Así resume Blas Vega las novedades que trajo el Ballet Flamenco de las primeras décadas del siglo 20, pero que igualmente nos sirven para remarcar la linea de renovación:
“EI renacimiento del ballet español y flamenco, la profesionalidad de los bailarines, el mayor rango artístico de las compañías, la coreografías cada vez más elaboradas y las mayores posibilidades de la música, la exploración coreográfica de estilos flamencos que hasta entonces estaban reservados al cante y en una técnica virtuosista del zapateado”.
Los elementos comunes de este época serán primero una menor cantidad de coreografías por autor, profusión de la expresión corporal que sustituye al virtuosismo de la época anterior, temática de los ballets de carácter socio-político, Lorca será el poeta inspirador, se abandona la orquesta para volver a poner la guitarra en primer plano, y las compañías no son tan grandes como antes y las escenografías, como decimos, sencillas. Los formatos se irán modernizado y se incorporan lenguajes de la danza contemporánea hasta entonces vetados. Gades será un pionero llevando a los mejores teatros del mundo durante cuatro décadas su compañía con sus propias coreografías. En 1974 se estrenan sus ‘Bodas de Sangre’, al año La Cuadra de Sevilla, dirigida por Salvador Távora, estrena ‘Quejío’, y desde entonces el baile viaje por todo el mundo con propuestas de todo tipo, alternando el repertorio más clásico con los montajes más arriesgados en la frontera con otros géneros.
Mucho le debemos a Pilar López, quien tras regresar con los restos de su hermana la Argentinita procedente de Nueva York y después de unos meses de retiro, desganada por el fallecimiento de su adorada hermana, regresó al baile ante la insistencia de sus compañeros rehaciendo la compañía de Encarnación y a partir de 1946 comenzó a llevarla por el mundo. Con ella sus compañeros José Greco, Manolo Vargas, Alejandro Vega y Roberto Ximénez, herederos todos de la escuela de baile español que llenó los teatros de todo el mundo antes de la guerra civil.
En su compañía entraron en los últimos cincuenta quienes estaban llamados a relevar a Antonio Ruiz, ella se refería a estos jóvenes artistas como sus niños y fueron a la postre los herederos de su escuela y quienes continuaron con más éxito el camino emprendido. Nos referimos a Farruco, Mario Maya, El Güito y Antonio Gades. Nada más y nada menos, los cuatro puntales que sostienen el baile flamenco contemporáneo.
Pero no podemos dejar de citar a Manuela Vargas, sevillana que dejó una huella imborrable en el baile flamenco contemporáneo. Lo mismo que Matilde Coral heredera de una escuela centenaria. También la jerezana Rosa Durán, quien supo reunir a su alrededor la intelectualidad de entonces. Y otro nombre sobresale en el panorama del baile flamenco de la época, el de la sevillana Manuela Carrasco, una diosa del baile y el mejor ejemplo del baile racial contemporáneo.
A finales de los sesenta Farruco forma junto a Matilde Coral y Rafael El Negro el grupo Los Bolecos con quienes obtuvo durante años en los escenarios de los tablas de más prestigio y solera de la capital, incluido el de Caracol, Los Canasteros. Su hijo Farruquito muere en un accidente y se retira reapareciendo en 1978 junto a sus hijas ya en Sevilla, donde residirá. Se tiene memoria de su paso por la III Bienal de Arte Flamenco de Sevilla en 1984, y su participación en la película Flamenco de Carlos Saura junto a su nieto Farruquito. En palabras de José Luis Ortiz Nuevo:
“Cuando Antonio El Farruco aparece en los escenarios, el personal se le rinde nada más verlo y todos le siguen entusiasmados en la contemplación de la maravilla.’ Sus desplantes y marcajes de intensa jondura han calado profundo en el baile actual y sus nietos lo llevan ahora por el mundo orgullosos de su casta”.
