A día de hoy sabemos que la petenera flamenca es heredera de la petenera mexicana tal y como consta en las hemerotecas desde el siglo XIX, esto es, en la misma época que aparece en Cádiz el tango de los negros o tango americano, que pronto se insertará en el repertorio flamenco. Está muy extendida la idea de que las peteneras tienen un origen sefardita, posiblemente por la temática de alguna de las letras más populares del repertorio (Dónde vas bella judía…). Igualmente son muchos los que le asignan a la localidad gaditana de Paterna de la Ribera el honor de haberla creado. Sin embargo, los datos de última hora son concluyentes: la petenera que conocemos es de origen mexicano. Ya en 1803 aparece en el repertorio azteca, y algunos sones de Veracruz llamados peteneras tienen idéntica rueda armónica en el acompañamiento y una tonada también muy emparentada en lo melódico.
No obstante Antonio Barberán nos proporciona una grabación cantada en ladino que titula Petenera del niño turco y que tiene una indudable relación con el cante en cuestión. Se trata del antiguo romance sefardí A la una yo nací, a las dos me engrandecí…. Melodía ésta que ya se la habíamos escuchado al Negro del Puerto en el Romance de la Monja. Con lo cual podríamos concluir que hubo una tonada de romance que llegó al otro extremo del mediterráneo con la expulsión de los judíos y que se conservó, como muchos otros cantables, en un enclave privilegiado para lo jondo: El Puerto de Santa María. Una vez en tierras aztecas la melodía se armonizó y se hizo bailable, creando un género que regresó de nuevo a la metrópoli, desembarcando en Cádiz.
En 1826 el famoso bolero gaditano Luis Alonso bailó la petenera nueva americana. Y al año siguiente su sobrino Lázaro Quintana interpreta la petenera americana, junto con lo que podría ser una liviana (seguidillas de Pedro La-Cambra). Tal fue la popularidad de esta canción y su baile que llegó a toda España triunfando en los teatros, de lo que da buena cuenta la prensa de la época. En los primeros años del flamenco, y ante la necesidad de estilos por parte de los artistas profesionales, seguramente se tomó dicho son jarocho parando el aire hasta hacerlo más pastueño, a la vez que adornando el cante a lo flamenco, y así se fue configurando el estilo que hoy conocemos. Esto se lo debemos al parecer a Medina El Viejo, cantaor jerezano que le insufló el aroma flamenco necesario. Chacón y sobre todo Pastora Pavón la acabaron de configurar.
En las primeras grabaciones que tenemos aún se puede escuchar el elemento bailable y una melodía más cercana al modelo mexicano que al flamenco, por ejemplo, la registrada por Antonio Pozo El Mochuelo en 1907. En la actualidad conocemos un total de tres estilos fundamentales de petenera flamenca: la antigua que escuchamos antes a El Mochuelo y la moderna que debemos a Medina El Viejo. De esta se conocen a su vez dos estilos, la corta que grabaron entre otros Pepe de la Matrona y Rafael Romero, y la larga (o grande), que conocemos por Juan Breva, Manuel Torres y sobre todo Pastora Pavón. Este cante lo popularizó la Niña de los Peines, haciendo de la petenera flamenca una interpretación más pausada y ornamentada.
Un tipo de soleá se denomina soleá petenera debido a las inflexiones melódicas y armónicas que contiene, claramente procedentes de la petenera. Se atribuye esta variante a Silverio Franconetti como soleá apolá. Hecho que nos debe hacer reflexionar acerca de la probable influencia que tuvo la petenera en la configuración de estilos como la soleá, teniendo en cuenta que la noticia más antigua de Petenera es de 1826 y de soleá, hasta el momento, de 1851.
Tanto el baile como el cante de la petenera están rodeados de un aura supersticiosa que trae mala suerte a sus intérpretes, como ocurre con la alboreá, canto de boda gitano. Superstición que no se remonta más atrás de los años cuarenta del siglo XX. La grabaron Pastora y Manuel Torres, gitanos y genios del arte flamenco.