La generación de Paco de Lucía, Manolo Sanlúcar, Víctor Monge Serranito ha sido una de las más fructíferas en la historia de la guitarra flamenca. De esto no cabe la menor duda. Sin olvidar que recibieron una herencia preciosa de la mano de grandes como Ramón Montoya, Niño Ricardo, Sabicas, Melchor de Marchena y tantos otros, aquellos que paso a paso lograron situar la sonanta en lo más alto del panteón de los instrumentos musicales en el mundo. Si la guitarra flamenca tiene orígenes humildes, como instrumento de acompañamiento del cante y el baile andaluz y flamenco, poco a poco fue adquiriendo recursos expresivos cada vez más sofisticados, técnicas propias y apropiadas al cante y el baile, bebiendo de aquí y allá, hasta lograr un lenguaje personal e inconfundible que se proyecta al mundo entero situándose entre las preferencias de los aficionados a la guitarra en todo el mundo.
Marcaron época Mario Escudero que, aunque desarrolló buena parte de su carrera en los Estados Unidos, fue un referente para los guitarristas flamencos. Su virtuosismo le llevó a formar pareja junto a Sabicas con quien grabó y ofreció muchos conciertos a dúo.
Lo mismo que la jerezanísima guitarra de Manuel Morao, guitarrista de cabecera de los mejores artistas de estos años dorados del flamenco de estas décadas. Representa uno de los pilares básicos del toque contemporáneo, en el que ha creado su propia escuela.
Al igual que Félix de Utrera, otro referente para los cantaores, escudero de primeras figuras en discos y grabaciones, tablaos y festivales. Durante tres décadas estuvo en el tablao madrileño del Corral de la Morería y está considerado un seguidor de Niño Ricardo y un continuador de su escuela.
Y lo mismo podemos decir del gran Juan Habichuela que, desde Granada, logró un estilo de acompañamiento al cante que se lo disputaban todos, por su compás y su buen gusto. Gran aficionado al cante, como deben ser los guitarristas que han dedicado su vida al acompañamiento. Y de Juan Maya Marote, referente en el toque de acompañamiento al cante y al baile que, aunque nos dejó muy pronto, su huella ha dejado un rastro imborrable en la guitarra flamenca contemporánea.
Otro referente es Andrés Batista, formó parte enseguida de la compañía de Carmen Amaya, por lo que tuvo mucho contacto con Sabicas. Su labor docente es muy importante y sus tratados y escritos hacen de su figura una de las más importantes de la guitarra flamenca.
Pero hablar de la guitarra de los niños de la posguerra es hablar de Victor Monge Serranito, con su técnica sin par y probado talento. Guitarrista para guitarristas como se le suele llamar entre los iniciados, ha hecho del virtuosismo y del cada vez más difícil un reto personal, y la aplicación a la guitarra flamenca de las técnicas de composición de la guitarra clásica del momento, en plena búsqueda de un repertorio contemporáneo, lograron que la guitarra de Serranito, y a través de ella la guitarra flamenca en general, fuera reconocida por varios sectores melómanos, habitualmente reticentes con el flamenco.
Paco Peña, quien desde niño apuntó maneras de concertista. Muy pronto se trasladó a Londres donde se afincó definitivamente, seguramente allí encontró un público receptivo hacia la guitarra de concierto que en España aún no encontraba suficiente público, algo así le ocurrió a Sabicas. Desde los años setenta dirige su propia compañía con la que de manera ininterrumpida ofrece recitales por todo el mundo. En 1981 creó el Festival de la Guitarra de Córdoba, llamado entonces Encuentro Flamenco, y en 1985 crea la primera cátedra de guitarra flamenca del mundo, en la ciudad holandesa de Rotterdam.
Paco Cepero, guitarrista y compositor que desde Jerez ha logrado forjar una carrera extensa e intensa sirviendo de referente en el toque desde los años sesenta hasta hoy.
