‘Creer para ver’, cuarto disco del guitarrista Dani de Morón
El músico sevillano Dani de Morón lanza el 18 de septiembre su nuevo álbum de estudio, 'Creer para ver'. El 3 de octubre se presenta en el marco de la Bienal de Flamenco.
El 18 de septiembre, Dani de Morón, sin duda uno de los guitarristas contemporáneos más interesantes de los últimos años, edita Creer para Ver, su nuevo disco de estudio, que además se presenta en directo el 3 de octubre en la XXI Bienal de Flamenco de Sevilla.
Nada escapa a los dedos de Daniel López Vicente (Sevilla, 1981) y Creer para ver es la prueba. También la confirmación de que sus inquietudes siempre han sobrepasado las lindes del flamenco. Se percibe en este disco, el cuarto en su carrera, la suma de todo lo aprendido en los últimos años. No solo en sus álbumes, también en las obras hechas con o para otros artistas, pues además de acompañar a los más destacados cantaores vivos –El Pele, Estrella Morente, Arcángel o Rocío Márquez– ha tocado para estrellas del baile como Patricia Guerrero o Rocío Molina, y ha compuesto, por poner solo un ejemplo, parte del ambicioso El sombrero de tres picos de la Estévez/Paños Compañía, y se ha atrevido a musicar El perro andaluz de Luis Buñuel.
«Da igual si va a compás de bulerías o de mariana. Lo que hay en cada uno de los cortes es Dani de Morón, inconfundible, algo que otros artistas tardan una vida en alcanzar y que él, sin llegar a los 40, ya ha conseguido»
Por eso, referirse a Dani de Morón solo como guitarrista o solo como flamenco, sin incidir en que es ante todo un músico siempre es quedarse corto. No se puede hablar de un disco de flamenco, tampoco decir que no lo sea. Claro que en Creer para ver hay palos, pero de algún modo es lo de menos. Lo de más es que se identifica un sonido con nombre propio. Da igual si va a compás de bulerías o de mariana, lo que hay en cada uno de los cortes es Dani de Morón, inconfundible, algo que otros artistas tardan una vida en alcanzar y que él, sin llegar a los 40, ya ha conseguido.
Esa rúbrica tiene varios atributos. Uno se encuentra en el modo en que estira la raíz, a la que va su autor pegado, no encadenado. La prueba más palpable son los homenajes de Creer para ver: a Avishai Cohen o Dhafer Youssef, que con dos temas emblemáticos como Ani Maamin y Surah suenan como si el israelí y el tunecino hubieran hecho un retiro espiritual en Morón de la Frontera. Ese es el don de Dani: que más que acercarse a otros géneros musicales, les regala su sonido, su historia y su bagaje. Dani los eligió por gusto, le acompañan desde siempre, pero cuando bautizó su disco Creer para ver no sabía qué significaban los títulos de esas canciones. La de Cohen es el Yo creo que cantaban los judíos en los campos de concentración. Y Surah, cada uno de los 114 capítulos del Corán. Que él no lo supiera no significa que sea casualidad. Su cabeza funciona de un modo –ni en línea recta, ni siempre hacia adelante y más bien haciendo curvas– que impide saber qué va antes y qué después en todo lo que inventa Dani.
Por eso es imprescindible hablar de otro aspecto destacable en el toque que despliega en Creer para ver: la velocidad. No es el único guitarrista de la actualidad que en directo da la sensación de estar tocando dos guitarras a la vez, pero hay pocos que además consigan que alguien crea oír instrumentos que no están: un piano, un contrabajo… Un ejemplo es la canción que le da título al disco, y en la que, como en el resto de temas, cuesta creer que haya solo dos manos ejecutando la pieza. Y como no es efectista, sorprende a quien le escucha. Nunca remata igual, nunca acaba –a veces ni las cierra– las canciones de manera previsible.
Dani de Morón sigue poniéndose a prueba. En Creer para ver hay un ejemplo claro: el de la soleá que aborda como si fuera un pintor con un estudio, es decir, con un cuadro en construcción con el que examina su pericia y el conocimiento acumulado. En su caso, Dani divide el palo en tres partes que son como tres historias contadas desde diferentes ángulos. Cada una tocada de diferente manera, a distinta velocidad, en todas exprimiendo su técnica y recreándose en ella, corroborando ese dicho tan flamenco que afirma que “el conocimiento la pasión no quita”. Se trata de una pieza que disfruta el debutante en materia musical y extasía al iniciado, no importa de qué género, pues si algo queda claro escuchando este trabajo es que para celebrarlo, al “ole” tradicional tendremos que añadir también un “bravo” y por supuesto, más de un “oh yeah”.