Al menos, una vez al año
El mundo de lo jondo debe comprometerse con los suyos, con los de siempre, sin dejar de abrir puertas a las nuevas y esperanzadoras generaciones. Reencontrarse con perfiles únicos que poseen sabiduría fruto de vivencias irrepetibles, que marcaron las formas y la estética de un tiempo pasado. Es el caso de Luis El Zambo en Jerez.
Hay artistas que tienen que estar en las programaciones locales, al menos, una vez al año. Sobre todo aquellos que por distintas circunstancias han dejado de ser habituales en los establecidos circuitos de festivales de verano, muestras internacionales de flamenco, foros o certámenes de peso…, pero que sin duda tienen más que contar, o cantar, que muchos de los que se suben hoy día a un escenario por un buen caché.
Así, el mundo de lo jondo debe tener un compromiso con los suyos, con los de siempre y, sin dejar de abrir puertas a las nuevas, intensas y esperanzadoras generaciones, buscar la manera de reencontrarse con perfiles únicos que poseen sabiduría fruto de vivencias irrepetibles y que marcaron las formas, la estética de un tiempo pasado.
«Luego nos arrepentiremos de no haber disfrutado más de los últimos años de vida de determinados artistas»
Valga el ejemplo de Luis ‘El Zambo’. En Jerez debería aparecer al menos una vez al año para que la cantera de aficionados y artistas incipientes no olviden cómo se canta la bulería pa’ escuchar de la tierra. Esa que Manuel Soto ‘Sordera’ hizo como pocos en un escenario, pues trasladaba el sonido cotidiano del barrio de Santiago y las gañanías de cortijo, a las tablas. Tío Enrique Manuel, Tío Paulera o la propia Isabelita de Jerez… vienen a la memoria. Luis debe aparecer en alguna peña de su ciudad, en la Fiesta de la Bulería, en Viernes Flamencos o en algún encuentro de esta índole a lo largo del año. Como este caso, otros como Tía Juana la del Pipa, Lorenzo Gálvez ‘Ripoll’ o Mateo Soleá. No hace falta que sea en un gran formato, pero que haya oportunidad de escucharlos aunque sea hablar.
Pasa igual en Cádiz con Juan Villar o Rancapino (chiclanero), o en Lebrija con Inés Bacán, o Diego ‘El Cabrillero’ en Utrera, o a La Cañeta en Málaga… Son artistas con carisma y con unos conocimientos de esta cultura que son los que realmente deben protagonizarla a través de la práctica. No para un recital de ocho estilos, sino para escucharlo sin método o protocolo. Hay que buscar la manera de no arrepentirse luego de haber disfrutado poco de los últimos años de vida de determinados artistas y vivir de la nostalgia sabiendo que quizá no se hizo todo por estos perfiles.