Tres gitanas de carácter natural
Artículo que Juan Garrido escribe para la revista de flamenco 'Al-Yazirat', que edita la Sociedad del Cante Grande (Algeciras, Cádiz) con motivo de la XXVIII Palma de Plata otorgada a las cantaoras Juana la del Pipa, Inés Bacán y Dolores Agujetas. El colaborador de ExpoFlamenco quiere compartirlo con los lectores agradeciendo las atenciones de la organización de tan reputado encuentro.
El papel de la mujer en el flamenco ha tenido un protagonismo especial en este curso y se ha podido comprobar cómo muchos festivales han roto una lanza a favor de la igualdad en el arte jondo, preponderando la presencia de cantaoras y bailaoras en el diseño de carteles. Caso de ello ha sido la Fiesta de la Bulería de Jerez de este 2019 o la edición de 2018 del Flamenco On Fire de Pamplona. Siendo más que signitivativo y plausible este mensaje social y actual del arte jondo, tampoco hay que olvidar nombres de relevancia que a lo largo de la historia han destacado en las distintas etapas de esta cultura. Desde una Pastora a una Paquera, sin olvidar a Las Pompis, a las hermanas de Utrera, Isabelita de Jerez, Carmen Amaya o Tía Anica ‘La Piriñaca’. Todas ellas han dejado su impronta, su legado, por supuesto unas con mayor peso que otras. También están las menos conocidas por el amplio número de aficionados, como la decimonónica María Borrico.
En este sentido, es más que apropiado valorar en vida a quienes han defendido esto del cante desde el carácter natural que le ha permitido la herencia recibida. Estamos, pues, de enhorabuena por el reconocimiento a Inés Bacán, Dolores Agujetas y Juana la del Pipa que tienen a bien brindarles los buenos amantes del flamenco de Algeciras. La Palma de Plata, en su vigesimoséptima edición, cumple con la digna encomienda de aplaudir lo que otros callan. Ninguna de estas tres gitanas ha de ser analizada artísticamente por el filtro habitual y común, ya que cumplen ante cualquier estética con el principio fundamental, esto es, la emoción. Partiendo de esta base, tanto la lebrijana como las dos jerezanas saben acudir a la llamada de lo único y verdadero, aportando a cada quejío una descripción sonora de la aventura de su sangre.
«Larga vida a estas señoras del cante que gracias a su carácter natural han cautivado a la verdad dejando atrás el maquillaje de lo jondo»
Es por esto que no encuentro motivación para –solamente– numerar los méritos que cada una de ellas han conseguido para llegar hasta aquí. Prefiero, ya que se me da la oportunidad, hablar de vivencias, pues ahí reposa gran parte del significado de lo jondo, además de ser estas tres cantaoras perfiles que han conseguido su propia personalidad desde este principio: convivir. De sobra es conocido que el lugar y el ambiente donde cada una de ellas se ha criado ha jugado papel fundamental para comprender el carácter de las mismas. Si Juana la del Pipa es el ejemplo más fidedigno de la ralea del barrio de Santiago de Jerez, podemos asegurar sin miedo a equivocarnos que los soníos oscuros de La Plazuela siguen resucitando cada vez que Dolores abre la boca. Del mismo modo, Lebrija florece en la garganta indulgente de Inés Bacán.
Recuerdo, entrando en faena, la etapa de Juana la del Pipa en su bar de Santiago. No duró más de cuatro años, pero mientras ella estuvo allí pasaban a diario numerosos forasteros que necesitaban comprobar que Juana, la gran Tía Juana, la popular Tina Turner de la calle Nueva, te servía un plato de berza recién apartada del fuego y cocinada por ella misma. Si somos sinceros no está de más resaltar que a Juana no le iban a dar el premio a la empresaria del año, pues aquello era como su propia casa y la carta cambiaba según convenía, pero la calidad del producto y el resultado de la estancia en ese bar no tenía precio. La compañía de la hija de la gran Tía Juana, reina –y madre– de las bailaoras de la bulería de Jerez, era un verdadero regalo. Su particular desparpajo hacía que volviéramos a encontrar su gracia y su generosidad. Probablemente, su perfil de matriarca hacía que estuviera en ese rincón del barrio que la vio nacer guisando y atendiendo, con gran parte de su familia allí junto a ella. De buenas a primeras, llegaba una cámara de televisión o un compañero de prensa para realizar un reportaje a tan maravilloso lugar y Juana no dudaba en cantarse y bailarse como ella solamente sabe. Con esa voz resquebrajada por las fatigas y con un palillo que sonaba al levantar su brazo canastero. «Otro día que vengas me avisas y te hago una espoleá», le decía a un juez amigo mientras Juana le daba como postre un plátano. Sin parangón.
