El patrón de tango o habanera, se dice que procede de las contradanzas que llegaron a América durante el siglo XVIII y tomaron carta de naturaleza en Cuba, en Santiago y La Habana. Regresa de la Perla de las Antillas y desembarca primero en la capital americana de la metrópoli española, Cádiz, como tango americano, y se comienza a insertar como número central en las zarzuelas, sirviendo además como sostén musical a las canciones del carnaval que entonaban los coros por las calles gaditanas.
Cuando la canción es romántica se llama habanera, y la versión jocosa, se llama tango. Este tipo de canciones dieron lugar al tango de Cádiz, a su versión lenta, los tientos y a los tangos flamencos, y todos sus derivados.
Con los tangos se abre un nuevo camino a la expresión rítmica del flamenco. Un género que preferentemente se expresa en compás ternario, o bien amalgamando un binario con un ternario, comenzará a caminar en la senda de los ritmos binarios antillanos, sazonándolos con acentos de carácter moruno y la estética melódica y armónica más jonda y propia de seguiriyas y soleares. Así se abrió para el flamenco un grupo de estilos que hasta entonces (las últimas décadas del siglo XIX) pertenecían al repertorio de las tangueras, y sus canciones de aroma americano y carnavalesco no estaban ni mucho menos considerados aptos para integrarse en el repertorio del flamenco.
La clave para integrarse, como ocurrió con otros estilos como por ejemplo las bulerías, fue meter en el tono flamenco el acompañamiento,
El origen del tango es pues afrocubano, y el subfijo “-ango” (presente también en fandango) obliga a emparentarlo etimológicamente con la música afroamericana. Como tal estilo flamenco, del que derivan otros muchos, vino a ocupar un hueco como decimos en el universo rítmico del flamenco que los artistas se encargaron de desarrollar. De la estructura rítmica del tango americano, se desprenden elementos que cristalizaron hacia 1900 en los tangos flamencos, en los tientos, en el garrotín o la farruca, en la mariana o el zapateado. Otros estilos como la rumba, las colombianas o la milonga, también se encuentran bajo el radio de influencia del tango. Todos estos estilos supieron adoptar el ritmo y metro binario del tango para convertirse en géneros flamencos con identidad propia.
La versión bailable, por tientos, por tangos, la monumental farruca, el taranto que se baila al son de los tangos lentos, han contribuido enormemente en el repertorio del flamenco bailable, aportando métrica binaria a un género casi totalmente desarrollado sobre métrica de amalgama de doce tiempos, en alegrías, soleares o seguiriyas (martinetes), guajiras o peteneras. Los tangos y sus derivados vinieron a contribuir a la expansión del género y a su variedad estilística, tal y como veremos en el Tema 8.