La familia de los Pelao de Madrid, no confundir con los cantaores trianeros de idéntico apodo, dieron mucho al baile flamenco siendo varios miembros de esa estirpe gitana muy importantes para la historia del baile flamenco. Primero El Gato figura del café Villa Rosa de Barcelona, y en 1926 del Kursaal Magdalena de Madrid. Es opinión generalizada que fue el más importante creador de la farruca tras la creación de Faíco, estilo que ha cultivado esa familia desde entonces como una reliquia que ya no existe. Gades heredó de El Gato esa forma austera de bailarla y que podemos ver en Toni El Pelao.
Mario Maya nació en Córdoba pero fue criado en Granada, se inició en las cuevas del Sacromonte, en las zambras preparadas para divertir a los turistas. En 1956 pasa al ballet de Pilar López, recorriendo diversos países y en 1959 se incorpora al tablao madrileño El Corral de la Morería. Con su mujer y Eduardo Serrano El Güito formará el Trío Madrid obteniendo diversos premios y ofreciendo recitales durante años. En 1976 estrena en Granada su primer gran espectáculo, ‘Camelamos naquerar’ y ‘¡Ay! Jondo’ dos obras que situaron a Mario en la vanguardia de la creación para ballet flamenco. Y por fin su obra ‘Amargo’, sobre poemas de Federico García Lorca que estenó en 1980. Por fin en 1983 funda el Centro de Actividades Mario Maya, en Sevilla.
Resulta difícil describir en unos renglones el genio creador de Antonio Esteve Rodenas, para el arte Antonio Gades, nacido en Elda en 1936 y criado en Madrid donde residió toda su vida. Aunque su vida la pasó en verdad llevando el baile español y flamenco por todos los rincones del planeta durante medio siglo. Comenzó en Madrid en la academia de la Maestra Palitos para pasar pronto al Ballet de Pilar López de quien, según él mismo, no solo aprendió la estética de la danza sino, y lo que es más importante, la ética. Formó su primer grupo teniendo como pareja de baile a Curra Jiménez. Su carácter perfeccionista marcó su obra dejando en el repertorio pocas coreografías pero, sin duda alguna, se han convertido en las más famosas del repertorio internacional de baile español. Nos referimos a La Suite Flamenca, Bodas de Sangre, Carmen y Fuenteovejuna. También puso es escena un Amor Brujo fallido que tituló Fuego. También fue un maestro en la iluminación y, sobre todo, en lograr contar un argumento a través de la danza, algo por lo que suspiran los coreógrafos del último medio siglo.
El Güito, otro de los niños de Pilar López, aunque su carrera se ha desarrollado en tablaos y actuaciones con su cuadro, ha marcado un estilo de bailar en hombre, preferentemente por soleá que es un referente para todos los bailaores.
Sería interminable si ahora quisiéramos hacer una semblanza de todos los jóvenes bailaores que viajan por los circuitos abiertos por los grandes maestros del pasado. En las últimas décadas el baile, como la guitarra, han dado pasos de gigante a la hora de expresarse a lo flamenco. Hoy tenemos bailaores que se especializan en las diferentes disciplinas del baile, el clásico español o danza estilizada que aúna las escuelas bolera, regional y flamenca, donde podemos destacar a Antonio Márquez y Aída Gómez, y la pura escuela flamenca, donde nos encontramos con Antonio Canales o Farruquito, Eva Yerbabuena, Sara Baras, María Pagés, Javier Barón, Joaquín Grilo, Olga Pericet…
Otros ha preferido optar por la fusión con otras escuelas como es el caso de Javier Latorre, Israel Galván, Rocío Molina o Belén Maya. Y otros por espectáculos como los que montan Joaquín Cortés o Rafael Amargo más basados en el efectismo que produce la percusión y el baile flamenco.
El largo recorrido del baile español se proyecta al mundo desde su origen y ha logrado ser la auténtica cara de lo español que perciben millones de personas que todos los días llenan los teatros para admirar la siempre sorprendente escuela del baile flamenco.