En el barrio de Triana
el que no sabe cantar
sabe tocá bien las palmas
Si tenemos que nombrar los artistas sevillanos que han dejado un huella imborrable en el género flamenco tendríamos que dedicarles un curso entero. Si citamos solamente a tres, Silverio Franconetti, Pastora Pavón y Manuel Vallejo en el cante, dos guitarras de lujo, Niño Ricardo y Melchor de Marchena, pero en el baile la lista, que se remonta a los orígenes del flamenco, es extensísima, citemos de nuevo solo tres, y de tres épocas diferentes: Petra Cámara, Pastora Imperio y Antonio Ruiz El Bailarín.
Desde un punto de vista estrictamente geográfico deberemos nombrar dos barrios de la capital sevillana que despuntan por sí mismos, La Macarena, con su Alameda forja del mejor flamenco, y Triana, donde la gitanería sevillana tiene sus dominios y ha sido, es y será un foco de arte indiscutible. Según Manuel Bohórquez
Entre las academias flamencas
El cante de la capital sevillana, como decimos, tiene dos polos, Triana y La Macarena, la calle Feria, la Alameda de Hércules, lugar de reunión imprenscindible en los años cruciales de los cafés y más allá. Por su parte Triana puede presumir de albergar a familias tan importantes para la historia del cante flamenco como son Los Pelao, los hermanos Juan y José, excelsos martineteros que, a pesar de no dedicarse profesionalmente al cante, dejaron una huella imborrable en los cantes llamados de fragua cuyo ecos aun hoy se pueden percibir en los artistas del arrabal. A Juan El Pelao, se le atribuye este martinete, hoy clásico del repertorio:
Esgraciaíto aquer que come
er pan por manita ajena;
siempre mirando a la cara
si la pone mala o güena.
Y la otra familia a destacar es la de los Cachancho, Antonio y su hijo Manuel, que nos han legado un precioso repertorio de seguiriyas. Daniel Pineda Novo nos recuerda que existe un trasfondo sociocultural, etnográfico e histórico que ha hecho de Triana el espejo de las más altas cualidades estéticas del costumbrismo.
Ya en 1742 el anónimo Bachiller Revoltoso nos habla de los bailes ejecutados en las casas principales de Sevilla y de la queja de galera, premonitorio grito antecedente del ayeo propio del cante jondo. Richard Ford durante el Carnaval de 1833 relata cómo la escena del baile es generalmente el barrio de Triana, que viene a ser el Trastevere de la ciudad y cueva de toreros, contrabandistas, pilletes y gitanos, cuyas mujeres son las premieres dansenses en estas ocasiones. El viajero inglés George Borrow, en 1841, en su libro Los Zincali, afirmaba desde tiempo inmemorial el barrio de Triana, en Sevilla, lleva fama de ser morada predilecta de los gitanos, y en nuestros días abundan allí más que en ninguna otra ciudad de España. Y el viajero francés Charles Davillier, acompañado del dibujante Gustavo Doré, en su libro Viaje por España, describe a unas gitanas que se contaban entre las mejores bailadoras del barrio de Triana, que interpretaron el zarandeo y el zorongo, oímos cantar sucesivamente las famosas caleseras de Cádiz, de música tan viva y arrebatadora, tiranas de lento movimiento, rondeñas y malagueñas de melancólico acento, la canción del Majo de Triana, los Toros delPuerto, la Zal de la Canela y otras más canciones andaluzas llenas de brío y originalidad.
Lugar mítico de Triana es La Cava, que abarca desde la actual calle Pagés del Corro hasta la de Clara de Jesús Montero, el antiguo foso de Chapina. Así lo describe Demófilo: La Cava es una calle del barrio de Triana (Sevilla), dividida en dos partes denominadas: Cava Nueva y Cava Vieja. Esta calle con las de San Juan y la de Pelay y Correa, también en el mismo barrio, es, y ha sido de antiguo, el sitio donde habitan la mayoría de los gitanos de Sevilla.
Por su parte, aunque no era trianeros de nativitate, sí vivieron buena parte de su existencia en Triana, fueron Frasco el Colorao, según las últimas investigaciones natural de Puerto Real en la Bahía de Cádiz, cuyo cante por seguiriya se ha convertido en el santo y seña del cante trianero por ese estilo tan flamenco. De su repertorio es la clásica seguiriya con ecos de Toná:
Reniego de mi sino,
como reniego de la horita, mare,
que t’he conosio.
Y El Fillo, nacido en la gaditana Isla de San Fernando pero que vivió, y murió, en Triana desde joven y, al parecer, no se movió apenas del barrio. También ha que destacar, como insigne cantaor a Ramón el Ollero, quien ha dejado una huella que trasciende las fronteras de Sevilla en su cante por soleá. Y viceversa, el seguiriyero Francisco La Perla, trianero que vivió y murió en Cádiz.
