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María Ángeles Carrasco: «La declaración de Patrimonio de la Humanidad ha llevado el flamenco a un estado superior»

Década y media al frente del Instituto Andaluz del Flamenco, la mayor institución pública a nivel mundial para el fomento del arte flamenco. Tras abandonar el cargo, se muestra orgullosa y agradecida. Y pide a los flamencos que unan sus voces con sentido.

María Ángeles Carrasco, exdirectora del Instituto Andaluz del Flamenco. Foto: Quico Pérez-Ventana

Durante trece años ha llevado las riendas de la mayor entidad mundial de defensa del arte flamenco: el Instituto Andaluz del Flamenco (IAF). La agencia, para entendernos, que en 2010 consiguió la declaración de Patrimonio Inmaterial Cultural de la Humanidad por parte de la Unesco. El cambio de color en el Gobierno Andaluz ha traído consigo su destitución. Es tiempo de hacer balance. Con orgullo. Sin rencores. Con autocrítica. María Ángeles Carrasco (Ubrique, 1976) agradece la alta responsabilidad que se le confió y aconseja a los que vengan que escuchen lo que tiene que decir el equipo de profesionales que aún queda allí. «Seguiremos flamenqueando por donde quiera que vayamos», dice. Que no se despiste mucho, porque la buena señora que había antes al frente de aquel instituto llegó a ministra. Quién sabe.

 

– ¿Cómo está? Por favor, considérela una pregunta profunda, no simple.
– Yo estoy muy agradecida por la oportunidad que me dieron hace tiempo. Llegué con una plaza de coordinación que disfruté muchísimo. Luego el consejero Paulino Plata, en plena campaña de Flamenco Patrimonio de la Humanidad, me pidió que me hiciera cargo de la dirección. Pensé que sería algo temporal, pero tres consejeros más contaron conmigo para llevar la dirección del Instituto Andaluz de Flamenco. Ha sido un honor, una gran responsabilidad, y estoy muy agradecida. Pero yo sabía que igual que te nombran, un día te cesan. Me quedo con la cantidad de muestras de cariño que he recibido estos días.

– ¿Agradecida es lo mismo que estar bien? Permítame insistir.
– No es lo mismo. El secretario general, Fernando Francés, me agradeció mi trabajo. Me reconoció que el flamenco tenía mi sello personal en la gestión cultural, algo que creo que avala mi gestión, y que quería dar otro sello, de ahí mi cese en la alta dirección. Es algo entendible y para lo que yo estaba perfectamente preparada. Después hay un despido de mi plaza que no comparto y que lo tendremos que hablar. Esa parte me hace no estar bien. Yo entré en el año 2007. Todo lo que se ha hecho en el instituto ha tenido que ver conmigo. Si ahora se quiere cambiar, es normal que la persona que está ahí desde el primer día, responsable de lo bueno y lo malo, ya no esté. Es algo que no hay ni que explicar. De hecho, lo dice mi contrato: se resuelve cuando se quiere. Con lo otro no estamos de acuerdo.

– Desde su condición de exdirectora del Instituto Andaluz de Flamenco, de observadora del flamenco, de andaluza, de…
– ¡De flamenca! Yo ya soy flamenca, creo que me lo he ganado.

– Perdón. Desde su condición de flamenca, ¿cuida la Administración Andaluza el flamenco como se merece?
– Es una pregunta complicada. El flamenco se merece un cuidado especial y desde la Administración se tiene bastante asumida esa condición especial. Es una seña identitaria recogida en el Estatuto de Autonomía. Por eso se creó la Agencia Andaluza para el Desarrollo del Flamenco, que luego pasó a ser el Instituto Andaluz de Flamenco. Es una línea maestra de la Consejería de Cultura desde que empezó el autogobierno. Otra cosa es si se han podido destinar o no todos los recursos que quizá hubiesen sido necesarios. Yo creo que se ha mimado mucho. El flamenco tiene un altavoz muy potente. Un altavoz proporcional a la importancia que se le da en todo el mundo. Yo he tenido consejeros más flamencos y menos flamencos, pero todos me han escuchado, todos han visto cómo me he peleado por aumentar los recursos, por mantener las líneas. He trabajado con tres presidentes y los tres han sabido que tienen un Instituto Andaluz del Flamenco. A nivel estatal cambia un poco. El flamenco se declaró Patrimonio Inmaterial Cultural de la Humanidad y toda la campaña la hicimos desde el Instituto Andaluz de Flamenco con la ayuda de la Dirección General de Patrimonio de la Consejería de Cultura. Pero en realidad a quien se lo reconocen es al estado miembro. Es verdad que en el propio expediente el instituto asumía de forma subsidiaria la responsabilidad de todas las líneas que se presentaron. Todo el pesó cayó en el IAF y la Unesco se dirige directamente a nosotros.

