La seguidilla (no confundir con el estilo flamenco seguiriya) reinó durante casi un siglo en el repertorio más castizo que se practicaba en los teatros y en las reuniones populares de España. En las seguidillas, su copla, su música y su baile, formaron el armazón donde los músicos y bailadores vertieron buena parte de sus letras más enjundiosas. Las seguidillas a finales del siglo XVIII derivaron en boleras y ya en el XIX en el bolero. Hasta bien entrado el siglo romántico lo bolero copaba la actividad musical del pueblo, en todas sus variantes.
Ricardo Sepúlveda en su libro ‘El Corral de la Pacheca’ de 1888, en referencia al bailaor manchego Sebastián Cerezo, célebre bailarín de la época (1780), nos advierte como “una voz dulce de hombre, aunque plañidera, empezó a cantar las seguidillas, acompañado de un guitarro, que rasgueaba con maestría una especie de gitano de los Percheles”, aunque esta descripción no significa, como algunos han querido ver, que estas seguidillas se realizaran sobre el armazón rítmico-armónico de las seguiriyas flamencas.
Las seguidillas del siglo XVIII son eso, seguidillas, con una estructura estrófica (7-5-7-5 + bordón 5-7-5) y una forma musical concretas. Las seguiriyas son un estilo flamenco que se canta sobre un modelo de letra determinado y único en su género, sin embargo las seguidillas, y sobre todo las boleras, influyeron considerablemente en la cristalización de muchos géneros flamencos, no en vano, como ya hemos apuntado antes, el llamado por los flamencos “ritmo abandolao“, propio de buena parte de los fandangos andaluces, no es otro que el del bolero, el bolero español que tanta fama tuvo durante buena parte del siglo XIX.
Además, la estrofa de la seguidilla siguió viva trufando de letras a muchos estilos del flamenco. Por ejemplo en las serranas y livianas, en las sevillanas y en los múltiples juguetillos de alegrías, tangos y bulerías que se practican aun hoy en el repertorio flamenco.
Las seguidillas gitanas o a lo gitano, insistimos que NO SEGUIRIYAS, están más que presentes en el repertorio del teatro breve del XVIII. Como ejemplo estas que cantó Polonia Rochel, otra de las grandes, a las que puso música Blas de Laserna en 1781 y que están escritas en hexasílabos, el verso predominante en las seguiriyas. Ahí están cantadas a lo gitano, lentas y ornamentadas, que es lo mismo que decir agitanadas.
Y ya era yo mas maja
y que no es mentira
que un fiesta de toros
de Andalucía…
me acuerdo que un día
me desafiaron
dos o tres gitanas
a reñir bailando.
Le di la guitarra
a mi resalao,
la toco con aire
y yo con gran garbo
bailé estas seguidillas
a lo gitano…
O estas otras también en hexasílabos.
Las seguidillitas
que se bailarán
que son gitanitas
todos escuchar
La modalidad de seguidillas bolera reinaba en todos los teatros de España como se aprecia en una tonadilla de Blas de Laserna:
“Vayan unas seguidillas boleras a lo que salga, porque es lo que ahora se estila en los teatros de España”.
También aparecen indicaciones coreográficas, en este caso acerca de cómo se bailaban las boleras, aparece en las coplas de la tonadilla anterior de Blas de Laserna:
(Pepe) Toma pues las castañuelas, (Querol) vengan que son muy del caso, (P) pon así un pie así el otro, (Q) como quien arranca nabos. (P) los dos brazos de este modo, (Q) esta es postura de aspado, (P) se da así una vuelta, (Q) estoy enterado, (P) sigue un taconeo, (Q) lo se yo de pasmo, (P) trocad luego puestos y quedad plantado.
La afición por estos bailes de seguidillas boleras o boleros queda demostrada después de rastrear los periódicos de la época. En el gaditano Diario Mercantil de 1805 podemos leer:
“Se presentarán por primera vez a baylar El Bolero, dos hermanos, hijos del Sr. Josef Ordóñez (conocido como el Mayorito) y la Sra. Francisca Laborda; la Niña tiene 11 años y el Hermano 8, lo han executado en los Teatro de la Corte y en el de Sevilla”.
Y en el mismo diario leemos que:
“después bailará las boleras un cojo, nombrado Julián Cobacho. Y estas se intermedian de fandango”.
Siempre haciendo hincapié en el castizo acento de su música como ocurre en la tonadilla a cuatro de Blas de Laserna titulada Los caprichos donde sin tapujos se afirma que
Mas que todas las arias
y los tercetos,
vale de una bolera
un taconeo
El bien parado, el moderno desplante, era una expresión que significaba quedar plantado, quieto, como hoy aun podemos observar en el final de cada una de las cuatro seguidillas de las que constan las sevillanas. En el baile flamenco ese bien parado es muy recurrente en los conocidos desplantes que se hacen para rematar una serie de pasos.