Pero esta tonalidad flamenca no nació de la noche a la mañana, sino que fue, como ocurre con todos los elementos que conforman un género musical, producto de la evolución de la música andaluza.
Si rastreamos en el tiempo el origen de esta tonalidad, característica y genuina del género flamenco, encontramos un buen número de pistas que nos indican el camino por el que circuló la música andaluza al menos desde el siglo XVI hasta hoy.
Bailes como canarios, zarabandas, chaconas, pasacalles, folías, jácaras o fandangos bailables diluyeron sus elementos armónicos para cristalizar finalmente, principiando el siglo XIX, en un sistema tonal que los primeros flamencos supieron utilizar para acompañar sus tonadas (melodías) generalmente en el modo frigio de mi.
Los llamados bajos de danza que proliferaron durante los siglos XVI, XVII y XVIII sostenían el acompañamiento a través de ruedas de acordes, de las melodías de cada uno de ellos. Estas melodías, tonadas, tonás en andaluz, eran de muy diversa especie, pero los bajos variaban poco. Es decir, si acompañabas la zarabanda a la guitarra los acordes no variaban mucho, así como el aire y compás en el que se interpreta este baile, no así las melodías, que podían ser muy diversas. De igual forma ocurre en el flamenco, todas las soleares se cantan sobre un armazón armónico más o menos fijo, las diferencias entre una variante y otra se encuentran en la melodía.
A continuación mostramos un cuadro en el que podemos observar las diferentes cadenas de acordes que utilizaron esos bailes. El nombre, autor y fecha del modelo elegido (representativo del baile correspondiente) y el bajo cifrado (en mayúsculas si el acorde es mayor y minúsculas si es menor). En la columna derecha de los antecedentes que tenemos en www.flamencopolis.com podemos escuchar variados ejemplos de estas danzas.