– Se lo habrán preguntado cientos de veces. Siento no ser original. ¿Qué ha cambiado con la declaración del flamenco como Patrimonio Inmaterial Cultural de la Humanidad?
– Desde la declaración de Flamenco Patrimonio han cambiado muchas cosas. Ha conseguido llevar al flamenco a un estado superior. La gente pensaba que iba a entrar dinero, pero la Unesco no tiene ayudas directas. Existe otra lista, la de bienes con riesgo de extinción, que sí dispone de líneas económicas. Nos presentamos en su día y no se nos dio el reconocimiento porque el flamenco estaba muy vivo como para tomar medidas. Había una lista representativa de patrimonio inmaterial, que decía que el flamenco es un patrimonio vivo que representa una sociedad, que tiene unos ritos… Parecía redactado para nosotros. Desde entonces, la gente se lo piensa mucho antes de no darle permiso a un profesor en Santander para venir a un seminario de flamenco. Pero no han entrado más presupuestos. Estos años hemos intentado mantener las ayudas pese a la crisis general, incluso a esos sectores que siempre nos acusaban de que no cuidábamos: el tejido asociativo, las peñas y demás. Luego hemos buscado fondos europeos para la internacionalización del flamenco. Hemos trabajado mucho para llevar al flamenco a una nueva situación. Hay más de cuarenta festivales que han sido empujados desde el IAF y ahora viven solos. Se nos ha dado mucha voz. Se nos ha escuchado mucho. Pero aún hay muchos proyectos en los cajones.

«Saber qué quiere el sector es complicadísimo. Me voy frustrada por no haber conseguido una interlocución real»

– ¿De qué se siente más orgullosa tras estos trece años al frente del IAF? ¿De la declaración de Patrimonio?
– Yo me siento orgullosa de muchas cosas. Fundamentalmente, de haber encontrado un equipo de profesionales que pocas instituciones tienen. Un equipo especializado en cada área: administración, derecho, internacionalización… Profesionales y aficionados al flamenco. Un equipo que ha trabajado conmigo todas las horas que han hecho falta por encima de las treinta y cinco. Hemos hecho muchos proyectos chiquititos y grandes que hemos sacado adelante con mucho trabajo. Me han apoyado en todo. Me han regañado también. No me han dejado sola ni una vez. Me han enseñado mucho, porque yo venía del ámbito de la gestión, con una cabeza muy estructurada.

– Usted venía de Ubrique, un pueblo de 17.000 habitantes en la sierra de Cádiz. De ahí a dirigir la entidad más importante a nivel mundial para la defensa del flamenco.
– Sí, he vivido allí toda mi infancia. Vengo de una familia empresaria, por supuesto de marroquinería. Allí el negocio y la organización se viven muy de cerca. He colaborado con la cuenta de mi padre desde que tenía 14 años. Luego me formé en administración y dirección de empresa. Y he desarrollado mi carrera en los sectores bancario e inmobiliario. Tenía un trabajo fijo en una promotora inmobiliaria donde se ganaba bastante dinero. Veintiocho años, pareja. Me había comprado una casa en El Puerto de Santa María. Parecía que mi carrera iría por ahí. Pero me ofrecieron venirme a Sevilla y no me lo pensé. Me pareció una oportunidad mágica. Entre las razones que tenía para salir de Ubrique –donde fui una niña muy feliz, no cambiaría mi infancia por nada– estaban las ganas de más teatro, más cine, más cultura. Que con tu formación técnica te den la oportunidad de emplearla en un ámbito cultural, eso es un regalo.

