Cádiz, salada claridad / Granada, agua oculta que llora / Romana y mora
Córdoba callada / Málaga cantaora / Almería dorada / Plateado Jaén
Huelva, la orilla de las Tres Carabelas… / y Sevilla
El flamenco, como género musical originario de Andalucía, podemos conocerlo a partir de los diferentes territorios donde fueron creados los estilos, o bien atendiendo a la procedencia de sus principales creadores e intérpretes. Para estudiar la historia del flamenco debemos antes repasar entonces también la geografía, aunque el flamenco, como género artístico que es, no está ligado al territorio, sino más bien a los artífices del repertorio, más allá de su procedencia, sin embargo, al tratarse de un género de tradición oral, las ciudades, comarcas y pueblos de Andalucía principalmente tienen un indiscutible protagonismo en su devenir histórico, de ahí que queramos repasar, aunque sea de forma somera, el aspecto geográfico en relación a la historia del flamenco
Partiendo de la provincia gaditana, camino de Sevilla y desde toda Andalucía hacia el mundo, el flamenco, como reinterpretación artística de la música tradicional, es un fiel reflejo de la realidad musical hispana. La Península Ibérica, y sobre todo el Sur, ha sido una encrucijada de la humanidad. En ese territorio se han asentado durante tres milenios de historia las más diversas poblaciones y sus correspondientes culturas, depositantes todas ellas de sus respectivas esencias musicales que, a fuego lento, han ido forjando una cultura mestiza y variada como pocas. Uno de los resultados más preciosos de esa fusión de culturas es el flamenco, una música y baile que representa a la perfección la idiosincrasia de ese pueblo, el andaluz, pleno de cultura para mayor gloria, como dice en su himno, de Andalucía, España y la Humanidad.
Sin embargo es importante resaltar que el flamenco es obra de individuos, de artistas, profesionales o no, que lo han ido forjando y moldeando hasta lograr el espectro de estilos y variantes que conforman uno de los géneros musicales más ricos del mundo. De ahí que debamos de tener en cuenta que los que hacen la música, la tocan, la cantan y la bailan no son los territorios, los lugares concretos, sino aquellas personas que supieron destilar lo más granado de la tradición para reinterpretarlo en clave artística y así conseguir forjar el flamenco.
Por lo tanto al referirnos a la geografía del flamenco, en un intento de trazar la territorialidad del cante, el toque y el baile, debemos saber que existieron cantores jerezanos que crearon cantes levantinos, o que existen variantes de estilos malagueños que son de pura estirpe gaditana, debido precisamente a que son los artistas-creadores, más allá de su procedencia, quienes imprimen en acento local a determinados estilos, incluso sin necesidad de haber pisado jamás la tierra cuya música, llamémosla autóctona, les sirvió de inspiración.
La geografía del flamenco es pues un asunto peliagudo. El flamenco no es el folclore andaluz ni es su música popular. Es, desde un punto de vista de la creación, un arte popular, la reinterpretación artística de la música tradicional, ya que quienes lo crean y cultivan son artistas, es decir músicos (cantaores y guitarristas), y bailaores, profesionales o no, pero artistas al fin y al cabo. Todo esto se entiende mejor si nos referimos por ejemplo a Antonio Chacón, generalísimo cantaor jerezano que impuso su cátedra flamenca en estilos preferentemente no jerezanos, como malagueñas, granaínas, cartageneras o cantiñas.
Al observarlo desde el punto de vista del territorio un cante determinado no siempre responde, y más en concreto su creador, a un lugar determinado. Por mucho que algunos estudiosos hayan pretendido ver (escuchar) determinados rasgos musicales desde un punto de vista de la geografía, no todo en la música es atribuible a principios geográficos. La música no entiende de territorios, la música simplemente es eso, música, los sonidos entretejidos en el tiempo.
Insistimos, las cuestiones musicales no siempre están en consonancia con un lugar geográfico concreto, pero al tratarse el flamenco de un género musical que bebe de la tradición, sí que podemos acercarnos a él atendiendo al lugar de donde bebieron sus creadores para forjar los cantes. Esto sin olvidar que los cantaores más antiguos, Curro Dulce de Cádiz, Manuel Molina de Jerez o Manuel Cagancho de Triana supieron fundir, en una alquimia imponente, el universo melódico de los romances y sus tonadas conservadas preferentemente entre las familias gitanas, con la guitarra llamada barbera y su singular toque macerado durante siglos, más allá de su procedencia.
En el siguiente mapa hemos situado los estilos que se crearon o al menos se practican en las diferentes comarcas flamencas. Podemos observar cómo las provincias de Cádiz, Sevilla y Málaga son las que albergan un mayor número de estilos (y variantes) señalando de esta forma, sin ánimo de pecar de chovinistas, dónde está el meollo de lo flamenco. Sin desmerecer en absoluto la importancia de las provincias orientales, es una verdad incontestable que esas tres provincias gozan de un repertorio autóctono que enriquecen su patrimonio flamenco.
Hay que apuntar que en la música andaluza se suelen denominar aires a los estilos de música y baile cuando se agrupan por zonas geográficas. En la discografía flamenca se pueden encontrar aires de Cádiz, aires de las cuevas de Graná, extremeños, flamencos, de la Marisma, de Huelva, rocieros, en referencia a los estilos cultivados en dichos lugares.
La flamencología se ha encargado de trazar diversas teorías sobre la geografía del flamenco, no siempre acertando en sus aseveraciones. Sobre todo ha resaltado el llamado triángulo creativo del género flamenco, dentro del cual se delimita el territorio en el que se gestaron sus esencias musicales, pero no logrando en absoluto un acuerdo en cuanto a cuál es el auténtico triángulo, al no haber unanimidad al respecto. El que más acierta es el trazado, sin pretenderlo, por el compositor Mariano Soriano Fuertes en 1850 quien delimitaba, el territorio flamenco entre los barrios de Triana en Sevilla, La Viña en Cádiz y El Perchel de Málaga.
Los artistas autóctonos de un territorio flamenco concreto suelen ejecutar un determinado estilo local, ajustándose, al carácter adecuado y que le es propio; dotándolo de su aire característico y diferencial, sumándole valor. Por ejemplo: un fandango onubense ha de oler a Huelva, y unas alegrías traernos el aroma de Cádiz, unas sevillanas bailadas tienen que recordarnos a Sevilla o un martinete a Triana. En Jerez los cantes desprende un entramado musical que unifica el milagro del cante jerezano que, como sus generosos vinos, mediante el sistema de soleras y añadas, va mezclando lo nuevo con lo viejo para conseguir un producto que es de hoy pero tiene rasgos y sabores de lo de siempre.