Provincia emblemática en el cante, toque y baile flamencos es Granada. Para Manuel de Falla era la cuna del canto primitivo andaluz que dio vida al cante jondo y en consecuencia al flamenco. Aunque no hay pruebas de que esto haya sido así, no hay duda de la importancia de Granada y su repertorio, de sus lugares y sus gentes en la elaboración de una porción importante de variantes de diferentes estilos de cante, patria chica de renombrados cantaores, maestros guitarristas y de bailaores y bailaoras de postín.
El arrabal granadino del Sacromonte ha sido escenario de relatos que han contribuido a dibujar el panorama romántico del flamenco, en ocasiones basado en leyendas y otras veces en realidades. Sus cuevas han albergado espectáculos abiertos a los curiosos que han hecho las delicias a generaciones de aficionados. Y si el Sacromonte, la principal gitanería granadina es fundamental, cuando hablamos de flamenco en la capital nazarí, no olvidemos a la imponente Alhambra, el palacio que albergó a los últimos reyes moros y que es el emblema en el que se apoya esa visión romántica de la ciudad. Y no es menos importante el barrio del Albaicín, mirando de frente a la Alhambra y a su magnífica Torre de la Vela, y que ha sido cuna de muchos de los protagonistas de la historia del arte flamenco granadino. Así lo cantó el gran Antonio Chacón:
¡Viva Graná, que es mi tierra!
¡Viva el Puente del Genil,
la Virgen de las Angustias,
la Alhambra y el Albaicín!’.
Los cantes de Granada son, principalmente, los tangos. Un extenso y precioso repertorio de tangos adornan la música de las zambras del Sacromonte, esas troupes familiares que habitan las cuevas del monte sagrado de Granada y que crearon toda una industria del espectáculo en torno al arte flamenco.
Esa variedad de cantes da buena cuenta de la flamencura de los gitanos granadinos, con sus bailes rotundos que resuenan en las cuevas haciendo las delicias de los visitantes más variopintos.
Cantan y bailan además en sus zambras la cachucha, antigua canción gaditana de gran repercusión en todo el mundo y que ha quedado resguardada como una reliquia de otros tiempos en el repertorio que se canta en las cuevas, así como la Alboreá, las canciones de boda de la gitanería andaluza, o la mosca, otra antigua canción que ahí se conserva. Esas zambras, esos tangos lentos casi tientos, inspiraron a su vez un estilo de canción de aroma moruno que sirvió de soporte a los espectáculos que en el siglo 20 recorrieron toda la geografía española y americana principalmente. Manolo Caracol junto a Lola Flores encumbraron definitivamente esas zambras formando ya para siempre parte del repertorio de los flamencos.
Fue el gran cantaor jerezano Antonio Chacón quien forjó el cante
Los fandangos locales de diferentes poblaciones de la provincia también han quedado en el repertorio flamenco como signo de la musicalidad de la provincia.
De Granada fue el pionero del toque Antonio Rodríguez El Murciano, que cultivó su arte y forjo un lenguaje de toque que hizo historia y se proyectó a la práctica de lo que acabó siendo la guitarra flamenca, legándonos una rondeña que sirvió de modelo a ulteriores composiciones para guitarra flamenca. Y en Granada nació y vivió sus últimos años uno de los genios más grandes que ha dado el flamenco, el gran Enrique Morente, artífice de una carrera comprometida con la tradición que exploró todos lo recovecos de la vanguardia del cante jondo, logrando miles de seguidores (y otros tantos detractores).