– ¿Alguna espinita?
– No he conseguido que el sector se una. Algo que me parece fundamental, por la fuerza que podría tener esa voz única para conseguir objetivos comunes. Las políticas las marca la institución, pero están encaminadas a dar servicio al sector. Si los flamencos tuvieran más claro lo que quieren sería más fácil para nosotros. Saber qué quiere el sector es complicadísimo. Yo me he sentado con mucha gente. Escuchar a muchos era totalmente necesario para poder tener una opinión, una valoración. Me voy frustrada por no haber conseguido una interlocución real. También me queda la espinita de otros proyectos que se intentaron y no cuajaron, como la muestra de flamenco de Sevilla, una idea muy interesante para los años que no había bienal. Pero al Ayuntamiento le pareció que era un proyecto del que se tenía que apropiar y creó la famosa bienalita, que de alguna manera venía a suplir a la muestra de flamenco del IAF. Nosotros tenemos… la Junta tiene una visión global. No trabajamos para una ciudad, sino en el ámbito autonómico. Creamos una muestra para una ciudad que tenía un hueco. Si la ciudad cree que ella puede llenar el hueco de otra manera, nosotros nos retiramos. Y hemos trabajado intensamente para sacar adelante el proyecto del museo del flamenco de Andalucía. Es casi surrealista que no exista un museo del flamenco, pero no existe.

 

María Ángeles Carrasco, exdirectora del Instituto Andaluz del Flamenco. Foto: Quico Pérez-Ventana

María Ángeles Carrasco, exdirectora del Instituto Andaluz del Flamenco. Foto: Quico Pérez-Ventana

 

– ¿Quién debe ser el interlocutor del flamenco?
– Yo he sido la interlocutora desde la Administración. En el lado del arte, solo está organizado el tejido asociativo, las peñas. Los empresarios no están unidos. Los artistas no están unidos. Los festivales parece que empiezan a estarlo. Haces unas líneas de apoyo a festivales, bases reguladoras y la envías a los colectivos significativos para que las revisen. Normalmente no hay respuesta. Y te llegan las críticas cuando ya están publicadas. No pasa nada, la crítica va en el sueldo. Lamento no haber tenido más ayuda para que esas líneas sirvan. De manera individual, a los flamencos les puedes pedir lo que quieran que están ahí, son solidarios. Pero desaprovechan el potencial de unir las voces con sentido.

– ¿Ha sentido el reconocimiento de los flamencos durante esos trece años? ¿Lo está sintiendo ahora?
– Absolutamente sí. Podría matizarlo, pero no sería justo, porque es un porcentaje muy pequeño respecto a los que sí lo han hecho. No me lo han reconocido desde el principio, me lo he tenido que ganar. Pero a día de hoy me voy y los mensajes que tengo reconocen mi trabajo, lo que he hecho. Hace años dije en una entrevista que yo quería mi examen de flamenco. Fui a la Universidad de Cádiz durante cuatro años, jornadas de media mañana, y me dieron mi título de licenciada en administración y dirección de empresas que nadie me puede discutir. Aquí trabajo diez y doce horas diarias, llevo muchos años y todavía la gente me dice que no vengo del mundo del flamenco. Por eso decía que yo soy flamenca.

– Flamenca y feminista. Una combinación rabiosamente actual.
– He defendido mucho el tema de la mujer en el flamenco. Me he sentido criticada por ser mujer. Pero probablemente lo habría sentido igual en cualquier ámbito, porque soy una persona feminista y tengo una especial sensibilidad con ese tema. Me he empeñado en darle visibilidad a esas mujeres. Porque es muy fácil darle visibilidad a las artistas, pero quizá no es tan fácil darle visibilidad a las antropólogas, a las periodistas, a las críticas. Se organiza mucha actividad en torno a esos mundos y ha estado mucho tiempo dominada por hombres.

