Como su propio nombre indica, es un cante aliviado que se utilizaba desde los tiempos de Silverio Franconetti como preámbulo a la dificultosa serrana, que a su vez se remataba con la seguiriya de cambio de María Borrico. Antonio Mariena afirmaba que las livianas flamencas eran cantes por seguiriyas que se interpretaban corridas, aires cortos que sirven de preludio a la siguiriya propiamente dicha, seguidas, romanceadas.
Pepe el de la Matrona, primero en registrarla comercialmente en 1954, explicaba de esta variante seguiriyera: Ese título de liviana se lo pusieron porque eso viene del ‘liviano’, del que lleva el cencerro, el que lleva la recua, la guía por donde hay que ir. Y pa cantar hay que escoger un cante que sea aliviao pa lo que va a venir detrás. Porque si haces una casa sin contar con los cimientos, entonces ¿cómo va a llevar la veleta? Todos los cantes tienen liviana, lo que es que le han puesto el título a este cante por una razón: porque se lo ponían a to las cosas
La liviana es uno de los cantes más antiguos, tenemos referencia desde al menos 1827, cantadas en Cádiz por el sobrino de El Planeta Lázaro Quintana. En un cartel del Teatro Principal de Valencia del día 24 de enero de 1852 aparece Francisco Pardo, de quien sabemos que interpretaba la serrana, cantando la canción Los machos de Perico La-Cambra, seguramente la versión primitiva de lo que hoy llamamos liviana.
La letra que, entre otras, cantaba Pepe el de la Matrona:
De quién son esos machos
con tanto rumbo,
son de Pedro Lacambra
van pa Bollullos.
Sus tercios son parcialmente silábicos y suelen están desprovistos de ornamentación y melismas complicados, como es propio a un cante de preparación de otro más profundo, prescindiendo con frecuencia del tercio de salida. El cantaor suele en las livianas introducir exclamaciones como ay mare mía o mi compañera, entre otras.