La figura artística de Manolo Sanlúcar marca una profunda huella en el desarrollo y evolución del lenguaje flamenco para la guitarra flamenca contemporánea. Su labor incansable en pro del flamenco, defendiendo a capa y espada la dignidad del arte popular andaluz, su afán por indagar en la historia musical del flamenco, jalonan su carrera repleta de actividades por y para el flamenco. Participa activamente desde hace décadas en la renovación del género flamenco marcando la senda a sus alumnos para inculcarles el respeto por el trabajo bien hecho, con la dignidad y el compromiso al que obliga la labor del artista íntegro.
Pero hablar de guitarra es hablar de quien es sin duda el más importante artista flamenco de todos los tiempos, Francisco Sánchez Gómez, para el arte Paco de Lucía. No vamos aquí a revelar su gigantesca figura, solo apuntar que se nos ha ido demasiado pronto y que su imborrable huella ha marcado para siempre el flamenco.
Medio siglo de la mejor música española jalona la carrera de Paco de Lucía. Existe un antes y un después de Paco no solo para el flamenco, toda la música andaluza en particular y española en general ha ganado muchos puestos en el ranking imaginario de los países con músicas más internacionales desde la aparición de éste gigante.Aunque desde los orígenes, allá por 1850, el género flamenco siempre ha sido admirado fuera de nuestras fronteras, pero sin duda la huella de Paco de Lucía ha marcado para siempre la imagen que se tiene en el mundo de nuestra cultura musical. Paco de Lucía fue el Gran Jefe de los flamencos. Ahí no había discusión ni racial ni geográfica, Paco ostentaba por derecho propio el cetro de mando. Todo lo que hacía y decía era escuchado y asimilado por varias generaciones de jóvenes flamenco. Su encuentro con Camarón puso la guinda en la proyección del arte jondo al futuro. La revolución que llevó a cabo desemboca en el flamenco actual, donde nadie puede escapar a su influencia, especialmente claro está entre los guitarristas.
Una técnica envidiable (yo puedo tocar todo lo rápido que quiera, pero eso no es lo difícil, decía) dio alas al creador, componiendo música que ya es clásica y se estudia en los conservatorios.Su obra, disco a disco, fue mostrando un lenguaje renovado para la guitarra flamenca, preparando el toque del siglo XXI, bebiendo, no solo de la riquísima tradición andaluza, sino incorporando también lo mejor de otras músicas.
Dos años más joven que Paco es Pepe Habichuela, de la mítica familia de guitarristas granadinos conocida como los Habichuela. Forjado en la escuela del Sacromonte Pepe es el único guitarrista vivo que alcanzó a acompañar a Pepe Marchena, tocándole también a Juan Valderrama. El encuentro con su paisano Enrique Morente marcó su carrera artística para siempre. Guitarrista del maestro durante mucho tiempo lograron juntos poner las bases de un flamenco renovado, tal y como hiciera otra mítica pareja, la formada por Paco de Lucía y Camarón.
Enrique de Melchor heredó de su padre, el gran Melchor de Marchena, nombre artístico y talento, aprendiendo en el tablado de Manolo Caracol ‘Los Canasteros’ la profesión de guitarrista de acompañamiento. Acompaño a todos los grandes de la época y también ha dejado una obra como solista.
Otro referente es el Niño Miguel ha sido un referente de la guitarra flamenca contemporánea. Su marcada personalidad le valió la admiración del público y de sus compañeros. La originalidad de sus composiciones ha marcado una senda por la que han caminado los mas jóvenes, entre otro para su sobrino Tomatito.
Punto y aparte es Moraíto Chico heredero de la gran escuela guitarrística de su tierra y su barrio de Santiago, y de su familia, los Morao. Su toque auténtico y preñado de flamencura rezuma el arte y compás.
Tomatito, compañero durante más quince años, de Camarón su contacto con Paco de Lucía impregnó su forma de tocar, y cuando desapareció Camarón se vio casi obligado a iniciar una carrera en solitario mostrando un gran nivel como creador e intérprete, que lleva con enorme dignidad como corresponde a un guitarrista tan comprometido con su arte.
Los nacidos en los sesenta ya no son historia, son el presente y el futuro de la sonanta que, como nunca antes, goza de una salud de hierro que crece y dr gloria al flamenco en el mundo entero. Recogieron el testigo que dejaron los grandes maestros de las décadas anteriores, y proyectan su propia obra hacia el siglo XXI.