– ¿Para gestionar el flamenco hay que ser un buen gestor o un buen flamenco? ¿Las dos cosas?
– Un gestor que no conoce una materia necesita rodearse de expertos. Un experto en la materia, sin conocimiento de gestión, creo que tampoco es útil. Creo que es un tándem totalmente necesario. Me da igual poner arriba la cabeza flamenca y al lado un buen gestor, o poner arriba la cabeza gestora y que se rodee de personas que conozcan el flamenco. Ambos son necesarios. Pero sin gestión es complicado.

– En un artículo reciente en ExpoFlamenco, nuestro director decía que no sabía si usted había aprendido a bailar por bulerías, pero sí a dar pases de torera por la cantidad de gente que le habrá pedido el oro y el moro. ¿Ha aprendido a bailar por bulerías y a torear?
– Ahora voy a aprender a bailar. Ahora que nadie va a poder decir si voy a un sitio, si contrato a uno o a otro, si lo hago bien o mal. Nadie me podrá criticar y lo podrá vincular con mi trabajo. Ya he tomado alguna clase con amigas. Me encanta, además. Tengo un oído malísimo. Pero no he aprendido a bailar. Y tampoco a torear. En realidad me ha tocado atender a mucha gente con proyectos muy buenos. Yo me he acostumbrado a la gente y la gente se ha acostumbrado a mí. He aprendido a ser más clara. Me tomaba muy en serio el tiempo de la gente, exactamente igual que el mío. Yo no estaba ahí para decidir a quién le doy y a quién no le doy, sino para gestionar. El que venía, iba a una administración pública. Tenía derecho a tener las puertas abiertas, a que se le recibiera y se le explicara. Lo de torear se me ha dicho muchas veces. Tengo bastante paciencia, he intentado desarrollar empatía con todos los temas. Pero nada de dar capotazos para pasar de largo a la gente.

– ¿Piden mucho los flamencos?
– Los flamencos no madrugan, no son serios, piden mucho, dan mucha ojana y qué más. ¡Mentira! Son profesionales. Tienen una institución específica para ellos. Les es cómodo llamar a esa puerta. Tienen una interlocución directa porque así se ha querido. Yo me he quejado de lo contrario: que no lo hayan aprovechado lo suficiente. La gente se ha ido acostumbrando a la estructura, a las líneas de ayuda, a presentarse al BOJA. La primera vez que yo pronuncié la palabra BOJA me dijeron: ¿BOJA y flamenco? Usted está loca. Cada vez hay más empresarios profesionales y la gente tampoco pierde el tiempo en venir a pedir algo que sabe que no es posible. Te presentan sus proyectos para que los conozcas. Te piden que les abras puertas de otras instituciones. Que les cedas tus espacios si los tienes disponibles. Se preocupan de que antes de que llegue un proyecto a una mesa de valoración de ayudas, lo conozcas. Pero me parece que eso es de profesional, no de pesado.

«Me da mucha pena que hayan descabezado una institución en la que hay un personal técnico maravilloso que lleva veinte días sin saber qué hacer. Así no se demuestra el interés»

– En una carta de despedida enviada a los medios, decía que en estos años había intentado que el flamenco fuera más valorado, reconocido, respetado y protegido. ¿Qué le falta al flamenco para que sea más valorado, reconocido, respetado y protegido?
– Yo creo que se puede seguir. No se ha terminado. Hemos hecho muchas cosas, pero quedan muchas por hacer. Hay sectores con los que no se ha podido trabajar. Fundamentalmente, con los escritores, la edición bibliográfica y discográfica. No se ha podido desarrollar una línea de apoyo a la investigación. Hemos llegado a acuerdos con muchas instituciones, pero quedan muchas otras. Hemos llegado al conservatorio superior, pero no estamos en todos los sitios. Hay conservatorios del mundo que imparten flamenco con los que deberíamos estar conectados. Falta quitarnos complejos, creernos que el IAF es una institución que puede avalar proyectos donde se trabaja por y para 365 días al año. No existe ninguna otra institución que haga lo mismo por otra materia cultural. Eso tiene un valor y tiene un coste institucional que se puede explotar más. Seguir creando sinergias. Firmamos un convenio con el Auditorio Nacional para tener flamenco, pero no está el baile. Teníamos el Centro Andaluz de Documentación de Flamenco, hemos dado el paso al museo. Tenemos un flamenco de muchísima calidad en tablaos y en salas, y seguimos escuchando el flamenco pa’ guiris que me revienta el oído. Porque la demanda local no da para que actúen todos a diario. En Sevilla, por ejemplo, batimos récords para visitantes y nosotros mismos seguimos machacando el flamenco pa guiris. Oiga, vaya a un tablao. Visítelos todos y descarte los dos que no le guste. Yo lo he hecho, así puedo recomendar. Y no hay flamenco para guiris, hay otro tipo de flamenco. Yo defiendo el flamenco de gran formato en el teatro, por supuesto. Pero también defiendo ese formato pequeño. Y quizá a nuestro visitante cultural, que no se va sin ver flamenco, le llegue. Quedan muchas cosas.

