Ya nos hemos referido en las páginas anteriores a los artistas más destacados del panorama flamenco cordobés pero detengámonos en las biografías de aquellos que han marcado para siempre su historia. Además de los citados también hay que nombrar a José Bedmar Contreras El Seco de Puente Genil, a Antonio Ranchal, El Séneca, Rafael Mesa El Guerra, a Luis de Córdoba.
Onofre
El fundador de la estirpe de los Onofre fue Manuel Moreno Madrid, apodado Juanero el Feo, a quien se atribuye la creación de las variantes de alegrías y soleares. Hijo de El Feo fue Ricardo Moreno Mondéjar, que fue, como su padre picador y en ese mundillo fue conocido como Mediaoreja. Practicó y puso al día los cantes de su padre. Sus tres hijos, Ricardo, Manuel y José Moreno Rodríguez continuaron la saga que, sin dedicarse profesionalmente al cante, han pasado a la historia del flamenco como los artífices de los cantes propios de la capital cordobesa.
Cayetano Muriel
Cayetano Murial nació en 1870 en Cabra falleciendo en Benamejí en 1947. Molinero de profesión abandonó con veinte años su ciudad natal para iniciar una carrera profesional que le llevó a los encenarios de toda Andalucía y toda España. Admirado por la profesión su carrera está marcada por la interpretación que hizo de los fandangos de su tierra, a pesar de dominar todos los estilos como queda patente en su discografía.
Seguidor de Juan Breva, Antonio Chacón o el Canario, logró un estilo personal que ha quedado fijado, sobre todo en los fandangos. El siguiente poema resume su figura artística:
Córdoba y su provincia entera
le llora y reclama
a su niño de Cabra,
porque le vieron nacer
A su mejor cantaor.
Que fue Cayetano Muriel,
dejando su propia escuela
para que otros grandes maestros
siempre se acuerden de ella,
con su estilo y su gran voz,
le recordaremos siempre,
como la sabia canta,
Sus cartageneras, Fandangos y Solea.
Paco de Lucena
Uno de los más importantes guitarristas flamencos, y que será además también pionero entre los concertistas, fue el lucentino Francisco Díaz Fenández. Heredero de la escuela de Julián Arcas también se vio influido por quien era el más importante guitarrista de la época, el castellonense Francisco Tárrega. Nacido en Lucena 1859 falleció en su ciudad natal en 1898. Fue apodado en su juventud como el Lentejo, y comenzó muy joven como guitarrista en su pueblo, comenzando a ser conocido en otras localidades como el Niño de Lucena. Compaginaba su afición a la guitarra con su actividad como barbero, actividad por otra parte muy emparentada con el mundo de la guitarra. Se trasladó a Málaga donde comenzó como guitarrista sustituyendo en el Café de Bernando a Paco el Águila. El éxito que obtuvo le llevó a ser contratado comenzando una sana rivalidad entre ambos guitarristas. Diversas fuentes mencionan la anécdota: Fue tal la rivalidad entre ambos que una noche El Águila, para lucirse, tocó la guitarra con un guante puesto y el de Lucena, en respuesta, lo hizo con un calcetín en la mano.
Su popularidad llega a Sevilla y lo contrató Silverio Franconetti para su café cantante.
Casado con la cantaora Trinidad La Parrala recorrió España, Francia y otros países europeos triunfando allá donde iba. Considerado como el guitarrista más grande del siglo XIX, ofreció el primer concierto de guitarra flamenca en Córdoba, en marzo de 1879 en el Café Gran Capitán. Es recordado también como empresario al regentar durante años el Centro de Recreo de Córdoba.
El toque de Paco de Lucena supone una revolución en la guitarra flamenca, hecho que no pudo culminar debido a su prematuro fallecimiento por tuberculosis. Algunos estudiosos le atribuyen la estructuración del toque de la caña así como la creación del toque por la cantiña denominada La rosa. De Francisco Tárrega pudo adquirir las técnicas del toque pa arriba (arpegio, picado y trémolo) que adaptó a la guitarra flamenca, tal y como harían después Miguel Borrull padre y Ramón Montoya.
