José Tejada Martín, para el arte Niño de Marchena primero y Pepe Marchena una vez consagrado, aparte de haber sido la bestia negra para todos aquellos que han querido dibujar una historia del cante flamenco a su medida, poniendo de vuelta y media al genial cantaor marchenero, atacando su arte preciosista, la verdad que cuenta con una legión de seguidores que lo han convertido en figura máxima del género flamenco intitulándolo tal y como él mismo se hacía llamar: “Maestro de Maestros”.
Pepe personifica todo aquello de lo que abominan las generaciones de posguerra que, a partir de los años cincuenta, diseñaron una historia del flamenco basada en lo racial y en principios más adheridas al cante supuestamente más puro de los gitanos respecto de las melodías preciosistas que ejecutaba Marchena.
El Niño de Marchena hizo un carrerón, grabó por todos los palos acreditando, más allá de posturas ideologizadas, su maestría como cantaor y como recreador de los estilos más variopintos. Se suele, por parte de sus enemigos tachar su carrera de superficial y de sólo haber recreado estilos de los considerados por ellos como de menor entidad flamenca, tales como tarantas, guajiras y otros, siendo El Niño el mejor ejemplo de cantaor enciclopédico de su época, dominando como pocos el cante por seguiriya o por soleá, y si alguien lo pone en duda ahí está su legado discográfico en placas de pizarra reeditado en 2014.
Compuso una canción que los flamencos acabaron convirtiendo en un cante, las colombianas, que ha calado entre el público y los artistas, una suerte de guajiras por tangos lentos que gozan de excelente salud. Además dejó su impronta en todos los estilos que cultivó dejando una huella imborrable que atestiguan con pasión sus muchos seguidores.
De esta época dorada del flamenca será también otro grande injustamente olvidado, Pepe Pinto, esposo de la Niña de los Peines y dueño de una forma de entender el cante, con una personal libertad de expresión flamenca, que seguía más los dictados del corazón que los que marcaba la ortodoxia. De esa quinta también es de destacar el cantaor de Andújar Rafael Romero El Gallina a quien nos referiremos en el siguiente tema.
En 1909 verán la luz dos colosos del cante flamenco que marcarán para siempre el devenir del género, nos referimos a Antonio Mairena y a Manolo Caracol, dos formas de entender el arte, el primero desde la experiencia de recopilar una nada desdeñable parte del repertorio y recuperarlo del olvido provocado por la guerra. Caracol es el ejemplo de cantaor hecho a si mismo y receptor de una escuela que supo como nadie proyectar en el tiempo. A ellos nos referiremos también en el tema siguiente, si bien el niño Caracol desde muy temprana edad dio buena cuenta de su talento como cantaor que desarrollaría convenientemente en los años de la posguerra.
Otros nombres para la historia del cante de aquellos años son Canalejas de Puerto Real, Juanito Varea o El Carbonerillo. No podemos referirnos a todos los que merecen unas líneas sino esto se convertiría en una guía de teléfonos. Es lo que tiene un género como el flamenco, rico en variedad de repertorio y artistas como pocas otras expresiones musicales en el mundo.