Las cantiñas, al igual que la soleá, se marca en un compás de doce tiempos resultado de la amalgama de un metro binario con uno ternario. La tonalidad con la que se acompañan las cantiñas no es la, llamémosla, genuinamente flamenca, la modal andaluz (que se origina en el tono menor como hemos visto anteriormente), sino el modo mayor, la tonalidad propia de jotas y muchas seguidillas, así como de los modernos fandangos. La distribución de las voces en las cuerdas de la guitarra influye mucho en la sonoridad final de un estilo flamenco. La tonalidad principal, propia de alegrías, es acompañarlas en Do (dominante Sol), aunque es muy usual acompañar en Mi (dominante Si). También se pueden hacer en La (dominante Mi) e incluso en Sol (dominante Re). La primera posición (acordes hechos en los tres primeros trastes de la guitarra) es pues la más adecuada para acompañar las diferentes cantiñas. La cejilla, invento flamenco, pondrá el tono adecuado a cada cantaor, acompañando el guitarrista con el acorde que más convenga en cada caso. La característica principal de las cantiñas en cuanto a la tonalidad es la alternancia entre tónica y dominante, propia de la jota para acompañar el cante. Cuando esa alternancia es estable hablamos de alegrías, cuando se incluyen pasos a la subdominante u otros grados de la tonalidad, hablamos de cantiñas.
Las cantiñas, como ocurre con otros estilos festivos como los tangos y las bulerías, admiten un buen número de formas estróficas. El predominio de la cuarteta octosílaba, también llamada copla o tirana, en el repertorio flamenco también lo es en las cantiñas. Siendo los juguetillos los que admiten una mayor variedad de estrofas. En el apartado de letras del flamenco se puede apreciar cómo aparecen las cantiñas usando todo tipo de estructuras de versos y sílabas.
En este esquema, mostrado ya en la lección anterior, podemos ver los antecedentes y variantes de cantiñas que vamos a ir comentados en las próximas lecciones.