Mario Maya
Decir baile y decir Córdoba es decir Mario Maya. Nacido en Córdoba pero criado en Granada se inició en las cuevas del Sacromonte en las zambras preparadas para divertir a los turistas. Quiso la suerte que una pintora inglesa, Josette Jones, pintara un cuadro suyo que fue galardonado y ayudó a Mario a ir a Madrid a prepararse. Allí estuvo El Estampío, Manolo Caracol y para ingresar finalmente en el Tablao Zambra. En 1956 pasa al ballet de Pilar López, recorriendo diversos países y en 1959 se incorpora al tablao madrileño El Corral de la Morería formando pareja con La Chunga con quien recorrerá América. Reaparece en Torres Bermejas ahora junto a su mujer Carmen Mora, trasládándose en 1965 a Nueva York.
Con su mujer Carmen Mora y Eduardo Serrano El Güito formará el Trío Madrid obteniendo diversos premios y ofreciendo recitales durante años. En 1976 estrena en Granada su primer gran espectáculo, Camelamos naquerar y ¡Ay! Jondo, dos obras que situaron a Mario en la vanguardia de la creación para ballet flamenco. Y por fin su obra Amargo, sobre poemas de Federico García Lorca que estrenó en 1980. Por fin en 1983 funda el Centro de Actividades Mario Maya, en Sevilla.
José Luis Ortiz Nuevo primer director de la Bienal de Sevilla escribió sobre él: Mario vuela e interpreta, transmite desde el tacón a las gotas de sudor que despide su pelo, dice el baile con sus tiempos de drama y de gloria, y lo dice desde la perfección y el alarde de un cuerpo privilegiado para la danza y curtido para la afición y el amor a su oficio, sublime’. Mario Maya falleció en Sevilla en 2008 dejando un legado imborrable en el baile flamenco y en el arte coreográfico de la danza española.
Fosforito
Los cantaores ¿Cómo se hacen? … como no sea por mimetismo, imitando todo lo que oyen, todo lo que hay en su entorno… Tienen un maestro que les sirve de guía, porque tienen un parentesco o se aproxima más a su propia voz, hasta que encuentras tu propio sonido y empiezas a ser tú mismo, aunque al maestro siempre lo vas a tener como referente (Fosforito).
Fosforito tuvo desde siempre un oído excepcional, una memoria prodigiosa y un metal de voz personalísimo. Tres cualidades imprescindibles para llegar donde finalmente llegó. No se trataba de imitar, la cuestión no es aprenderte el cante de un maestro, transmitido oralmente o a través de una grabación, y reproducirlo tal cual. Se trata de ‘hacerle cositas al cante’, sin desvirtuarlo, sin violentar su melisma original, aportando matices de la casa, poniendo en cada tercio, en cada nota, el alma única e intransferible de que interpreta. Porque lo que hace el cantaor es reinterpretar el original. Al igual que se hace en la música llamada clásica, aunque muchos crean que es al contrario, que al estar escrita no se deja moldear. Nada más lejos de la realidad, el tener las notas de una partitura no implica que la articulación que cada intérprete haga de cada momento de la obra altere el original, sino que le está dando su sello. En el cante flamenco ocurre de manera análoga aunque a través de la escucha atenta. Quien mejor es capaz de aprehender la melodía de un cante mejor podrá poner de su cosecha para otorgarle la personalidad apropiada.
Y eso es lo que Antonio Fernández Díaz supo hacer desde muy joven, interiorizar los cantes y decirlos con su propio acento. El lenguaje personal de Fosforito está labrado en la mejor escuela que pueda tener un flamenco, entre la familia, los amigos, las ferias de ganado, las tabernas, colmaos, ventas y fiestas de todo pelaje. Ahí se puede escuchar a todos, a Tomás, a Pastora, a Cayetano o a Mojama, a Caracol o a Valderrama, de todos se aprende y todas esas vivencias son las que van modelando la personalidad cantaora. Compartir con Chocolate, Fernanda, Terremoto aporta mucho a un cantaor, curtiendo su arte ‘golpe a golpe, verso a verso’.
Su afán renovador le llevó a aportar mucho al cante flamenco surgiendo enseguida no solo un ejército de seguidores sino que fue el espejo en el que se miraron generaciones de cantaores que vieron que es posible ser un flamenco pura sangre sin haber nacido gitano en el barrio de San Miguel, Triana o Santa María. Eso marcó una época, la época de Fosforito.
Sus cantes más característicos son la soleá apolá, el taranto, el zángano de Puente Genil, las alegrías gaditanas, la serrana, aunque podemos considerarlo un cantaor enciclopédico por lo extenso de su repertorio, como queda patente en la Antología que grabó con Paco de Lucía.