«Palma de Plata para tres damas que buscan en la reunión su zona de confort porque saben que lo suyo no es para todo el mundo, sino para quienes de verdad saben ‘estinguir’»
Dolores, hija de Manuel Agujetas, me acogió en su casa de Cuartillos (barriada rural de Jerez) como si de un familiar suyo fuese. Ella, que siempre ha mantenido cierta distancia con la «ruidosa» sociedad, sigue compartiendo sus cotidianas experiencias con gallinas, flores silvestres y «hierbas medicinales». Tras un tiempo sin aparecer contundentemente por los escenarios de la zona, pudo vérsele en el disco Mujerez (BBK, 2009), junto a la ya mencionada Juana y a Tomasa ‘La Macanita’. Para los de mi generación, aunque ya le seguíamos la pista, fue un total descubrimiento, ya que encontrábamos en su metal la oscuridad que necesita el cante. A partir de ahí fueron numerosas los recitales de Dolores en las peñas La Bulería, Chacón o Tío José de Paula, llegando a pasar por Fiesta de la Bulería y otros ciclos de la comarca. Cuanto tuve la oportunidad de entrevistarla en su casa me ofreció una limonada, y acepté. A un vaso de agua le echó el jugo que de un limón recién cogido de un árbol salía. Me sorprendió que fuera tan natural, como la vida misma. Allí también nos comimos otro día un cordero al horno, y comprobaba que la grandeza de una garganta y el peso de un discurso cantaor no estaban reñido con la naturalidad de los gestos. La sencillez de Dolores solo se veía arrebatada por la trágica seguiriya que mostraba la infancia de un ser único.
«Las bulerías de Inés Bacán paran el tiempo y su seguiriya vuelve a contarnos que el cante no es lo que muchos quieren que sea, sino lo que ha sido siempre»
Inés, la buena de Inés, ha sabido explicarme cómo son las cosas en Lebrija. Pero lo ha hecho sin palabras, sin relatos, sin guiones… Solo con su cante. Sus hechuras empiezan en el inframundo y terminan en el cielo. De lo de abajo saca la fuerza para levitar con sus brazos en alto hasta lo paradisíaco. Bondadosa a más no poder, ha agradecido siempre a todos los que han querido que ella cante ante un público, hecho que veía imposible por su exagerada timidez y por el respeto a sus mayores. La hermana del añorado Pedro Bacán se apoya en su grupo de amigas de Lebrija, Trebujena y Jerez… y con ellas comparte horas de charla y risas. Es una gitana cariñosa que abraza a los suyos y los defiende a muerte. Francia la quiere. Sus bulerías paran el tiempo y su seguiriya vuelve a contarnos que el cante no es lo que muchos quieren que sea, sino lo que ha sido siempre. Lo que ha escuchado en las fiestas y reuniones familiares con el Funi, Pepa de Benito, Fernanda y Bernarda…. y otras tantas. Destaca por cantiñas, soleá, romances o bulerías.
Palma de Plata para tres damas que buscan en la reunión su zona de confort porque saben que lo suyo no es para todo el mundo, sino para quienes de verdad saben ‘estinguir’. Larga vida a estas señoras del cante que gracias a su carácter natural han cautivado a la verdad dejando atrás el maquillaje de lo jondo.
* Artículo de Juan Garrido publicado en la revista ‘Al-Yazirat’ con motivo de la 27 Palma de Plata de Algeciras