El flamenco, como música de tradición oral que es, bebe del repertorio popular, preferentemente andaluz, pero también del hispano, español e hispanoamericano. De ahí que desde el punto de vista formal esta música adapte los elementos formales propios de esa tradición.
La excepcionalidad de los cantes flamencos permite que cada intérprete modele la forma a su modo, pudiendo interpretar en el orden que crea conveniente diferentes cantes, eso sí, siempre dentro de un mismo estilo. Por ejemplo, una tanda de soleares suele iniciarse con un cante de Alcalá, para seguir con tonos más valientes con otro de Cádiz y rematar por todo lo alto con cantes trianeros.
Las tandas de cantes son pues la esencia formal de esta música, y beben de las seguidillas, las jotas, y, en el caso de la soleá, de los jaleos. Formas bailables que pasaron a ser pa escuchá, a cantarse alante, ahí nace la forma flamenca.
En el baile los elementos formales son heredados en gran parte de la antecesora de la escuela flamenca, la bolera. La principal diferencia viene dada por el baile individual predominante en el flamenco, con respecto al de parejas propio de la escuela bolera.
La guitarra flamenca, heredera directa de la guitarra llamada barroca de cinco órdenes tocada a lo barbero, es decir, al puente y rasgueada, será la base sobre la que, bebiendo después de la llamada clásica, la del toque por lo fino, para desarrollar una técnica hoy envidiable en el mundo entero. Las falsas se hicieron falsetas, las variaciones, que hunden sus raíces en el siglo XVI. Los cierres e introducciones se fueron perfilando para adaptarse a la nueva música que hacia 1850 se empezó a reconocer como flamenco.
La relación de la música renacentista para vihuela y guitarra barroca está muy relacionada con el flamenco. Si aquella se basa en los bajos ostinatos (ruedas de acordes que se repiten y sobre las que se improvisa) los estilos flamencos no son más que ruedas de acordes que se repiten y sobre las que se cantan diferentes melodías que el tiempo ha ido fijando y, por transmisión oral, han llegado hasta nosotros. Repasemos entonces algunos de las principales bajos de danza y observemos como pudieron influir en el flamenco
Comenzamos con la zarabanda, cuya rítmica dibuja ya la amalgama de 6/8+3/4 así como los cambios de acordes en partes débiles del compás.
La chacona es otro de los bajos de danza que fueron mas populares en España y Europa durante el siglo 17. El bajo de la chacona adopta, como la zarabanda, múltiples formas. Una de las más populares, en compás ternario, con tendencia rítmico-armónica a la hemiolia, y en modo mayor con paso al relativo menor.
Fundamental para el flamenco fue también la folía. La relación de las folías con el flamenco la encontramos en el uso que hace en el bajo ostinato alternando modo mayor y menor tan presente en soleares, peteneras, bulerías o tientos y tangos.
El segundo grado (por arriba Fa) no suele aparecer en las folías, sin embargo Guillermo Castro afirma que ya en el Cancionero de Palacio, (último tercio del siglo XV- principios del XVI) encontramos una folía que presenta el cultivo de la cadencia andaluza en su estructura, al menos de forma sugerida, y el ritmo ternario en hemiolia. Este paso del cuarto grado del menor al quinto a través del séptimo y el sexto grado, que hoy llamamos cadencia andaluza, generó sin duda este avance en la configuración de los bajos ostinatos que acompañan los cantes flamencos.
La folía guarda mucha relación con otro de los principales bajos de danza, el conocido como Guárdame las vacas, o simplemente Vacas (conocida también como romanesca). Hace similar recorrido que la folía pero comienza en Mayor en vez de en menor. Todo lo que hemos referido a la folía con respecto a su presencia en el flamenco vale igualmente para este bajo de Vacas.
Los canarios
El pasacalle, aunque en modo menor, tiene una gran repercusión en la música española desde el siglo 17. Está en compás ternario y tiene un aire lento y una rítmica que, junto al bajo que lo caracteriza, recuerda mucho a la farruca flamenca. Al estar en modo menor, el paso a la dominante a través de una semicadencia no está sugiriendo el uso de la cadencia andaluza
Las jácaras es una danza teatral española y la letra romanceada sobre la que se canta, muy extendida a partir del siglo XVI. El lenguaje es generalmente el de germanía que cultivaban las clases más bajas de la sociedad, y la música estaba dirigida a ser cantada y tocada en escena en clave de humor.
Emparentada con el villancico barroco y con la zarabanda el gran número de jácaras de los más diversos tipos concluyen que el término es polisémico y muy utilizado en referencia a una danza cantada con toques satíricos. La etimología de la palabra puede ser jaque (rufián), ya que las jácaras suelen contar las peripecias de majos rumbosos y jacarandosos. Gaspar Sanz la incluyó en su instrucción de guitarra y tiene compás ternario muy emparentado, como decimos, con la zarabanda y, al igual que esta, tiene un bajo ostinato característico. Se dice que la jácara era baile de pareja que se realizaba sin tocarse (como ocurre hoy en las sevillanas y los bailes flamencos realizados en pareja).