El Pele
La generación de Manuel Moreno Maya, gitano cordobés de 1954, es la que fue llamada a renovar el cante y, dicho y hecho. Desde los principios de su carrera El Pele quiso dar pasos en esa dirección renovadora, primero de la mano del genial guitarrista Vicente Amigo, siempre asomándose a los balcones del cante buscando, sin sacar los pies del tiesto, horizontes donde inspirarse y proyectar su arte. Poseedor de un instrumento fonador de calidad suprema ha sabido aprovecharlo forjando una forma personalísima de cantar que quedar marcada en cada cante, en cada verso que sale por su boca. Bebió de todo lo bueno, se fijó cómo no en Manolo Caracol, como hicieron sus correligionarios, se fijó en Enrique Morente, como han hecho los buenos artistas que supieron ver en el genial cantaor granadino al gigante que otros no quisieron ver, o que han reparado tarde en su colosal figura.
Tiene Manuel una facilidad para cantar que le permite acometer el repertorio con valentía y, si se encuentra a gusto e inspirado, puede proporcionar a los escuchantes de una experiencia musical como pocos artistas logran hoy en día. De Córdoba y desde Córdoba para el mundo entero. Un artista como la copa de un pino que hoy se encuentra pleno de facultades y que ojalá nos siga regalando momentos mágicos como solo él y unos pocos más saben. Entre los cantes personales que ha cultivado destaca una bulería por soleá que canta en aire de soleá con la letra: Me llamas de madrugá.
Vicente Amigo
La guitarra contemporánea es imposible de explicar sin la figura de un guitarrista que, aunque nacido en un pueblecito de Sevilla (Guadalcanal), es considerado y se considera él mismo Cordobés. La generación que bebió de El Gran Jefe Paco de Lucía, que mamó del maestro Manolo Sanlúcar, que se inspiró en la genialidades de Serranito, del Niño Miguel, de los cordobeses Juan Serrano o Paco Peña, de los maestros Tomate y Merengue de Córdoba, tuvo el camino allanado por estas figuras que fueron sus padres, sus tíos artísticos, sus maestros directa o indirectamente. Vicente supo beber de esas fuentes adoptando, ya desde muy joven, un lenguaje para su guitarra de sorprendente personalidad y que comenzó a labrar nuevas sendas por las que hoy circulan los más jóvenes guitarristas de flamenco, para la guitarra de acompañamiento al cante y al baile, y, por supuesto, para la guitarra de concierto.
No es fácil sobrevivir al torbellino del de Lucía, no es sencillo avanzar en la rítmica, en la armonía, en la melodía flamenca para guitarra después de los trazos legados por el maestro de Algeciras. No es sencillo señalar nuevos recorridos para la mano izquierda después de las aportaciones del genial Manolo Sanlúcar. Es tarea casi imposible reinterpretar la novedades técnicas propuestas por Serranito o la originalidad compositiva de Niño Miguel. Tampoco es tarea de niños compartir esa lucha con músicos de la altura de Rafael Riqueni o Juan Manuel Cañizares, Gerardo Núñez o el también cordobés José Antonio Rodríguez. No lo han tenido fácil esta generación de nuevos maestros de la guitarra flamenca. Pero sí han logrado dar otra vuelta de tuerca, afianzar aun más el lenguaje contemporáneo de la sonanta, proyectar al siglo 21 un idioma universal partiendo de la tradición centenaria de la guitarra española tocada a lo flamenco. Y Vicente Amigo es, sin duda alguna, un valedor principalísimo en esa tarea, explorando en cada obra, en cada falseta, en cada acorde, ese terreno ignoto y frágil que es el del flamenco contemporáneo.
José Antonio Rodríguez
Cordobés de 1964 su carrera como concertista parte del premio obtenido en 1981 en La Unión, y en 1984 en su Córdoba natal. Su gran personalidad como tocaor ha quedado plasmada en numerosas obras en distintos formatos, llegando a componer un concierto para guitarra y orquesta, y acompañando a artistas tan dispares como Mario Maya o Alejandro Sanz. Los encargos se suceden, películas, espectáculos, y junto a Manolo Sanlúcar desarrolla el ciclo Conocer el Flamenco. También destaca en su labor como productor y con su grupo realiza conciertos por todo el mundo. También destaca en su labor pedagógica en los cursos del Festival de la Guitarra de Córdoba.