En cuanto a la guitarra, sólo decir que los antiguos instrumentos de cuerda pulsada tuvieron en la Península Ibérica su mejor asiento. Como venimos comentado en los temas anteriores, desde el laúd árabe hasta la vihuela del siglo XVI, desde la guitarra barroca del XVII a la romántica de seis cuerdas, y de ahí a la plantilla de Antonio Torres hacia 1850 la sonantaAsí llaman los flamencos a la guitarra. no ha parado de evolucionar.
El toque de guitarra entonces llamado a lo barbero, es decir, tocada al puente y en el tono de patilla (La, por medioPosiciones de la guitarra flamenca en el modo flamenco sin cejilla: por arriba: Mi flamenco; por medio: La; tono de granaína: Si; tono de taranta: Fa#; tono de minera: Sol#; tono de rondeña: Do#.), era practicada en Andalucía como instrumento, no sólo de cuerda, sino también de percusión, cantándose las diferentes tonadas a golpe seco de instrumento, en palabras de Soriano FuertesHistoria de la música española, 1852. Vol. II.. La guitarra desarrolló entonces un lenguaje propio para acompañar el cante y el baile. Su natural evolución logró configurar también un repertorio para guitarra solista que hoy florece en todo el mundo.
El investigador Javier Osuna nos ofrece una retrato de los años en torno a La Pepa desde la perspectiva del flamenco. Llama la atención cómo a mediados del siglo XVIII los guitarreros gaditanos gozan de prestigio con nombres como los Benedid, los Guerra, los Bonichi, los Recio, los Castro, los Benítez, los Costa, los Perfumo o los Pagés, cuyas sonantas situó Richard Ford a la altura de los Stradivarius. El impulso dado por la muy común práctica de tañer la guitarra en Cádiz dio lugar a auténticos diestros del instrumento español tales como Paquirri, Patiño, El Barbero, Tapia, Habichuela, El Pollo.
En particular, José Pagés se cree que fue pionero en la utilización del varetaje en abanico como refuerzo de la tapa. En el Diario de Madrid del 7 de febrero de 1809 nos dice que se vende una guitarra de Pagés con su caxa primorosa. Con instrumentos como este se comenzó a forjar la técnica de mano derecha (rasgueos, alzapua, etc.) y el modo flamenco (mano izquierda), un modo armónico genuino para este género de música que dotó de acordes y tonalidad propios a las melodías gitanas o agitanadas que comenzaron a cultivarse con cierta asiduidad principiando el siglo XIX.
Otra figura principal de mediados del 19 es el almeriense Julián Arcas. De los rascadores de oficio aprendería el camino hacia la soleá, la rondeña y toda su obra más o menos flamenca siguiendo la senda de El Murciano y Trinidad Huertas a quienes nos referimos en el tema anterior. Si eran o no flamencos nadie debiera tener duda. Julián Arcas tocaba la guitarra sobradamente como para acompañar cualquier cante o baile que estuviese debidamente confeccionado en su época, entre 1840 y 1880. Su habilidad como concertista está más que probada y lo natural es pensar que también la tendría acompañando. E igualmente pasaría con Huertas, sólo que al navegar entre dos aguas, sus nombres han quedado en tierra de nadie y si para los clásicos son barberos, para los flamencos son clásicos, y no es hasta hace relativamente pocos años que sus nombres empiezan a estar considerados entre los pioneros del toque flamenco.
En referencia a Arcas nos dice Norberto Torres: “Olvidado o considerado poco relevante durante varios años, recientemente la historiografía sobre guitarra está reivindicando su figura, no solo por su trascendencia en la guitarra clásica (Suárez Pajares y Rioja, 2003), sino también en la flamenca (Rioja, 1990)”. Julián Arcas nace en 1832 en María, un pequeño pueblo del norte de la provincia de Almería que pertenece a la comarca de Los Vélez, y fallece en Antequera en 1882. Lo escucha Trinidad HuertasHuertas o Huerta suele aparece mencionado como Trinidad o Trinitario indistintamente. No confundir por supuesto con La Cuenca, la bailadora malagueña de nombre Trinidad Huertas y que nada tiene que ver con el diestro guitarrista alicantino, de Orihuela. Huertas, y le anima a emprender una carrera de concertista, dando su primer concierto en Málaga a la edad de diez y seis años y otros en Granada a finales de los años cuarenta del XIX. En su repertorio encontramos jota aragonesa, soleá, rondeña, murciana, fantasía de aires nacionales, colección de tangos, panaderos, boleras, bolero, punto de La Habana, el paño… Es así como entre 1891 y 1892 se publicaron dos series con el título general de Colección de piezas para guitarra que incluyen 44 obras en partitura.
Otra fuente importante de la música andaluza acompañada de piano de la segunda mitad del siglo XIX es el cancionero de Eduardo OcónEduardo Ocón: Cantos españoles: colección de aires nacionales y populares, Leipzig, 1874.. Elaboró sus cantos españoles cuando los códigos estéticos del naciente arte flamenco estaban cristalizando. Algunas de las piezas que Ocón recoge son testimonio del punto en que se encontraba esta evolución. Contiene entre otras obras fandango rasgueado, fandango con ritornello, malagueña o rondeña rasgueada, malagueña punteada, murciana o granadina.