Bajo el nombre de zambra se conocen en la música andaluza dos estilos. En primer lugar, una modalidad de tangos que se interpreta en el ritual homónimo que celebran los gitanos del Sacromonte granadino, y el estilo teatral forjado por Manolo Caracol al que quiso denominar de tal modo.
El nombre puede derivar de las palabras árabes zamra (flauta) o zamara (músicos), y suele aparecer en la literatura del 17 y 18 junto a géneros como el zapateado, la zarabanda y el fandango, así como modalidad propia de los moriscos de Granada.
Al igual que ocurre con fandango, tango o rumba el nombre de zambra sirvió durante mucho tiempo como sinónimo de bulla, jaleo o fiesta, como así atestiguan las múltiples tonadillas, sainetes y entremeses del siglo 18 en las que aparece el término en ese sentido.
Juan Habichuela grabó una zambra en la que concentró todo el sabor que precisa el estilo granadino, aire de tango pausado que sueña con un pasado mítico, una suerte de alhambrismo musical.
El segundo tipo es a orquesta, Manuel Vallejo y Pepe Pinto la cultivaron como preludio y final de granaínas o fandangos. Vallejo insertó una zambra en su media granaína.
Estas zambras orquestales no se cantaban, se hacía por fandangos u otro estilo, y éstos a guitarra y servía de pórtico y cierre al cante. Entonces llegó la zambra cantada en el mecido aire de los tangos lentos con las creaciones de Caracol, no era raro que se cantaran a guitarra. Pero es la versión orquestal, compuesta por autores de gran talla como Quiroga o Solano a la medida del gran Manolo Caracol, la que configuró el modelo. Los años cuarenta y cincuenta fueron muy fructíferos para esta variante de la zambra y que hoy se considera el paradigma del estilo.
Por su parte, el ritual que agrupa a los distintos bailes que se celebran los gitanos del Sacromonte recibe así mismo el nombre de zambra, representada de continuo en sus cuevas para regocijo de la extranjería