– ¿Qué consejos le daría a los nuevos gestores del Instituto Andaluz de Flamenco?
– Toda mi gestión se ha quedado en una memoria encima de la mesa. Qué se ha hecho, por qué. La concurrencia competitiva, búsqueda de publicidad, estudio de sectores. Nosotros estábamos empezando a trabajar en el plan estratégico del flamenco, un documento que va a concretar todo eso que hemos estado haciendo, nuestra vinculación con Educación, Universidad, Turismo… La internacionalización del flamenco es fundamental para que los flamencos trabajen. Por mucho que tú cuides la materia a nivel patrimonial, si no permite generar trabajo se muere. Tenemos que cuidar lo que hay, pero hay que cuidar que la oferta aumente. Esa transformación de las peñas en sitios abiertos. Ese cuidado a los jóvenes. Esa creación de público. Son líneas fundamentales para la supervivencia. Mi consejo, evidentemente, sería que hagan caso al equipo humano que tienen allí.

– ¿Le llamó la atención que en el pleno de investidura del reciente cambio de gobierno en Andalucía se pronunciara tantas veces la palabra flamenco?
– Es una seña de identidad de Andalucía. Todos los políticos lo saben, aunque les guste más o menos. Me pareció excesivo, en las líneas generales, sin hablar de la cultura, hablar de una futura ley. Yo he trabajado bastante en las bases del futuro plan estratégico, ahí están las bases de esa ley. Hay un proceso participativo importante de la sociedad. Si haces una ley del flamenco debe ser para todos lo que lo consumen, lo ofrecen, lo disfrutan. El ciudadano que tiene derecho a ir al teatro. El peñista que viene peleando y que ha hecho que salgan mil artistas dando vueltas por quinientas peñas. Pero sí me sorprendió, porque nuestra cultura es bastante más amplia. Y me gustó. Que vengan preocupados por ello me parece bien. Ahora, que se ponga en marcha… Dada esa preocupación, me da mucha pena que hayan descabezado una institución en la que hay un personal técnico maravilloso, cada uno en su parcela, y que lleven veinte días sin saber qué hacer. Así no se demuestra el interés.

 

María Ángeles Carrasco, junto al monumento al Arte Flamenco de la Plaza del Altozano, Triana (Sevilla). Foto: Quico Pérez-Ventana

María Ángeles Carrasco, junto al monumento al Arte Flamenco de la Plaza del Altozano, Triana (Sevilla). Foto: Quico Pérez-Ventana

 


Sevilla, 1969. Periodista andaluz de intereses etéreos y estrofas cabales. Tres décadas de oficio en prensa musical y cultural. Con arrimo y sin arrimo, para seres de cualesquier afecto.

1 COMMENT
  • Francisco Expósito Martinez 25 marzo, 2019

    Esta señora, además de tener mal oído (según dice ella), miente mas que parpadea, ya que en diciembre del 2009, el director de la Agencia Andaluza del Flamenco o (IAF) posteriormente, era el Sr. Francisco Perujo, por lo tanto, solo ha estado en el cargo durante una década, de la que podría contar y demostrar su nefasta gestión y actitud con el flamenco y l@s flamencos, por lo que personalmente me alegro de que por fin la hayan «cesado del cargo», «ya era hora».

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