El zorongo es un estilo que desde hace mas de un siglo disolvió sus elementos rectores en otros géneros, desapareciendo como tal del panorama musical andaluz. El zorongo era baile muy usado en la época de la tonadilla escénica dieciochesca de la que formó parte, derivado quizás de la zarabanda y el zarandillo, y su nombre se debe a que en una de sus letras más populares aparece a modo de estribillo la palabra zorongo, y parece ser que fue uno de los bailes originales de las agrupaciones zámbricas del Sacromonte.
García Lorca lo rescató en sus Canciones populares españolas grabadas en 1931, con el poeta al piano acompañando la voz de La Argentinita sobre un ritmo lento de 3/4. En la versión recogida por García Lorca llama la atención la similitud entre la melodía del zorongo ( la luna es un pozo chico) con los ayes que encontramos tanto en la caña como en el polo.
La jota es baile tradicional y la música y letra con que se interpreta. Es uno de los cimientos sobre los que se edifica en el siglo XIX la música flamenca, junto con la seguidilla y el fandango. Originalmente la jota tiene un rítmica particular que consiste en la agrupación bajo un mismo metro de dos periodos ternarios unidos, lo que lleva a que esta danza deba ser escrita en 6/8, al tener la base ternaria agrupada en dos partes de tres pulsos cada una.
En referencia al flamenco la jota, en el plano rítmico, aportó una serie de acentuaciones que se conservan en estilos como las cantiñas, aunque fue en el armónico donde ha dejado una huella más profunda, precisamente en la alternancia de tónica y dominante que pervive como bajo ostinato en buena parte de los estilos flamencos realizados en los modos armónicos, mayor y menor.
La jota tiene un rítmica muy particular que se trasvasaron al flamenco en forma de patrones que se usan una y otra vez. Sin embargo fue en lo melódico y armónico (en los acordes de la guitarra) donde ha dejado una huella más profunda, en las cantiñas nominadas alegrías. En la melodía flamenca la jota dejó su marca en el cante por alegrías, que adaptó muchas melodías joteras, mientras se fundían con el aire de los jaleos gaditanos. Las alegrías no son otra cosa que jotas adaptadas al compás de la soleá al golpe, aflamencando la melodía cantable y con aire bailable.
De la jota tenemos referencias desde el siglo XVIII, lo más probable es que llegaran a Cádiz mucho antes de la guerra contra Napoleón. Si bien la aragonesa es la jota más popular y vistosa, en su canto y baile, no es la única ya que no existe región en España que no tenga su propia jota, en Andalucía Cádiz se llevó la palma e hicieron sus jotas jaleadas que llamaron canto alegre, por alegre y por fin alegrías. Todo este ocurrió antes, durante y, sobre todo, después de 1812.
En su origen el fandango fue un baile que comenzó a popularizarse en Andalucía a partir del XVIII, y estará presente en fiestas, en las tonadillas de los teatros y numerosas ediciones musicales, principalmente de guitarra. Este fandango difería bastante del que hoy conocemos. Aquel, conocido desde 1700, era instrumental y bailable y en modo menor con clara tendencia al modo flamenco (como una de sus antecesoras, las jácaras), y el que hoy llamamos fandango, sea de Huelva, malagueña o taranta, comenzó a cristalizar a finales del XVIII, es cantable y se interpreta en modo mayor (con los interludios de la guitarra ya en el modo flamenco, herencia del fandango antiguo.
A finales del XVIII ya forma parte del repertorio popular andaluz junto al polo. En 1779 el Conde de Noroña en su poema burlesco La Quincaida nombra el Fandango de Cádiz junto al polo agitanado y la malagueña. La malagueña y la rondeña, son quizás los primeros fandangos modernos, cantables y en modo mayor.
El fandango aquí descrito, sin embargo, representa una forma arcaica que no coincide en lo musical con lo que conocemos hoy como fandango andaluz, aunque sí existen algunos elementos comunes, como la cadencia andaluza con función de variación instrumental, que encontramos en la jácara ya en el siglo XVII.
También en la rítmica de estos fandangos históricos se aprecian variaciones que se integraron cómodamente en la música flamenca, por ejemplo en la soleá. Algunas variaciones del fandango de Scarlatti son hoy plenamente de soleá, de caña.
Esta cadencia, como ya hemos explicado, es básica en la configuración de la tonalidad flamenca (ver polo). Probablemente otros elementos diseminados por danzas como la folía, el canario, la chacona, la zarabanda, la jácara y otras del siglo XVII también contribuyeron a su definitiva cristalización.
Más información sobre las música que han servido de antecedente a los estilos del flamenco las encontramos, como hemos dicho al principio de este apartado, en el apuntado artículo de Guillermo Castro y en la plataforma Flamencópolis.