Cuando estalla la Guerra Civil, una jovencísima bailaora nacida en el Somorrostro barcelonés vendrá a revolucionar para siempre el baile flamenco. De nombre Carmen Amaya logró, con su impetuosa forma de concebir el baile, inaugurar una nueva era. Si en la época del ballet flamenco brillaron con luz propia artistas como La Argentina y La Argentinita, Carmen Amaya vino a dar una nueva vuelta de tuerca a la estética del baile flamenco. Su huella imborrable se encuentra grabada en escuela del más depurado arte de bailar a lo flamenco.
Nacida en Barcelona en 1913 y fallecida en Begur (Girona) en 1963, marcó para siempre una época y un estilo de bailar flamenco. Dio sus primeros pasos como La Capitana en su ciudad natal, hasta que dio el salto a otros escenarios, en París junto a Raquel Meller o en Madrid para acabar formando parte de la compañía de Manuel Vallejo. En 1929, aparece en el colmao barcelonés del maestro Miguel Borrull. Vuelve a Madrid para trabajar junto a Concha Piquer y Miguel de Molina y rueda uno de sus mayores éxitos hasta entonces, la película La hija de Juan Simón, junto a la estrella del momento Angelillo.
A causa de la Guerra Civil se traslada a Lisboa donde, en compañía del pianista Manuel García Matos
Blas Vega resume uno de sus mayores éxitos en Estado Unidos diciendo:
“Desde 1942 se convierte en una de las principales atracciones de Hollywood, donde interpreta una versión de El amor brujo de Falla, en el Auditorio Bowl, ante veinte mil personas, con la Orquesta Filarmónica. Interviene así mismo en un gran número de películas”.
En 1947 reaparece en Madrid con su espectáculo Embrujo español y comienza otra larga gira europea y americana. Su última aparición en el cine será en la película de Rovira Beleta Los Tarantos.
En 1963, año de su muerte, aún realiza giras por todo el mundo, bailando por última vez en Málaga. Su pérdida fue muy sentida y llorada por toda la profesión y los aficionados, que se contaban en todo el mundo por millones.
El baile de hombre que ya había practicado La Cuenca tiene en Carmen su mejor aliada, por el dominio absoluto de los pies y la fuerza expresiva de su figura delgada. Vestida de pantalón, dejaba apreciar su afilado cuerpo como un rayo de energía flamenca.