.
Manolo Domínguez