La métrica musical del flamenco bebe principalmente de la tradición andaluza. El compás ternario es el propio de fandangos y seguidillas, géneros del folclore que contribuyeron activamente a dotar a los estilos flamencos de una métrica y consecuente rítmica muy característica. Es la ternaria la métrica más extendida en la música popular española y es natural que también esté presente en estilos flamencos sobre todo los que tienen una directa conexión con el folclore español en general y en particular en la música tradicional andaluza.
El compás binario tiene raíces americanas, ya que desciende directamente del tango americano que desembarcó en Cádiz procedente de Cuba en las primera décadas del siglo XIX, y se incorporó al repertorio flamenco en los años ochenta del siglo romántico. No olvidemos que, aunque formado por dos periodos ternario la jota también mide de forma binaria, sobre un compás de subdivisión ternaria (6/8).
El compás alterno de doce tiempos se remonta al siglo XVII cuando zarabandas, chaconas y jácaras servían de sostén rítmico a las músicas que se realizaban en fiestas y reuniones populares tan en las colonias como en la metrópoli. Esa métrica compuesta de binario y ternario en el flamenco la encontramos en estilos americanos como las peteneras y las guajiras, y el flamenco lo hará suyo cuando se usa para estilos tan paradigmáticos de la música jonda como soleares, cantiñas, bulerías e incluso, de forma invertida, en seguiriyas, desplazando los acentos según el estilo correspondiente como veremos más adelante. El compás de doce tiempo será entonces el más característico del género flamenco y, debido a su longitud, propicia una serie de acentuaciones que facilitan el uso de contratiempos y síncopas tan propios de una música que tiene en el ritmo una de sus cualidades más atractivas.