Otra de las disciplinas de las que se ocupa la musicología comparada es la estética, la teoría de lo bello en música, que las más de las veces suele referirse a la calidad de la música en sí, no en vano Schumann sentenció que sólo hay dos clases de música, la buena y la mala. La estética musical es la disciplina filosófica aplicada a la música, que estudia los elementos estilísticos, temáticos de la música, estudio de cánones de belleza y de perfección según el periodo histórico y político correspondiente.
En un género como el flamenco resulta interesante observar su música y baile desde un punto de vista estético, teniendo en cuenta lo radicalizados que están los gustos. Para un sector el cante de Pepe Marchena puede ser el no va mas de la flamencura, mientras que para otros es la antítesis de lo que consideran como auténtico cante jondo. Esa postura extrema que se vive cada día entre la afición flamenca dificulta hacer una valoración clara de qué es lo estéticamente valorable cuando hablamos de flamenco
Seguramente la conferencia que ofreció Federico García Lorca con motivo del Concurso de 1933, Teoría y juego del duende, lo podríamos considerar, y así lo hacen algunos autores como un texto fundacional de estética del flamenco. Debemos de todos modos tener en cuenta que hay tantos flamencos como épocas y en cada uno la percepción de su estética es diferente, los gustos del público no son estáticos y sus querencias estéticas son diferentes dependiendo de la época, de ahí que debamos cuidarnos muy mucho de trazar categorías estéticas sin tener en cuenta esto que decimos.
Casi todos los jaleos flamencos responden a la reacción que provoca un cante, un tercio, una falseta o un desplante bien hechos, el efecto que produce el flamenco, un arte por otra parte muy expresivo donde el público participa activamente
Estéticamente hablando, no hace falta ser un fiera ni un entendido para estimar la calidad de un artista. Mas difícil resulta apreciar todos los matices que un buen flamenco nos transmite con su música o su baile. Recuerdo al maestro Gades diciendo que lo importante no son los pasos, sino lo que hay entre paso y paso, sentencia estética. Cada tono, la forma de respirar, la colocación de los brazos y la cabeza, la pulsación de mano derecha, el siempre difícil ligado de los tercios, el complicado universo musical de la guitarra para acompañar el cante, la justa medida del compás, y el volumen, saber controlar el volumen, saber escuchar, algo fundamental para un buen flamenco, aprender a escuchar a sus compañeros y no deleitarse con su propio arte si no es para enriquecer el conjunto. El jipío, el arte de ligar dos versos de un aliento, es otro de los elementos estéticos que más aprecian los aficionados, las más de las veces de forma inconsciente
Los conceptos estéticos cambian con las modas como es natural. Si el cambio es para bien o para mal ya es otro tema, el caso es que para gustos hay versiones, y en el cante tenemos versiones de casi todos los cantes para todos los gustos, de la guitarra ni hablamos, el nivel es soberbio, y en el baile, lo hay para todos los gustos. El arte, como concluyera Adorno, no es una hermosa morada, sino una tarea para estar siempre tratando de solucionarla, tanto en su producción como en su aceptación, tanto para el que lo crea e interpreta como para el que lo escucha.