La viuda que ha perdido a su marido y en consecuencia ha heredado su poder suele ser combatida en las letras flamencas. 

El río busca su cauce,
las golondrinas su nido,
la mujer que está viuda
va buscándose un marido.

La mujer del minero, víctima también de la explotación en el trabajo y el miedo a perder a su marido.

Cuando él se va a la mina,
ella queda sufriendo;
callada queda, callada,
sola en sus pensamientos.

Otro aspecto se refiere a la obligación que tienen los padres (sobre todo las madres) de transmitir los principios morales a sus hijos. Si la madre no es capaz de hacer esa labor, el hombre se lo echará en cara. La figura de la madre pasa a ser centro de atención principal en el cante flamenco. Tanto en lo negativo como en lo positivo. Las cualidades excelsas de una madre se cantan a los cuatro vientos:

A mi madre de mi alma
lo que la camelo yo,
porque la tengo presente
metida en el corazón.

En este aspecto, los hombres andaluces son completamente sinceros cuando reconocen la superioridad ética y emocional de las mujeres. La trinidad formada por La Virgen, la madre y la esposa aparecen continuamente en las letras flamencas, exaltando el papel principal de la cabeza de familia en las relaciones familiares.

Las peleas entre clanes familiares es otro de los temas que suelen tocar las letras flamencas. El sentimiento tribal de muchas comunidades, sobre todo entre los gitanos, ha propiciado que existan diferentes letras que toquen ese tema. 

Compañera mía,
mira por quererte
cómo me veo aborreciíto
por toíta mi gente.

Los suegros es otro de los temas que con más frecuencia encontramos en las letras que se refieren a las relaciones familiares. Preferentemente las suegras, casi siembre destinadas a la madre de la mujer amada, y no al contrario. 

Me voy por la otra acera,
porque le temo a tu madre
que tiene muy mala lengua.

Mira qué mala es tu madre,
que ella es la que ha tenido la culpa
que nuestro querer se acabe.