Mediado el siglo XVIII los majos y majas eran un modelo a seguir por una España dominada por la cultura franco-italiana importada por los Borbones
Ya nos referimos a la importancia que tiene en la configuración de lo flamenco el hecho de que, un siglo antes de nacer, las fuerzas musicales de la naturaleza andaluza se pusieran de acuerdo agitanando su acento, de forma y manera que resultase inimitable. Sobre todo a los franchutes que pululaban por la corte madrileña como Pedro por su casa
Nace entonces, hacia 1750, la tonadilla, un género que vendrá a poner sobre las tablas todo ese mundo castizo reunido en Madrid, concretamente en los teatros de la Cruz y el Príncipe
Al conservarse manuscrito buena parte de ese repertorio, éste adquiere una gran importancia para dejarnos observar los antecedentes más cercanos al género flamenco. Las numerosísimas coplas, seguidillas, tiranas, fandangos, jotas, gaitas y cumbés, cachuchas, muñeiras y tononés, nutrirán de música durante un siglo, entre 1750 y 1850, a los compositores y al pueblo, en forma de giros agitanados, cadencias rumbosas, estribillos repletos de sal y canciones castizas; coplas y cuplés, seguidillas boleras y gitanas, caballitos y princesas, y el minué afandangado
Felipe Pedrell, uno de los más importantes recuperadores de nuestro repertorio histórico, en su Teatro lírico español anterior al siglo XIX se refiere a la tonadilla declarando:
“la menospreciada tonadilla -y digo así porque fue moda durante una época no lejana rebajarla, considerándola como cosa indigna del arte- es de pura cepa española. La tonadilla es un grito de protesta, grito de indigenismo simpático contra el extranjerismo de la ópera, contra el afrancesamiento de la literatura que se reflejó, como era natural, en las costumbres, y contra el italianismo de la música
Pablo Esteve, uno de los más prolíficos compositores de música teatral en la segunda mitad del siglo ilustrado, cantó las excelencias de la majencia en muchas ocasiones. En una tonadilla a solo de 1780 titulada El cuento del Prado con el italiano puso en seguidillas la descripción que sigue:
Para ver una maja que asombre el mundo, en poniéndome en jarras se logra el punto. Mucha gachonada, mucho aire de taco, mucho de caramba, mucho de zapato. Andar con gracejo, escupir de lao, responder con sorna, mirar con agrado. Su visita falsa, su desembarazo, su guiñar de ojo, su ceceo falso. Y echar un voto que asombre el barrio, que haciendo todo esto con aire y garbo, de toda la majeza se lleva el lauro
En este repertorio lo gitano tiene una presencia muy notable. Estos versos en la tonadilla de Esteve intitulada El susto del Hidalgo, sin fecha, son elocuentes al respecto:
¿Cómo cantaba estas seguidillas una gitana? Se componía el dengue, tomaba su guitarra, pespunteaba un poco y luego gargajeaba
Los gorjeos, que hoy llamaríamos quejidos, tienen gran presencia en este repertorio, así como el pespunteo de la guitarra a modo de preludio. Tal y como escribió otro italiano enamorado de lo castizo español como Lorenzo Bruzzoni, quien en 1794 compuso una tonadilla titulada La maja pobre y el majo enamorado, o El Zorongo 2ª parte, en la que el cómico Miguel Garrido declamaba:
Vaya mujer que vengo con unas jambres tremendas, de oírte tocar la guitarra y una canción de las nuestras. (ella) Pues mira voy a cantarte que te cantaré, lalea, que en Cádiz me la enseño una gitana de aquellas, (él): toma toma la guitarra y el mundo abajo se venga, lalea. (canta a la guitarra sin orquesta) Concluyamos nuestra zambra con una tirana nueva, y mira que has de bailar aquello que en Madrid peta (ella) el bailete a lo gitano tocando las castañuelas
Muchos de los intérpretes de este repertorio procedían de Andalucía, preferentemente de Cádiz, paso obligado antes de ir a la corte, según evidencian el catálogo de compañías que realizó Emilio Cotarelo. Vino de Cádiz se repite hasta 50 veces en las más de las 80 temporadas que van de 1757 a 1794. Al parecer, en esa capital andaluza era donde más y mejor se interpretaba este repertorio, cantera de tonadilleros, que lo será también de los primeros flamencos. Son tan famosos los cómicos de estos teatros que eran llevados a hombros por sus admiradores de su casa al teatro, especialmente los que hacen de majos y gitanos acompañándose a la guitarra las tiranas y los bailetes que petan en Madrid, sobre todo cuando los personajes son de gitanos y bailan con castañuelas. Tonadilleras como la motrileña María Antonia La Caramba, que para ella se escribieron decenas de tonadillas, como una de Antonio Rosales y bajo el explícito título de La Gitana, donde María Antonia aparece como sobresalienta de cantado y procedente de Cádiz.