Otros que dan renombre a la Triana flamenca son Curro Puya
Otro grande de la primera época del cante fue Paco el Sevillano, o el Gandul, trianero de pro de nombre Francisco Hidalgo Monge. Y como nos apunta Bohórquez fue uno de los grandes cantaores del XIX, peón de confianza de Silverio y muy famoso en Madrid, donde, al parecer, acabó sus días el gran y olvidado artista, y un personaje de gracia, Y otro nombre importante es el de la rondeña María la Andonda, quien forjo tres cantes por soleá siendo uno de ellos considerado como la soleá grande de Triana.
Más nombres: Rafael Pareja, Pepe el Culata, La Josefa y Diego el Lebrijano no eran tampoco naturales del arrabal, pero vivieron en él. La Naranjita de Triana, la famosa bolera de mediados del XIX, que en realidad era de la Alfalfa. Fernando el de Triana, nacido en la calle Pozo y bautizado en San Gil. O La Finito de Triana, que era del distrito de San Vicente y llegó ya al barrio con bastantes años, donde murió anciana y pobre. Pepe El de la Matrona.
Figuras ya del siglo XX como Matilde Coral, su marido, Rafael el Negro; Naranjito de Triana, Manuela Carrasco, Milagros Mengíbar, Pepa Montes, El Arenero, Paco Taranto, Angelita Vargas y otros muchos, y la propia idiosincrasia del barrio, convirtieron este rincón en la estrella más refulgente del firmamento flamenco.
Antonio Mairena, aunque nacido en el pueblo de los Alcores, estuvo muy ligado tanto a Triana como a Alcalá de Guadaira, y allí donde estuvo bebió de las mejores fuentes del cante jondo, rescatando y proyectando al futuro cantes hoy ya inmortales.
Y no queremos olvidarnos de los ecos trianeros de Lole y Manuel, que marcaron época con sus canciones flamencas llenas de poesía setentera.
Pero será la otra orilla del río, la Sevilla cristiana y mora, donde verán la luz las figuras más importantes del flamenco de la segunda mitad del siglo 19 y la primera del 20. No referimos a cantaor italo-español Silverio Franconetti. El regreso de Silverio de su periplo por tierras americanas (1857-1864) marca el inicio de la era de los Cafés Cantante, que tuvo en Sevilla su máxima y primera expresión
De esa orilla es la más grande cantaora de todos los tiempos, Pastora Pavón Cruz, para el arte La Niña de los Peines, quien con su hermano Tomás, renovó totalmente el género. Y Sevillano es también Manuel Vallejo, la generación de la primera mitad del siglo 20, máxima figura en aquellos años. Y El Carbonerillo, maestro en el arte del fandango. Y sevillano era Pepe Pinto, marido de Pastora y cantaor genial.
Y sevillano fue el gran Manolo Caracol, Manuel Ortega Juárez, el último eslabón de una estirpe flamenca gaditana, los Ortega, que se remonta hasta el Planeta. Sobre Caracol dijo Anselmo González Climent: está casi desligado de toda externidad amable. Va directamente al rajo angustioso y denso del jipío. Nada de flatus vocis al uso operista. Parece cante de aljamía. Sin embargo, hasta sus locuras conservan un hálito afiligranado de gracia plástica. Con el sólo ejemplo de Manuel Caracol se puede hablar de lo que buenamente puede entenderse por perfección flamenca. Siendo historia, y de la mejor, Manolo Caracol es ante todo vida fluyente, devoradora… Sus jipíos enteros, viriles, verosímiles son negras bocanadas de jondura que atraen e incluso anonadan. Caracol infunde a la totalidad expresiva un sostenido impulso de jondura y de desgarro vital.
Antonio El Sevillano nacido cerca de la Macarena, estuvo de niño en Alcalá de Guadaira donde le impondrían el remoquete artístico y donde pudo beber del cante de Joaquín el de la Paula. Dominaba todos los estilos pero susfandangos personales (autor de letra y música) han hecho historia, iniciando su carrera discográfica nada menos que con Niño Ricardo.
Y aunque no es Sevillano, sino nacido en el vecino pueblo de Marchena, El Niño, el maestro de maestros Pepe, tiene un lugar de honor en el altar de los más grandes cantaores de la historia. Y de Marchena es una de las guitarras más señeras de la historia de la sonanta, Melchor, y su hijo Enrique, grandes de la guitarra.
Y sevillano es también el gran Niño Ricardo, guitarrista para la historia y auténtico revolucionario del toque flamenca, el espejo en el que se miraron la generación de los Serranito, Manolo Sanlúcar y Paco de Lucía. Un antes y un después en la guitarra flamenca.
Con los artistas sevillanos esto se parecería más a un guía telefónica que a un tema del curso geografía del flamenco. No son todos los que están, pero sí están todos los que han marcado un época en la historia del arte flamenco, desde Sevilla hacia el mundo.