En el ámbito de la seguiriya, a caballo entre la época anterior y ésta, son obligados los nombres de Curro Dulce, el señor Manuel Molina y Frasco el Colorao, quienes con su estilo personal trazaron las pautas de un cante considerado como el paradigma de lo jondo. Sin olvidar a María Borrico o su hermano Perico Piña El Viejo de la Isla, que con sus seguiriyas impusieron una forma de cantar que ha perdurado hasta hoy.
El trianero Manuel Cagancho, padre de otro grande del cante, Antonio Cagancho, está considerado así mismo uno de los patriarcas del cante en el arrabal sevillano, marcando una época con sus seguiriyas y soleares.
Destaca también el portuense Tomás El Nitri, primera llave de oro del cante, otro seguiriyero de pro que mereció el respeto de los grandes a pesar de su vida un tanto desordenada, de artista bohemio que se dejó fotografiar para la posteridad como poseedor de la citada llave.
En Jerez destacan el Loco Mateo creador de seguiriyas, Paco La Luz, Diego el Marrurro o Joaquín Lacherna, y también es jerezana la gran mujer del cante, Mercé La Serneta, considerada como natural de Utrera hasta hace poco tiempo, lugar donde residió la última parte de su larguísima vida y que nos legó hasta siete cantes por soleá que gozan de excelente salud en el repertorio de todo cantaor que se precie.
Ya entre los nacidos en los cuarenta destacan la rondeña La Andonda y el malagueño Juan Breva, sobresalientes creadores de cante por soleá y malagueñas respectivamente y figuras imprescindibles en la confección del repertorio flamenco. A Breva le debemos la enorme labor de traducir los cantos tradicionales de su tierra malagueña al cante flamenco, abriendo la puerta a estilos, sobre todo de fandangos, que entraron a formar parte del repertorio de la música flamenca que hasta él aun no se habían incorporado convenientemente. Su labor en los cafés fue necesaria para que ocurriese el milagro. Con él la malagueña se impuso como paradigma del cante, tratando de tú a soleares y seguiriyas.
En Jerez aparece otra gran figura conocido como Frijones, Antonio Vargas, y en Triana el hijo de Manuel Cagancho, Antonio. Ambos cultivadores de cantes inmortales que aun hoy siguen vivitos y coleando.
De 1848 es Antonio Grau conocido como El Rojo el Alpargatero, fundamental para el desarrollo de los cantes nominados de Levante que pudo poner ante el público en el famoso café que regentó en Cartagena. Y de 1849 el Falla del cante flamenco como describiera Fernando Quiñones a Enrique Jiménez Jiménez, conocido por El Mellizo. Puntillero y picador ocasional trabajaba en el matadero gaditano y su magisterio fue reconocido por propios y extraños
De la localidad malagueña de Álora sobresale el malogrado cantaor Manuel Reyes El Canario autor de una memorable malagueña, de Jerez Antonio El Marrurro y de Sevilla Antonio Silva El Portugués.
Nacidos en los cincuenta del XIX son Ramón de Triana conocido como El Ollero, quien dejará una profunda huella en el cante trianero por soleá. Y los hermanos Juan y José García Moreno, los Pelao de Triana, herreros y martineteros, así como su primo Francisco la Perla, el seguiriyero que pasó a Cádiz de niño y allí sembró su arte