Los estilos flamencos responden a un esquema formal que podemos considerar común, con las naturales excepciones que señalaremos. Todos se suelen preludiar con una introducción de guitarra y concluir con un cierre también de sonanta. Entre los cantes se tocan variaciones, pequeños interludios de guitarra propios de cada estilo, y falsetas a modo de composición o solo. Mientras las variaciones sirven para enlazar los cantes, la falseta tiene una entidad musical autónoma, siempre claro está dentro de los cánones del estilos en cuestión.
El cante llamado a palo seco se rige por la entonación de los ayes a modo de preludio y las letras a modo de tanda, teniendo en cuenta, como ocurre con casi todos los cantes, de presentar los cantes principiando en los tonos más graves para ir ascendiendo, formando un arco formal característico de ésta música.
Los bailes, además de sus entradas, desplantes, paseos y marcajes, tienen elementos como la escobilla que, aunque tienen su origen en las alegrías, se ha ido incorporando a las coreografías de muchos estilos, al tratarse del solo de zapateado, tan del gusto del público. Las alegrías y el zapateado son los estilos seguramente más antiguos del baile flamenco, y en ellos se inspiran el resto, de ahí que elementos formales de estos estilos aparezcan en el resto que fueron adaptados por insignes creadores como Faíco, Vicente Escudero, Antonio Ruiz, Pilar López o Carmen Amaya.