En el género flamenco la melodía es el parámetro de la música que define las diferencias entre una variante y otra dentro de un determinado estilo. Por ejemplo, diferenciamos el fandango de Juan El Camas del de El Gloria por las distintas inflexiones que presenta cada uno de sus versos melódicos. Existen otros muchos elementos que plantean esas diferencias, acordes, tipos de acompañamiento, etc., sin embargo, en el plano melódico es en donde se distingue una variante de otra. En muchas ocasiones las variaciones de un cante con respecto a otro son mínimas, una inflexión hacia un tono determinado y en un determinado momento, marca la diferencia entre algunos estilos, por ejemplo, en la soleá.
Uno de los elementos principales sobre los que caracteriza a la melodía flamenca es la ornamentación. La melodía de los cantes y toques flamencos está normalmente muy ornamentada. Numerosos giros ornamentales son posibles en el cante flamenco, desde la más sencilla apoyatura hasta los mordentes más elaborados. En la ornamentación está la base musical de un gran número de melodías flamencas. Muchas veces sólo desnudando de ornamentos un cante determinado, somos capaces de identificar la melodía matriz. Este método (dejar la melodía sin ornamentos) es la base de una transcripción fiable para el cante flamenco. Sistematizar los diferentes ornamentos que se usan normalmente en el cante, sería una manera de emparentar un cante, con otro en apariencia lejano.
Y lo mismo ocurre con el toque, muchos de los recursos melódicos del toque se basan en variantes de un mismo recurso matriz que, adaptado a otro estilo, adquiere una apariencia musical totalmente distinta y por lo tanto parece, a primer oído, tratarse de dos melodías sin parentesco alguno.
En lo melódico es, como decimos, en donde reside gran parte del conocimiento del flamenco; por el compás sabemos si estamos escuchando una soleá, por la armonía podemos saber si esa soleá es en realidad una caña, y por la melodía sabremos si esa caña es la de Chacón. Cada parámetro nos permite trazar las diferencias que van de lo general a lo concreto. Y en un repertorio tan enorme como el del flamenco, con infinidad de variantes para cada estilo, sólo a partir de un conocimiento de cada uno de los parámetros musicales que definen cada variante, podremos saber qué tipo de cante está interpretando.
El conocimiento del repertorio, premisa hoy en día exigible a cualquier cantaor que se precie de serlo, permite al intérprete moldear a su forma cada una de las variantes que interpreta logrando versiones personales, con matices de cosecha propio y alcanzando una de las principales metas de todo cantaor, aportar personalidad a los cantes. Y esa cualidad necesita un conocimiento profundo de los cantes, los matices que permiten diferenciarlos unos de otros. Hay cantes, por ejemplo por seguiriyas, que solo una escucha paciente del aficinado y un estudio concienzudo por parte del intérprete consigue identificar las diferentes entre variantes en principio muy similares. Por ejemplo el fraseo, las pausas, respiraciones, adornos concretos, a veces pequeños matices que marcan la diferencia y ponen de manifiesto que estamos escuchando, por ejemplo, el cante de El Viejo de la Isla o el de Paco La Luz.